Athena.
La brisa salada del puerto de De'Mare se colaba por las ventanas abiertas del salón principal, cargando consigo una falsa sensación de calma. El lugar era un laberinto de mármol y opulencia, adornado con candelabros y cuadros que gritaban poder y riqueza. Pero yo sabía mejor que aquí, en este espacio lleno de sombras, el verdadero lenguaje era el de las intrigas y las dagas ocultas.Había llegado mi momento. Después de semanas de jugar a ser el peón perfecto en el tablero de Giovanni, estaba lista para inclinar el equilibrio a mi favor. Él confiaba en mí lo suficiente como para incluirme en sus reuniones clave, pero nunca lo suficiente como para bajar del todo la guardia. Lo subestimé.
Mi tarea era clara: entregar información falsa sobre una operación de contrabando en el puerto. Con ello, desviaría a Giovanni hacia una emboscada organizada por los hombres de Dorian. Mi papel en esta guerra no era pequeño; era el arma silenciosa que clavaría el puñal donde más doliera.
Mientras repasaba mentalmente cada detalle del plan, Francesco Bianco entró al salón, deteniéndose un instante en el umbral. Alto, con el cabello peinado hacia atrás y un porte que se esforzaba por ser más imponente de lo que realmente era, Francesco era una figura que prefería las sombras al protagonismo. Sin embargo, algo en su mirada esta noche era distinto.
-¿Tienes momento? -pidió, con una voz que no aceptaba un no por respuesta.
Asentí y lo seguí fuera del salón, donde el ruido de la reunión se apagó como si hubiéramos cruzado a otro mundo. Francesco caminó hasta una esquina del pasillo, lo suficientemente lejos para evitar oídos indiscretos.
-No me gustan los secretos, Athena -dijo, cruzándose de brazos. Su tono era frío, calculador.
-¿Y qué tiene eso que ver conmigo? -respondí, tratando de sonar indiferente.
-Todo. He estado observándote, y no puedo evitar preguntarme ¿para quién trabajas realmente?
El aire pareció volverse más denso. Francesco no era un simple peón. Era uno de los hombres más cercanos a Giovanni, y si él tenía sospechas, mi posición estaba en peligro.
-Para Giovanni, obviamente. Si dudas de mí, habla con él directamente -contesté, con una seguridad que no tenía.
Francesco sonrió, pero no era una sonrisa cálida. Era afilada, diseñada para desarmar.
-Esa sería la opción fácil. Pero prefiero confirmar mis sospechas primero.
Un frío recorrió mi columna. Si había algo peor que enfrentarse a Giovanni, era ser desenmascarada por alguien como Francesco. Sus métodos eran brutales, y su lealtad inquebrantable.
-Escucha, no tengo tiempo para tus paranoias. Tengo un trabajo que hacer -repliqué, dándome la vuelta para regresar al salón.
-Lo sé. Por eso te estoy siguiendo.
Sus palabras me detuvieron en seco. Giré lentamente para encontrarme con su mirada. Había algo en sus ojos que me hizo entender que ya no estaba jugando.
-Estás cometiendo un error, Francesco -dije, midiendo cada palabra.
-Tal vez. Pero prefiero prevenir antes que lamentar.
De repente, el sonido de pasos resonó en el pasillo. Dos hombres aparecieron detrás de Francesco, y por la forma en que me miraban, supe que no estaban allí para escoltarme de regreso a la reunión.
Mi corazón comenzó a latir con fuerza, pero mantuve la calma en mi exterior. Siempre hay una salida, me recordé.
-Llévenla a la bodega -ordenó Francesco.
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El rubí del Emperador [+18]
Roman d'amour-¡Lang lebe der Kaiser! -exclaman al unísono una vez abajo. Athena Harrison había vivido cuatro años terribles trabajando en el club nocturno Heaven's; había perdido toda esperanza de vivir otra vez, hasta que, en una noche inesperada, su destino ca...