Una OBSESIÓN (Billdipp)

Algo que no se puede arreglar.

Mis propias palabras resonaron en mis oídos, desprovistas de burla, de control, de seguridad. La angustia me consumía, y por primera vez sentía un dolor tan real que me impedía respirar. Mi reflejo seguía allí, abrazando el cuerpo sin vida de Pino, murmurando palabras que jamás pensé pronunciar:

-Perdóname… yo… te amo.- balbuceo mi reflejo.

Retrocedí instintivamente, rompiendo el contacto visual. Mi pecho seguía agitado, sentía cómo el pánico se extendía por mi cuerpo. Al mirar nuevamente al espejo, el reflejo de Dipper seguía allí, pálido, frío, vacío. El sonido de mi voz, rota y suplicante, resonaba en mis oídos. Era una verdad que no podía soportar. El dolor que me embargaba era tan humano que me asqueaba, pero no podía ignorarlo. Aunque volví a la realidad, me encontraba solo, con el eco de mis propios sentimientos golpeando mi mente, y sentía el ardor de algo tan humano que me revolvía el estómago: la pena, la pérdida, la culpa.

-¿Amor?- pensé con desdén, tratando de borrar aquel eco, de convencerme de que solo había sido una ilusión, nada más.

Cuando al fin conseguí salir de esa sala, sentí que mi pecho seguía agitado. La imagen de Dipper en mis brazos, sin vida, se quedaba en mi mente, atormentándome. “¿Cómo pudo afectarme tanto?” me repetía, tratando de convenceme de que aquello solo era una trampa, un truco barato. Pero en el fondo, sabía la verdad. No era solo obsesión, no era un simple juego. Pinetree era más que una pieza en mi tablero.

Mientras esperaba fuera del salón, tratando de apartar de mi mente de aquella imagen de Dipper en el espejo, Enzo se me acercó con una expresión notablemente incómoda, como si hablarme fuera su último recurso. Frunció el ceño y me dirigió una mirada de disgusto.

-Hey chiper- masculló, haciendo evidente su disgusto en la forma en que pronunciaba mi apodo.

-¿Dónde está Dipper? Se suponía que iba a estar conmigo, pero no lo encuentro. ¿Acaso tú...?- continuó.

Rodé los ojos, fastidiado de tener que lidiar con él.
-¿No será que se cansó de ti y decidió perderte de vista?- Respondí con sarcasmo, aunque en mi interior, aún seguía perturbado por lo que había visto en ese maldito espejo.

Sin embargo, algo en la expresión de Enzo me hizo detenerme. Él frunció el ceño y, vacilante, hizo una pregunta que me tomó por sorpresa.

-¿Viste algo en los espejos?-

No quería admitirlo. Sentía que mostrar cualquier señal de debilidad ante él era rebajarme. Pero después de un largo momento de silencio, asentí con desdén, sin mirarlo a los ojos.

-Sí... vi algo- respondí en un tono que intentaba disimular lo mucho que aquella visión me había afectado.

-Creo que dipper tambien ha visto algo, al separarnos...- Su tono era uno preocupado, así que, para "animar" las cosas, con mi tipico tono de burla dije:

-Lo que sea que Dipper haya visto, no será tan terrible como lo que—"

Pero, en ese preciso instante, un sonido casi inaudible me interrumpió, y ambos giramos la cabeza hacia la entrada del salón. Allí estaba Dipper, tambaleándose hacia nosotros. Su rostro era un espectro de lo que normalmente era. Pálido, con las mejillas empapadas en lágrimas, su mirada estaba vacía, como si algo en su interior se hubiera roto de una forma irreversible.

Era... exactamente como lo había visto en el espejo.

Sentí un nudo en el estómago al ver la expresión en sus ojos. No era solo tristeza o miedo, era algo que trascendía cualquier pesadilla que hubiera tenido antes. Su mirada parecía vacía, como si le hubieran arrebatado el alma y solo quedara una sombra de su esencia. Dipper avanzaba torpemente, sus pasos erráticos, casi como si su cuerpo apenas pudiera sostenerse. Y entonces, me di cuenta de algo que hizo que la sangre me helara: había cristales de vidrio clavados en sus manos, y pequeñas líneas de sangre bajaban por sus dedos, dejando un rastro que se deslizaba hasta sus muñecas. Sus puños estaban apretados, como si hubiera roto uno de los espejos en un intento desesperado de escapar de lo que vio.