El día comenzaba con una rutina familiar para Mario. A pesar de haber conocido a Peach y haberse sumergido en la majestuosidad del castillo del Reino Champiñón, todavía sentía la necesidad de mantener los pies en la tierra. Mientras organizaba su espacio en casa, una pequeña nota llegó a sus manos; un recordatorio de que las conexiones inesperadas estaban a la vuelta de la esquina.
Había conocido a Daisy de forma casual durante un viaje al Reino Sarasaland. Aunque el encuentro había sido breve, su energía vibrante y personalidad llamativa dejaron una impresión imborrable en él.
Así que cuando un mensajero apareció frente a su puerta con una carta sellada con el emblema de Sarasaland, Mario sintió una mezcla de curiosidad y anticipación.
La carta, escrita con una caligrafía ligera pero decidida, contenía un mensaje simple y directo:
"Mario, sé que no eres de los que buscan atención, pero necesito un espectador crítico en el torneo de Sarasaland. Será divertido, lo prometo. Espero verte allí."
Mario no pudo evitar sonreír ante el tono familiar y un tanto audaz de Daisy. Sus palabras reflejaban una seguridad contagiosa, y por un momento, se preguntó si podría rechazar una invitación tan entusiasta.
—Es increíble cómo escribe con tanta confianza, como si no aceptar fuera una opción —murmuró, mientras doblaba la carta cuidadosamente.
El siguiente par de días lo encontró considerando su respuesta. Aunque le gustaba la idea de ver un torneo, no estaba seguro de cómo encajaría en un entorno tan lleno de energía, especialmente siendo alguien que solía mantenerse al margen de los focos. Sin embargo, algo en Daisy lo motivaba, como si su invitación fuera más que una simple oportunidad de asistir a un evento.
Cuando el tren finalmente se detuvo en la estación principal, Mario descendió al bullicio de la ciudad central. El aire tenía un aroma cálido y especiado, y el ruido de los mercados llenaba el espacio con una energía vibrante. Puestos coloridos se alineaban en las calles, ofreciendo desde telas exóticas hasta frutas desconocidas que destellaban con colores casi irreales.
—Es como otro mundo —murmuró para sí mismo, ajustando su gorra mientras caminaba por la avenida principal.
A medida que avanzaba, se encontraba con una mezcla fascinante de arquitectura: edificios que parecían tallados directamente en piedra, decorados con mosaicos brillantes que reflejaban el sol, y estructuras modernas que se alzaban como testigos del avance del reino. La gente, vestida con trajes tradicionales y modernos, lo saludaba con sonrisas cálidas, una diferencia notable del ajetreo reservado del Reino Champiñón.
Un grupo de niños corría por la calle, riendo mientras perseguían una pelota hecha de materiales improvisados. Mario se detuvo un momento para observarlos, captando la alegría pura que irradiaban. Era un recordatorio de que, sin importar las diferencias culturales, algunas cosas eran universales.
—¡Cuidado! —gritó uno de los niños cuando la pelota se desvió hacia Mario.
Con reflejos rápidos, Mario atrapó la pelota antes de que rodara hacia un puesto de frutas cercano.
—Aquí tienen —dijo con una sonrisa, devolviéndola al grupo.
—Gracias, señor —respondió el niño más pequeño, con los ojos brillando de gratitud antes de correr tras sus amigos.
Mario continuó su camino, sintiéndose cada vez más conectado con el lugar. Había algo en Sarasaland que lo hacía sentir bienvenido, como si el reino lo invitara a explorar no solo sus calles, sino también las historias que las llenaban.
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Entre los Reinos y corazones: Rivalidad.
FanfictionMario se muda al Reino Champiñón para comenzar una nueva etapa, jamás imaginó que dos princesas marcarían su vida de formas completamente distintas. Peach, elegante y determinada, y Daisy, apasionada y audaz, no solo compiten por el trono de sus cor...