El choque

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El despertador sonó a las 5:45 de la mañana, interrumpiendo el único momento de paz que Anna había tenido en toda la noche. Se sentó en su pequeña cama y frotó sus ojos cansados, uno verde y el otro celeste, mirando por la ventana hacia el vecindario que lentamente comenzaba a despertar.

Su habitación era diminuta, con paredes descascaradas y una sola estantería llena de libros usados que había rescatado de librerías de segunda mano. Su uniforme de la Academia Royal, perfectamente planchado, colgaba en la única silla del cuarto, como un recordatorio de lo que ese día significaba.

Mientras se cambiaba, su mente estaba llena de dudas. ¿Qué estaba haciendo yendo a una escuela como esa? ¿Una beca iba a ser suficiente para encajar en un lugar lleno de chicos ricos que jamás entenderían lo que era vivir con lo justo? Pero no tenía opción. Era su única oportunidad de salir adelante.

En la cocina, su madre ya estaba despierta, preparando café. Su padrastro gruñó algo inaudible desde el sofá, donde solía dormir después de una noche de tragos. Anna no dijo nada. El ambiente en su casa siempre era pesado, y las palabras sobraban.

—Que te vaya bien, hija —murmuró su madre, sin mirarla. Anna sabía que esas palabras eran lo más cercano a un gesto de cariño que recibiría.

Salió de casa con la mochila al hombro y el uniforme impecable, aunque las zapatillas gastadas traicionaban su procedencia. Tomó dos autobuses para llegar a la entrada de la imponente Academia Royal. Los portones eran enormes, de hierro negro, y detrás se extendía un campus que parecía sacado de una revista de lujo.

Anna respiró hondo, ajustó la correa de su mochila y entró.

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El recorrido por la escuela la dejó abrumada. Pasillos amplios con pisos de mármol, vitrales que parecían de iglesia, y estudiantes que hablaban de marcas de ropa y viajes al extranjero como si fueran cosas comunes. Mientras intentaba encontrar el auditorio, se perdió. El mapa que le habían dado no ayudaba mucho, y su mente estaba demasiado ocupada pensando en no llamar la atención.

Fue entonces cuando dobló una esquina y chocó contra algo sólido.

El golpe la tomó por sorpresa, haciéndola tambalear. Una mano fuerte la sujetó por el brazo, evitando que cayera.

—Hey, ¿estás bien? —preguntó una voz masculina, grave y cargada de curiosidad.

Anna levantó la vista y se encontró con unos ojos claros que la miraban fijamente. El chico era alto, castaño, y llevaba una camiseta con el logo del equipo de fútbol de la escuela y el número 10 en el pecho.

Colton Hawthorne.

Su mente le gritó que se alejara. La camiseta, el número, el porte confiado… Todo en él le recordaba a lo que quería evitar a toda costa.

—¿Te golpeaste? —insistió él, con un tono que intentaba ser amable.

—No, estoy bien —respondió Anna rápidamente, bajando la mirada. Tiró de su brazo para liberarse, pero Colton no la soltó de inmediato.

Cuando lo hizo, ella ya había dado dos pasos hacia atrás, apretando el mapa contra su pecho como un escudo.

—Perdón, no te vi venir —dijo él, ladeando una sonrisa.

Anna no respondió. Su única preocupación era alejarse lo antes posible. Sin mirar atrás, giró y salió corriendo, dejando a Colton parado en medio del pasillo, desconcertado.

—¿Siempre saludás así a la gente? —murmuró para sí mismo, viendo cómo desaparecía.— ¡Soy Colton, por cierto!

No sabía su nombre, ni de dónde venía, pero algo en esa chica con ojos de dos colores lo intrigaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.

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⏰ Última actualización: Nov 24, 2024 ⏰

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