Cleo
Cuando la tuve cerca, pude entender que las manos le temblaban sin que ella pudiera controlarlo, o que siquiera lo notara. Estaba hipando, aunque no lloraba. Alex se arrodilló frente a ella enmarcándole la cara.
—¿Qué le pasó? —preguntó, entendiendo que por el momento Yaya no hablaría.
—Fue después de entrar con la adivina —dijo Jona—. Al parecer le leyó la mano o algo, pero yo me quedé afuera y no vi. Salió así —culminó bastante preocupado.
—Yaya —dijo Alex alto y claro—. ¿Me puedes escuchar? —Ella asintió levemente, intentando enfocar sus ojos en el chico—. ¿Puedes decirme que te dijo? —Pero no hubo respuesta. Se incorporó, aun sosteniéndole la cara, pero buscando más allá de nosotros con la mirada—. ¿Dónde está Ethan cuando se le necesita? —murmuró.
Como por obra del destino, un chico alto y rubio entró en escena, yendo directamente a por Yaya con cara de preocupación.
—Dayanne —dijo, permitiendo que Alex se apartara para agacharse él—. Dayanne —volvió a llamar—. Mi amor, dime que te dijo, por favor.
—Vio mi futuro —respondió para sorpresa de todos—. Dijo que yo iba a morir muy pronto, pero que sería afortunada. Dijo que luego de eso habría un río de sangre. —Parpadeó, dejando caer las primeras lágrimas—. Dijo que todos morirían.
—Ay, le voy a patear la cara —murmuró Seri, viendo con despreció en dirección al quiosco.
—Yaya —dijo Alex con una voz muy dulce y comprehensiva—. Ya te dije que esas cosas no son reales. Esa mujer solo está ganando dinero, de seguro ni puede ver el futuro —replicó.
Para ser cazadores, que al parecer defendían a humanos de criaturas naturales, no era el comentario más acertado que Alex hubiera dicho. Esperaba que algún día yo también supiera diferenciar entre alguien que de verdad veía el futuro y alguien que no. Fruncí el ceño. Melisa, la compañera de trabajo de Anne, me había leído la mano una vez hacía mucho, cuando recién nos conocíamos.
¿Habría visto que era una cazadora? Tal vez sí y Collins no le permitió decírmelo. Con un poco de suerte, esperaba que ese tipo de respuestas fueran resueltas más tarde.
—¿Mejor? —preguntó Ethan, que al parecer le había secado las lágrimas con toda la paciencia del mundo. Yaya sonrió levemente y asintió, volviendo a sorber por la nariz. En los pocos días que la conocía no la había visto llorar, pero definitivamente su nariz roja y las mejillas húmedas no era algo que quisiera volverá a ver. Por muy bonita que se viera, incluso llorosa.
—Si —susurró y se puso de pie. Miró a Alex pasándose la manga de la blusa por la nariz—. Tienes razón. De seguro es una loca.
—Y estafadora —agregó Jona arrugando el rostro—. ¿Cuánto te cobró? ¿Diez billetes?
Yaya soltó una pequeña risa y entrelazó la mano con la de Ethan. El chico sonrió, besándole el dorso con cariño. No le calculaba más de veinte, a lo mucho. Tenía el cabello en punta y unos ojos miel muy claros.
—Amor —le dijo por lo bajo y me regaló una leve sonrisa. Todo lo que la había hecho llorar parecía haber quedado atrás rápidamente, con no más que sus pestañas húmedas como recuerdo—. Ella es Cleo, nuestra nueva amiga.
Ethan me sonrió, y extendió su mano hacía mí. Le devolví el gesto.
—Cleopatra —pronunció como si ya me conociera—. Al fin tengo el placer de conocerte. Yaya me ha dicho maravillas de ti.
Curioso porque solo llevaba ahí una semana. Sonreí de vuelta. No sabía que esperaba al asumir que Ethan era un hombre lobo, pero supongo que no la apariencia de un chico común y corriente. Bueno, ninguno de los Ivanov parecía no ser un chico común y corriente.
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La Espada de la Luna
WerewolfCleopatra no es una reina y definitivamente está muy lejos de serlo. Egoísta, problemática y manipuladora. Tres palabras para describirla recién llegada al Mundo Natural. Sin embargo, no muy lejos de su nuevo hogar la espera alguien cruel, salvaje...