Capítulo 14: El río

22 7 32
                                    

Catalina

-¿Dónde se supone que vamos?

-Pareces mi hermana con tantas preguntas.

Llevábamos mucho tiempo andando y ya empezaba a anochecer. Después de todo lo que me había pasado, mi cuerpo estaba cansado.

-Estoy cansada- dije y paré de andar.- necesito dormir.

-Este no es un sitio seguro.

-Nada en este maldito lugar es seguro.

-Va en serio, tan solo a 10 kilómetros se encuentra el refugio de la manada de los licántropos. Y esta vez dudo que saliéramos ilesos.

-¿Y por qué vamos por aquí?

-Porque es el camino más corto y no estamos para perder el tiempo.

-Estoy cansada de hacer siempre lo que a ti te de la gana.- digo cruzándome de brazos.- Vamos a salir del dichoso bosque de los lobitos y, justo cuando salgamos, vamos a parar y voy a dormir.

Él sonrió y contestó.

-¿Y desde cuándo marcas tú las pautas?

-Desde que si a mí me pasa algo, a ti también y eso significa que soy más débil y, por lo tanto, tú también.- dije mostrando toda la autoridad posible, estaba harta de obedecer y de ir, sin saber donde iba. Como respuesta obtuve una de sus bonitas sonrisas, pero no me mostré flexible tras su gesto- ¿Por qué sonríes? Yo no le veo la gracia.

-Perdona su majestad, no quería ofenderle.- dijo si quitar esa sonrisa boba y obtuvo un empujón de mi parte, aunque leve.

Seguimos andando y su estado de ánimo fue cambiando cada vez más serio.

-Lina, ¿ves allí?- dijo señalando una zona del bosque menos frondosa que se encontraba a los pies de una montaña que donde se encontraba una cueva.- es su refugio, por lo que te pido que seas lo más silenciosa posible- dijo con un susurro tan bajo que casi me costaba entender lo que decía. Asentí para no hacer ruido hablando.

Notaba que el corazón se me iba a salir del pecho. Andaba mirando el suelo para no tropezar ni pisar ninguna hoja seca. Después de varios mesurados pasos, una voz desconocida me sobresaltó haciendo que pisará varias hojas secas.

-¿Quiénes sois?

Cuando levanté la cabeza pude observar unos 3 niños con 2 lobos. En el lugar que nos encontrábamos lo más seguro es que todos fueran licántropos.

-Somos lobos, como vosotros.- dije con una pequeña sonrisa que intentaba ocultar mis nervios, con intención de pasar desapercibidos y que no nos comieran.

-No, no lo sois.

-No, no lo somos. Es por eso que nos vamos a marchar y vosotros os vais a quedar aquí, jugando como lo estabais haciendo. Y nada de correr a avisar a papi y mami si no queréis que os destripe y me coma vuestro pequeño y delicioso corazón.- contestó Oliver, causando que a los pobres les temblara todo el cuerpo.

Oliver me cogió de la mano y empezó a andar tan rápido que casi tenía que correr para no ser arrastrada.

-Oliver, para, los animalillos están muertos de miedo, no van a hacer nada.- él frenó.

-¿Segura?- dijo y, como si se hubiesen alineado los astros, unos aullidos de lobos se escucharon.- Porque yo juraría que esos aullidos proceden de nuestro queridísimo Aarón y sus amigos que, al parecer, nos quiere merendar. Otra vez.- el miedo empezó a trepar por mi cuerpo- Pero tienes razón, así seremos presa fácil, súbete encima mía.

En otra ocasión me hubiese negado, pero cada vez se acercaban más lo aullidos y ya tenía suficiente con ser el tentempié de los vampiros. Gracias al corte del vestido que me habían prestado pude subir con facilidad a su espalda, con mi vestido hubiese sido imposible.

Él empezó a correr a tal velocidad que ni los mejores caballos de mi reino lo podían alcanzar. Notaba el frío aire golpear mi cara y, sorprendentemente, eso me relajó. Eso y que los aullidos se encontraban cada vez más lejos.

La velocidad fue disminuyendo hasta que nos encontramos delante de un río de agua cristalina.

-Se supone que esta zona ya es fuera de su territorio. Igualmente voy a hechar un vistazo para asegurar.- dijo y sin esperar respuestas desapareció.

Me di cuenta de que durante todo el día no había comido ni bebido, por lo que estaba sedienta y hambrienta, aparte de cansada. Decidí tentar mi suerte y beber el agua del río. Estaba riquísima aunque estaba un poco caliente.

-¿Oliver?- grité al terminar de beber, pero como no obtuve respuesta decidí darme un baño para limpiar y calentar un poco mi cuerpo.

Decidí quitarme el vestido, pues me daba miedo dañarlo, y, vestida con la ropa interior, me adentré en el río. El agua rápidamente calentó mi piel y me provoco una sensación de alivio y placer instantáneo. Sumergí la cabeza cerrando los ojos y, cuando salí, pude observar como pequeños puntos fluorescentes me rodeaban. Al verlos más detalladamente me percaté de que eran hadas. Una de ellas se acercó a mi mano y abrazó mi dedo. Después de este gesto las demás se unieron al abrazo haciéndome cosquillas. Eran tan tiernas. Por fin algo bueno y dulce dentro de este triste y enfrontado reino.

El Secreto De Las FloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora