II - Perfume

14 3 0
                                    


Regreso a la estancia cargando bolsas repletas de comida, mientras doy gracias por todas esas aplicaciones de reparto. Una sonrisa cruza mis labios al pensar en la fantástica noche que estoy por tener. Es cierto que algunos hombres batallan para obtener lo que desean de una mujer; en mi caso, es tan sencillo como aprovechar ese raro fetiche que tiene. Llenar de comida su estómago basta para ponerla de humor. Suena terrible si lo pongo de esa manera, aprovecharme para obtener lo que quiero de ella; sí, me siento como una basura al pensarlo así, una culpa diluida al recordar las espléndidas noches en el dormitorio de la universidad. Nuestros cuerpos compartiendo la calidez del momento, mientras el sudor recorre la piel. Un universitario caliente... y en cierto sentido así es; lo admito.

Dejo las bolsas sobre la mesita de centro, acercándola hasta el sofá de 3 plazas, donde mi prometida espera con ansias ese pequeño ritual de relleno previo a una fantástica noche de sexo. Sueno como un viejo sucio si lo veo de esa manera.

—Aún no llega el postre, no creo que tarde mucho; podemos empezar con esto, por ahora. —Digo al pasar la vista por la comida, anticipando lo que viene después.

—Vamos a nuestra habitación. —Emily me da un codazo y señala con la mirada el otro lado de la estancia; el sofá de 2 plazas frente a nosotros.

Mi hermana sentada junto a ese joven, observando mientras él prosigue su lectura en silencio. Alessia toma una revista y comienza a leer adoptando una postura idéntica a la de Claus. Lejos de transmitir respeto, en sus gestos hay un atisbo de burla, un simple acto de sátira; sutil, pero efectivo.

—Creo que cenaremos en nuestra habitación. —Digo en voz alta, esperando llegue a oídos de mi hermana.

Antes de que pueda tomar alguna de las bolsas sobre la mesa, la fría mirada de Alessia se clava en mí; la misma mirada de enfado grabada en mi memoria.

—Cenaremos todos como familia. No te he visto desde hace tanto tiempo... Her-ma-ni-to. —La última palabra en boca de mi hermana es estremecedora, con sus labios pronunciando cada silaba, y ese tono de voz; no hace más que acentuar la incomodidad.

Alessia sonríe. Es en ese instante cuando percibo aquel aroma, una fragancia inundando cada rincón; un enervante perfume adormeciendo mis sentidos, agradable, dulce, y por alguna razón, aterrador. El ruido de bolsas plásticas distrae la atención, desgarrando el incomodo silencio. Emily comiendo sin reparos, de manera sucia, desordenada, casi en automático. Mis ojos se cierran por breves segundos, o eso quiero creer; con cada parpadeo la escena cambia.

—Eso parece tan divertido. —La voz de Alessia me hace abrir los ojos, y darme cuenta la forma en que alimento a Emily.

Mi respiración se vuelve pesada, el dulce perfume, eso debe ser. Mis manos llevan comida hasta la boca de mi prometida; pechuga de pollo rebanada y asada con jengibre, y ella mastica con furia. Los modales ya no existen. Cada vez que cierro mis ojos todo es tan confuso. Una extraña sopa aderezada con queso se pierde en la garganta de mi prometida, mientras vierto el líquido en su boca. Un pestañeo, dos, quizá tres. Rollos de carne con espárragos; pequeñas gotas de grasa en las mejillas de Emily, parecen no importar. Otro parpadeo, mis manos frotando la panza de esa chica glotona, acariciando su ombligo en pequeños círculos, su piel estirada como un tambor, firme, hinchada; el reflejo de toda la comida en su interior.

—La... La... Lalala... la. —Alessia tararea algo, una melodía de viejos recuerdos.

Mi oído sobre la panza de Emily, los sonidos del estómago protestando por el exceso de calorías. Más, necesita más. Las bolsas plásticas quedan vacías, al mismo ritmo que el vientre de mi prometida se hincha. Esa pequeña peste se acerca hasta la mesita, el único contenedor que aún conserva alimento.

—Quiero este. —Alessia extiende la mano y toma un pastelillo redondo cubierto de chocolate.

¿A qué hora llegó el postre? Mi cuerpo está adormecido. ¿Quién abrió la puerta para recibir el pedido? Mis parpados son pesados. Los dedos rozando la cálida y estirada piel.

—Vamos. —Claus sujeta a mi hermana por el brazo.

—Pero, es la mejor parte. —Alessia protesta sin obtener respuesta.

Aquel joven se lleva, casi arrastrando a esa pequeña peste; saliendo de la estancia. Pasos mezclados con reproches de mi hermana; y a lo lejos, la voz de Claus.

—Demasiado joven para ver esto. —Él dice algo sensato.

Cubro de besos la panza hinchada de Emily, mis manos se apresuran a quitar su ropa, prendas arrojadas al suelo sin vacilar. El calor de nuestros cuerpos mientras el sudor recorre la piel, y...

✠✠✠✠✠✠✠

Gracias por leer mis desvaríos.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Nov 24 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El placer de engordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora