Capítulo 17| Alma

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Había pasado una semana desde el infierno por el que había atravesado. Cada día me sentía más fuerte, las heridas estaban sanando, y aunque aún quedaban cicatrices visibles en mi cuerpo, las internas dolían más. Dante había estado conmigo en cada paso, insistiendo en ayudarme con las vendas y asegurándose de que no me saltara ni un solo medicamento.

—Hoy es el día, Alma —me dijo Dante, con una sonrisa confiada mientras me ayudaba a ponerme el abrigo.

—¿Qué día? —pregunté, intentando ignorar el leve nerviosismo que sentía al ir al médico.

—El día en que nos digan que puedes volver a ser tú misma.

Levanté una ceja, cruzándome de brazos.

—¿Quién dice que dejé de ser yo misma?

Dante rio, tomando mi mano y guiándome hacia el coche.

Cuando llegamos al consultorio, el médico me recibió con una sonrisa amable y revisó cada detalle. Finalmente, cerró mi expediente y me miró directamente.

—Alma, te tengo buenas noticias. Has sanado de manera excepcional. Tus heridas están cerradas y no hay signos de infección. Puedes volver a hacer tu vida normal, pero recuerda cuidar esas cicatrices, y no te sobreesfuerces al principio.

Respiré hondo, sintiendo una mezcla de alivio y libertad.

—Gracias, doctor.

Dante estaba a mi lado, con una sonrisa de satisfacción. Al salir, tomó mi mano y entrelazó sus dedos con los míos.

—Esta noche lo celebramos. Cena, solo tú y yo. Nada de negocios, ni guardias, ni preocupaciones. ¿Qué dices?

—¿Me estás invitando a una cita? —pregunté, medio en broma.

—Claro que sí. Una de verdad.

La cena fue perfecta. Dante había elegido un restaurante elegante con luces cálidas y música suave. Por primera vez en mucho tiempo, todo parecía normal. Era como si los días oscuros quedaran atrás.

Después del postre, Dante se levantó para pagar. Me quedé en la mesa, jugando con la copa de vino vacío cuando una mujer se acercó. Era rubia, alta y vestía de manera impecable.

—¿Alma, verdad? —dijo, inclinándose ligeramente hacia mí.

La miré con desconfianza, mi cuerpo tensándose.

—¿Quién eres?

Sin responder, dejó un papel doblado frente a mí y se fue antes de que pudiera preguntar más.

Mi corazón latía con fuerza mientras abría el papel. Al hacerlo, vi algo que me dejó sin aliento. Era una carta de Sofía. En ella, detallaba lo que había pasado entre ella y Dante la noche en la que escapé de Santiago. Y luego, las fotos…

Una tras otra, imágenes de Dante y Sofía en lo que claramente fue una noche que él me ocultó. Sentí como si el aire me abandonara.

No podía respirar. No podía pensar. Solo sabía que tenía que salir de ahí.

Me levanté de golpe y salí corriendo del restaurante, ignorando las miradas curiosas de los demás comensales. Mi corazón estaba roto, y lo único que podía hacer era correr, como si escapar físicamente pudiera aliviar el dolor.

—¡Alma! —escuché la voz de Dante detrás de mí, pero no me detuve.

Corrí por las calles, las lágrimas quemando mis mejillas. Finalmente, mis piernas cedieron y me detuve en un parque vacío, jadeando.

Dante me alcanzó, su rostro lleno de preocupación y arrepentimiento.

—Alma, por favor, escúchame.

Susurros en LlamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora