𝟙𝟜. Ú𝐥𝐭𝐢𝐦𝐨𝐬 𝐝í𝐚𝐬

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Pov. Stanford

Faltaban solo unos pocos días para tener que volver al mar, intentaba pasar todo el tiempo posible con Mabel y Dipper, además de con Marta.
Ella había estado muy pegada a mí al saber que me debía ir. Para que después diga que soy yo él que es una lapa.

En este momento ella estaba durmiendo sobre mi pecho mientras le acariciaba el pelo y me terminaba de leer las últimas páginas de un libro, además de vez en cuando le daba algún beso en la cabeza. Terminé el libro y en ese momento Dipper entró en la habitación.

- Tío Ford, vamos a ir al lago todos juntos, ¿os queréis venir?

- Hola, mi chico, perdón, es que Marta está dormida, no me gustaría despertarla, le cuesta mucho conciliar el sueño, cuando se levante iremos con vosotros, ¿De acuerdo?

- Claro, estaremos cerca del muelle, nos vemos tío Ford.

Dipper salió de la habitación, me quedé mirando a Marta, aún luego de haber pasado casi un mes juntos, me sigue pareciendo que todo es un sueño, no me puedo creer que una mujer tan estupenda haya decidido estar conmigo, ella es lo mejor que me ha pasado en mi vida. Es mi luz y por lo que me levanto en las mañanas, mi mundo, sin Marta, no sabría ya que hacer con mi vida, ha cambiado mi forma de ver todo, de comportarme, de hablar, pero, lo hizo para bien.

Luego de varios minutos me quedé dormido junto a ella, no lo podía evitar, me daba mucha paz estar a su lado, pero, me desperté al escuchar un ruido. Cuando abrí los ojos Marta ya no estaba junto a mí, se ve que al final se había despertado, la fui a buscar por la casa, seguro que la del ruido había sido ella, no quedaba nadie más en la cabaña.

Toque la puerta de su habitación, puedo que hubiera ido para cambiarse de ropa.

- ¿Marta? ¿Mi niña?

No escuché ninguna respuesta así que me acerqué más a la puerta para ver si oía algo, no parecía que hubiera nadie, igualmente llamé otra vez, como no hubo respuesta decidí abrir la puerta, pero, no había nadie, eso me puso aún más nervioso, estaba por salir a la calle para buscarla hasta que escuché el agua de la ducha, ya sabía dónde estaba, menos mal.

Llamé a la puerta del baño, no contestó, pero como estaba abierta decidí entrar, no creo que le moleste, ¿no? Es decir, no la vi a detalle desnuda, pero, para cuando le curó sus heridas se debe quitar la ropa.
Me senté en la taza del váter esperando a que saliera.

Salió ya con una toalla alrededor de su cuerpo, que decepción, para una vez que podría haberla visto, ella se sonrojó cuando me vio.

- ¡Stanford!

- ¿Qué pasa, mi vida?

- ¡Estás en el baño!

- Oh cielo, ¿te recuerdo quién te cura tus heridas? Ya te vi.

- Eso no quiere decir que puedas venir aquí como si nada, sabes que no me gusta mi cuerpo...

- Quizás a ti no, pero a mí me encanta, no te preocupes cariño, tú tienes un cuerpo precioso, con cicatrices incluidas.

Me levanté y la tomé de la cintura pegándola a mí, dándole un beso en la cabeza y abrazándola. Ella correspondió apoyando su cabeza en mi pecho.

- Gracias, Ford...

- Siempre que quieras, Martita.

La tomé del mentón y le di un beso en los labios, Marta se sonrojó todavía más y yo me empecé a reír hasta que recordé que debajo de esa toalla no llevaba nada, eso me hizo ponerme más rojo que ella.

ɢᴏʟᴅ ʜᴇᴀʀᴛ | 𝓢𝓽𝓪𝓷𝓯𝓸𝓻𝓭 𝓟𝓲𝓷𝓮𝓼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora