|•Capitulo 49•|
El tiempo ya no tenía sentido. Pasaban horas, días, quién sabe cuánto. La oscuridad del sótano era aplastante, el frío se filtraba en mis huesos y el hambre hacía que mi cuerpo se sintiera más débil con cada minuto que pasaba. La desesperanza se había apoderado de mí. Ya ni siquiera pensaba en escapar. No veía cómo podría salir de esto.
El sonido de la puerta abriéndose me sacó de mis pensamientos. Levanté la cabeza con esfuerzo, esperando lo peor. Y allí estaba ella: Rose, con su eterna sonrisa maliciosa. Pero esta vez no estaba sola. Entró con un hombre desconocido. Era alto, corpulento, con una expresión burlona que me puso la piel de gallina.
-Mirala, amor -dijo Rose, señalándome como si fuera un espectáculo grotesco -. Esta es Lisa. ¿Qué te parece?
El hombre se inclinó, observándome como si fuera un animal enjaulado.
-¿Esta es la famosa Lisa de la que tanto hablas? -preguntó, riéndose con desdén -. Vaya, pensé que sería más... no sé, impresionante.
Rose soltó una carcajada, su voz resonando cruelmente en el sótano.
-Oh, no te preocupes, cariño. No tiene nada de especial. Es solo una mosquita muerta que no sabe cuándo rendirse. Se inclinó hacia mí, sus ojos brillando de malicia. ¿Sabes? Deberías agradecerme. Estoy haciendo un favor al mantenerte aquí. Así no sigues interfiriendo en mi vida con Michael y Milyen.
No respondí. No tenía fuerzas, pero sobre todo, no quería darle la satisfacción. Mis ojos bajaron al suelo, intentando no derramar lágrimas delante de ellos. Sin embargo, cada palabra que salía de su boca era como un puñal en mi pecho.
Rose se volvió hacia su amante, ignorándome por completo.
-¿Qué te parece si subimos? Podríamos divertirnos un rato mientras esta pobre cosa sigue aquí abajo, sufriendo.
El hombre sonrió, pero antes de que pudieran dar un paso hacia la puerta, esta se abrió de golpe. El sonido reverberó en las paredes, y ambos voltearon sorprendidos. Allí, en el umbral, estaba Milyen.
No había visto ese nivel de furia en su rostro nunca antes. Sus ojos estaban llenos de ira, sus manos temblaban. Antes de que nadie pudiera reaccionar, agarró una silla vieja que estaba cerca y la levantó con todas sus fuerzas.
-¡¿Qué demonios estás haciendo aquí, Rose?! -gritó antes de estrellar la silla contra Rose. El golpe fue tan fuerte que ella cayó al suelo de inmediato, llevándose las manos a la cabeza y gritando de dolor.
-¡Estás local-gritó el hombre, lanzándose hacia Milyen. La golpeó con un puñetazo en la cara, y el sonido del impacto me hizo soltar un grito ahogado. Vì cómo Milyen caía al suelo, sangre corriendo por su nariz. Intentó levantarse, pero el hombre la agarró del
cabello y la tiró hacia atrás con una
fuerza brutal.
-¡No te metas con mi chica! -rugió,
levantando el puño de nuevo.
-¡No! -grité, mi voz quebrándose, pero no tenía fuerzas para moverme. Mi
cuerpo estaba tan débil que ni siquiera
podía levantarme para ayudarla.Antes de que pudiera seguir golpeándola, una figura apareció en el umbral, Michael. Su rostro estaba desfigurado por la ira, sus ojos eran una mezcla de preocupación y furia.
-¡Suéltala! -grító, lanzándose sobre el hombre como un animal desatado.
El sonido de los golpes llenó el sótano. Michael no se detuvo, cada golpe era más fuerte que el anterior. El hombre intentó defenderse pero Michael estaba fuera de control
-¡Michael, basta! -gritó Milyen desde el suelo, su voz llena de pánico-. ¡Ya es suficiente!
Pero Michael no escuchaba. Sus puños seguían cayendo una y otra vez. El hombre dejó de moverse, su cuerpo quedando inerte en el suelo. Fue entonces cuando Michael se detuvo, sus manos temblando y manchadas de sangre. Respiraba con dificultad, y su mirada se posó en el hombre inmóvil frente a él.
Rose, que había estado semiinconsciente, empezó a moverse. Su rostro estaba lleno de terror mientras miraba la escena.
-¿Qué... qué han hecho? -balbuceó, arrastrándose hacia una esquina.
Michael se levantó lentamente, dirigiéndose hacia Rose. Su expresión era fría, peligrosa.
-Hemos terminado contigo, Rose -dijo con una voz baja pero llena de veneno.
La agarró del brazo, ignorando sus gritos y pataleos, y la arrastró fuera del sótano. Escuché el sonido de la puerta cerrándose y el cerrojo asegurándose. Michael volvió, ayudando a Milyen a levantarse. Ambos se acercaron a mí, y Milyen se arrodilló a mi lado.
-Lisa... lo siento tanto. No debimos haberte dejado sola -dijo, su voz quebrándose.
Michael se arrodilló junto a ella, sus ojos Ilenos de culpa.
-Estamos aquí ahora. No vamos a dejar que vuelva a pasarte algo así.
Los miré, mis ojos llenos de lágrimas. Quería hablar, pero las palabras no salían. Mi mente seguía atrapada en lo que acababa de suceder: el cuerpo sin vida de ese hombre, Rose encerrada en el mismo sótano que había sido mi prisión.
Todo había cambiado, pero en ese
momento, no se si para bien o para
mal.
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compañeros de cuarto
Randomeres una chica de 21 años que decide independizarse asi que compra un departamento que tendra que compartir con dos personas que al principio los odiaras pero luego? ..