Naranja dulce

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Trey terminó de decorar los pastelillos con la fruta fresca que recién había cortado, colocando con precisión cada pieza de manera que formaran una especie de pequeño arreglo en la cima de cada pastelito. Cuando terminó, dio un paso atrás y observó el trabajo esperando que fuera lo suficiente bueno.

Los padres de los Leech seguían en su conversación, recordándoles a sus hijos que debían volver al mar a visitarles de vez en cuando, ya que los extrañaron mucho durante las vacaciones de invierno y debieron al menos avisar que se quedarían en el campus. Su abuela estuvo preguntando demasiado por ellos, incluso comenzó a darlos por muertos cuando termino el invierno y no vio a ninguno de sus dos nietos hasta que se resignaron a volver a mediados de primavera. Dejando en pausa su charla cuando Trey comenzó a servir cada pastelillo delante de ellos.


La mujer tomó el primer bocado y dejó escapar una pequeña sonrisa, tenía algo de crema resaltando su nariz.


—Oh, la crema está suave —comentó, sus palabras cargadas de cariño—. Tiene un sabor delicado.


Trey se sintió aliviado, pero el alivio duró poco. Al volverse hacia su suegro, vio que el hombre ni siquiera había tocado su pastel. En su lugar, examino con detalle aquella presentación decorada con uvas verdes, una decoración sencilla que hacía parecer que las uvas eran pequeñas perlas verdes incrustadas. Trey intentó no mirar, pero la sensación de que algo no iba bien creció en su pecho.

Cuando finalmente lo probo, su gesto de disgusto lo dijo todo: No le gusto.


—Demasiada azúcar —dijo el hombre con frialdad, dejando el tenedor a un lado—. El pan está seco. Lo único rescatable es la crema. Aunque, si batieras la crema a mano después de usar la máquina, tendría menos burbujas de aire. Lo digo para que lo tengas en cuenta.


Trey no pudo evitar sentirse decepcionado consigo mismo, por cometer errores que solo tenía cuando era primerizo en el arte de hornear, ¿cómo no pudo calcular bien el azúcar y la temperatura del honro? ¿Sería a causa de los nervios?


—Lo tendré en cuenta para mis siguientes recetas —respondió, aunque su tono no podía esconder la decepción que sentía.


—No te desanimes —dijo la mujer, dejando su tenedor aun lado—. Estoy segura de que la próxima vez será mucho mejor. —dejo al erizo en los brazos de Jade y tomo su bolso en su lugar—. Ya es hora de que vayamos a la reunión, pero espero que la siguiente vez que nos veamos, puedas prepararnos algo aún mejor.


El padre de Jade se levantó primero. Miró a Trey con un gesto de desaprobación, como si tratara de transmitirle una advertencia silenciosa qué Trey sintió escuchar: Otro error y terminas conociendo a los tiburones de antemano.


—Más te vale cuidar de mi hijo —dijo con voz grave y fría, antes de ayudar a su esposa a levantarse de la mesa, tomando su mano lentamente, con una actitud atenta dirigida a ella.


Trey se quedó allí, mirando a los dos mientras se retiraban. Floyd, al ver que sus padres se marchaban, finalmente tomó el pastel que había dejado su padre. Dio un pequeño mordisco, frunció el ceño y dejó escapar una pequeña risa burlona.


—Está demasiado dulce —comentó, casi en tono de burla.


Horneando con Amor y HongosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora