Capítulo 22

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Después de que Ayça Hatun se calmó un poco, unos gritos nos alarmaron.

—¡Asesina! ¡Asesina! ¡Intentó matarme! —gritaba Olivia mientras salía tambaleándose de una tienda, sosteniéndose el brazo con expresión de dolor.

Bala Hatun, Malhun Hatun y yo nos acercamos rápidamente a Olivia. Al llegar, la encontramos tirada en el piso, sollozando con fuerza. Su rostro estaba pálido y su cabello desordenado. La escena era impactante, pero algo no encajaba.

—Olivia, ¿qué pasó? —preguntó Malhun Hatun mientras se agachaba junto a ella, colocándole una mano en el hombro.

Olivia alzó el rostro, lleno de lágrimas, y respondió entrecortadamente:

—Entró en la tienda y me atacó. Me dijo que Imren Tejin nunca me dejaría viva, que era mi turno después de Holofira. Casi me mata... pero la maté yo primero.

La confesión nos dejó en shock. Malhun Hatun miró a Bala Hatun y a mí con el ceño fruncido, claramente procesando las palabras de Olivia.

—¡Hermanas! Saquen a Olivia de aquí, ahora. Vamos a registrar la tienda —ordenó Bala Hatun, su voz firme y sin espacio para réplica.

Asentimos al unísono y ayudamos a Olivia a levantarse, aunque parecía reacia a abandonar la escena. Mientras la alejábamos unos pasos, Bala y Malhun intercambiaron miradas cargadas de preocupación.

Una vez fuera, Malhun se giró hacia Olivia con seriedad.

—Entonces dices que la chica muda fue la que envenenó a Elçim Hatun —inquirió Malhun, con un tono que oscilaba entre incredulidad y sospecha.

Olivia asintió rápidamente, como si estuviera ansiosa por confirmar su versión.

Antes de que Malhun pudiera decir algo más, una figura emergió de entre las sombras. Era Gonga Hatun, quien se acercaba con pasos firmes y expresión furiosa. Sus ojos destellaban de indignación.

—¡Te lo dije! ¡Se los dije a todos! —exclamó, con la voz cargada de dolor—. Holofira no haría tal cosa. ¡Ella murió por nada!

El aire a nuestro alrededor pareció volverse más pesado. Las palabras de Gonga resonaron en mi mente como un eco ensordecedor. ¿Holofira... inocente? Mi mente se llenó de preguntas, y antes de poder detenerme, las palabras salieron de mis labios.

—¿Era Holofira inocente?

Gonga Hatun me miró con una mezcla de enojo y frustración, mientras asentía lentamente.

—¿Le hicimos mal? —continué, mi voz apenas un susurro, porque el peso de la culpa comenzaba a invadirme, envolviéndome como una niebla espesa que no podía disipar.

—Mi sobrina ha muerto por los trucos de Imren Tejin —dijo Olivia, rompiendo el silencio con una voz cargada de amargura.

—Entonces, ¿por qué asumió la culpa? —preguntó Ayça Hatun, su tono tan frío como el filo de una espada.

Olivia apretó los labios antes de responder, su mirada fija en el suelo.

—¿Por qué crees? Para salvarme —confesó finalmente, con una mezcla de desafío y vergüenza—. Sabía que si no lo hacía, me habría tocado a mí. Holofira lo sabía. Ella siempre supo que no sobreviviría.

Sus palabras eran como dagas, cada una clavándose más profundamente en mi conciencia. En ese momento, dejé de escuchar lo que pasaba a mi alrededor. Las voces se desvanecieron, y todo a mi alrededor se volvió confuso, como si el mundo estuviera girando demasiado rápido y demasiado lento al mismo tiempo.

La imagen de Holofira apareció en mi mente: sus ojos llenos de tristeza, sus labios temblando mientras intentaba explicarse y yo, ciega por la ira, la juzgue. Mi pecho se llenó de un dolor insoportable, un peso que sabía que no podría quitarme jamás.

Entre el deber y el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora