Max nunca pensó sus vacaciones a Culiacán, por cortesía de su amigo Charles, le cambiaría la vida. Había llegado con la idea de relajarse un poco, escapar del bullicio de la ciudad y las tensiones con su familia. Pero lo que encontró allá, en un rancho rodeado de naturaleza, no solo era tranquilidad, sino algo mucho más profundo.
Charles era su amigo desde hace años, pero había algo de él que Max nunca había logrado comprender del todo. Su hermano, Checo, era un misterio. Había oído mucho sobre él, pero las palabras de Charles sobre su hermano siempre eran simples: "Es tranquilo, ama el océano y los animales. Tiene su manera de ser."
El primer encuentro fue raro. Max pensó que Checo, con su aire callado y su mirada distante, simplemente era alguien con poca paciencia para los demás. Lo vio por primera vez cuando Charles lo presentó como "el chico con el que estaría pasando las vacaciones". Checo ni siquiera lo miró directamente al principio, y eso desconcertó a Max, pero decidió no darle más vueltas.
Pasaron los primeros días en silencio, como si Max estuviera de visita en otro mundo. Checo solo hablaba cuando era necesario, y su conversación era siempre cortante. Pero algo en su forma de ser intrigó a Max. Había una calma en su ser, como si pudiera ver cosas que Max no lograba entender, como si el océano y los animales fueran su refugio, su lenguaje secreto.
Fue una tarde, mientras caminaban cerca del río, que Max vio algo que lo hizo detenerse. Checo, sin previo aviso, comenzó a hablar sobre una ballena que había visto en un documental, hablando con tanta pasión y detalle, como si el mundo se redujera a esas criaturas. Max no pudo evitar sonreír. Nunca había visto a Checo tan animado. Fue un momento raro, especial. Checo nunca hablaba mucho, pero aquí estaba, compartiendo algo profundo.
Con el tiempo, las interacciones fueron aumentando. Max se dio cuenta de que Checo no era tan distante como pensaba. Había una forma peculiar en la que su hermano le hablaba, en la que le demostraba afecto sin realmente saber cómo hacerlo con palabras. Max comenzaba a sentirse más atraído por esa forma única de ser.
Checo nunca fue demasiado demostrativo con nadie. Su autismo hacía que a veces sus emociones se volvieran abrumadoras. Max notó que, cuando algo no le gustaba o se sentía incómodo, Checo podía alejarse de todos. A veces, esto llevaba a momentos tensos, pero Max siempre trataba de estar ahí, sin invadir, pero sin dejar que Checo se sintiera solo.
Un día, cuando Checo tuvo un ataque de ansiedad, Max no dudó en acercarse. El chico de ojos brillantes y piel pecosa estaba temblando, claramente alterado, pero Max sabía qué hacer. Le ofreció su mano, suavemente, y dijo en voz baja:
-Vamos a respirar juntos, Checo. Estoy aquí.
No esperaba mucho, pero Checo lo miró, confundido y vulnerable, antes de asentir con la cabeza. Ese pequeño gesto, esa pequeña conexión, hizo que Max se diera cuenta de lo que sentía por él. Algo profundo, algo que no podía ignorar.
Pero Checo no entendía lo que sentía. Su forma de vivir con autismo lo hacía percibir las emociones de manera diferente. Las cosas que antes le eran claras, como su amor por los animales y su pasión por el océano, ahora comenzaban a difuminarse con algo más. Max estaba comenzando a ser más que solo una compañía, más que un amigo.
Fue un momento inesperado el que hizo que Checo se diera cuenta. Max estaba en la terraza, riendo con una chica que había conocido en el rancho, y a Checo le invadió un sentimiento desconocido. El nudo en su estómago, la sensación de que algo no estaba bien. ¿Por qué se sentía tan mal al verlos tan felices juntos?
No podía entender por qué, pero cuando vio a Max reír y conversar con ella, algo dentro de él se rompió. En ese momento, Checo sintió un dolor punzante en el pecho, algo que lo hizo correr al interior de la casa, alejándose de todos, dejando que las lágrimas se desbordaran. Nunca había sentido celos de esa manera, nunca había experimentado ese dolor.
Max lo notó de inmediato. No lo había visto llorar antes, no de esa manera, y algo en su pecho se apretó al ver la angustia en los ojos de Checo. La chica que estaba con él le dio una mirada comprensiva y se alejó, dejándolos solos.
Max corrió tras él, sin saber qué esperar. Checo estaba en su habitación, abrazado a las rodillas, intentando contener su llanto. Cuando Max entró, el chico levantó la mirada, pero no dijo nada.
-Checo... -Max comenzó, su voz suave-. ¿Qué pasó?
Checo no pudo contestar, solo negó con la cabeza, incapaz de explicarle todo lo que sentía. Max se sentó junto a él, sin prisa, y esperó. No necesitaba palabras, solo estar allí.
Finalmente, Checo murmuró, casi en un susurro:
-Yo... no quiero que estés con ella. Solo... contigo.
Max no pudo evitar sonrojarse al escuchar esas palabras. Entonces comprendió lo que ya había comenzado a sentir, pero no había podido identificar. Checo, en su forma única y compleja de ser, le estaba diciendo que lo quería, a su manera. Y Max también lo quería, aunque de una forma que aún no entendía por completo.
-Yo también quiero estar contigo, Checo -dijo Max, sintiendo una paz profunda en su corazón.
Ambos se quedaron en silencio, pero ahora, el uno al otro, sabían que lo que compartían iba más allá de palabras. Había algo en su conexión que no necesitaba explicaciones, algo tan simple como un abrazo o una mirada que decían todo lo que necesitaban.
Y, a partir de ese momento, la relación de Max y Checo comenzó a transformarse. A su propio ritmo, sin presiones ni expectativas, pero con una claridad renovada de que, aunque sus mundos fueran distintos, se necesitaban el uno al otro. En su propio espacio, lejos de las prisas del mundo, encontraron un refugio donde sus corazones podían hablar el mismo idioma, el del océano y los animales, y ahora, también, el del amor.
S.k.☆
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autism (chestappen)
FanfictionSergio es un chico de diecisiete el cual tiene autismo,max lo conoce cuando va de visita a casa de su amigo Charles