9. Flores y Recelo

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Narrador Omnisciente

Cuando todos salieron del antro, el ambiente estaba lleno de risas y comentarios sobre la noche. Los hermanos de Elena estaban un poco más relajados, sus amigas hablaban animadamente sobre la música y las ocurrencias dentro del lugar, mientras Franco mantenía una actitud tranquila, aunque no dejaba de observar a Elena de reojo, asegurándose de que estuviera bien.

Adrián, quien había estado callado durante la mayor parte del tiempo, revisó su reloj y se dirigió al grupo:
—Creo que es mi momento de retirarme. Ha sido una noche interesante, pero tengo asuntos que atender mañana temprano.

—¿Tan pronto? —bromeó uno de los hermanos de Elena, claramente en un tono de burla—. Vamos, Adrián, la noche apenas empieza para nosotros.

Adrián esbozó una sonrisa discreta.
—Para algunos, tal vez. Pero yo tengo que descansar. —Luego dirigió su mirada hacia Elena—. Gracias por esta noche, Elena. Fue... diferente.

Elena asintió, un poco sorprendida por la seriedad en su tono.
—De nada, Adrián. Espero que llegues bien.

Adrián estrechó la mano de Franco y luego, con un gesto elegante, se subió a su auto de lujo, desapareciendo rápidamente en la noche rumbo a su mansión.

El resto del grupo, algo cansado pero aún con energía, decidió regresar a la mansión de los padres de Elena. Durante el camino, las risas continuaban, especialmente por parte de los hermanos de Elena, quienes intentaban bromear sobre cualquier cosa para mantener el ánimo alto.

Al llegar a la mansión, Maximiliano y Elena Bosch ya estaban dormidos, y el grupo entró en silencio, intentando no hacer ruido. Las amigas de Elena se dirigieron a una de las habitaciones de invitados, mientras que Franco, Elena y sus hermanos subieron al segundo piso.

En la habitación, Franco cerró la puerta detrás de ellos y suspiró.
—Bueno, al menos la noche terminó sin incidentes graves.

Elena sonrió, quitándose los tacones.
—Tienes que admitir que no estuvo tan mal.

Franco arqueó una ceja, cruzando los brazos.
—¿En serio? Me hiciste rastrearte hasta un antro. Eso no es algo que llamaría "no tan mal".

Elena se acercó a él, con una sonrisa traviesa.
—Pero me encontraste, ¿no?

Franco negó con la cabeza, aunque no pudo evitar sonreír levemente.
—Algún día, Elena, me vas a dar un susto que no podré manejar.

Ella lo abrazó, apoyando la cabeza en su pecho.
—Lo siento, Franco. Prometo que la próxima vez seré más cuidadosa.

Mientras tanto, en otra parte de la mansión, los hermanos de Elena hablaban en voz baja entre ellos, claramente conscientes de que su hermana los había seguido.
—Sabía que algo no cuadraba cuando la vi ahí —comentó uno de ellos, riendo entre dientes.
—Es Elena. Nunca puede quedarse quieta. Pero al menos se quedó fuera de problemas... esta vez.

A pesar de todo, la noche terminó tranquila. Cada uno en la mansión se acomodó para dormir, con la sensación de que las cosas estaban lejos de volver a la normalidad, especialmente con Elena y su inagotable espíritu curioso.

Franco Vitale

No me sorprendió que Adrián enviara algo. Después de todo, tiene un estilo que siempre me pareció innecesariamente ostentoso. Pero cuando el arreglo de flores llegó a la casa, no pude evitar sentir que algo estaba fuera de lugar. Eran flores caras, perfectamente seleccionadas, colocadas en un jarrón que parecía sacado de una galería de arte. Y la nota... la nota era lo que realmente encendió la chispa de mi incomodidad:

El lado oscuro del corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora