Capítulo 22: Cartas de un Lord Vagabundo

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En algún momento después del servicio fúnebre de Lord Debling...

Penélope Debling no esperaba lo que terminó pasando en su matrimonio, mucho menos deseaba recibir la noticia de que su marido había muerto casi un año después de haberse casado. Aunque si debió pensarlo; pues él había decidido viajar a lugares inexplorados, y eso debió suponer un riesgo que Penélope prefirió ignorar.

La viudez la había tomado tan rápido y de manera tan inesperada, que aún le costaba creer cuál era su nueva situación. Estaba sentada en el carruaje de camino a la casa que debió haber compartido con su marido, buscando consuelo en su prominente barriga de embarazo, como si el sentir su mano sobre su bebé le concediera una especie de anestesia al corazón.

De cierta manera parecía lograrlo, la hacía sentir acompañada en medio de una soledad que se volvía sofocante.

Cuando era más joven, apenas una adolescente que hundía el rostro en incontables novelas románticas; se imaginaba teniendo un final como de cuento, feliz a lado de un marido amoroso y unos hermosos hijos de cabellos castaños y sonrisas brillantes. Era una soñadora, enamorada de aquel vecino que vivía justo al frente, el hermano de su mejor amiga. Imaginaba y soñaba mucho, hasta que cada uno de esos sueños y de esas imaginaciones fueron cayendo como pesadas piedras a un abismo imposible.

Mientras crecía se daba cuenta que su amor juvenil iba cayendo en una fantasía que jamás sucedería; lo vio comprometerse con su prima, lo escuchó decir que nunca la cortejaría, y al final ella dejó caer la piedra más pesada al abismo, cuando se casó con Sam Debling y firmó su destino separándose de la fantasía, ahora dejándose guiar por la sombría realidad que se ponía enfrente.

Nunca llegó a amar a su marido, no de la manera en que amaba a Colin. Pero justo cuando decidió abrirse a Sam, cuando vio en sus ojos la misma disposición a construir algo juntos, la tragedia golpeó. Sam murió, y con él se desvaneció la esperanza de algún día conocer un amor real. Ahora, mientras el carruaje la llevaba de vuelta a una casa vacía, Penélope entendió que el amor, como siempre, era un sueño que jamás le pertenecería.

Tan solo unas horas después se encontraba en el estudio que alguna vez ocupó su marido, sentada en una silla acojinada donde alguna vez él se sentó. Ahora ella tomaba el lugar, posando distraídamente su mano sobre su vientre abultado. El leve movimiento de su bebé parecía un recordatorio de que la vida continuaba, aunque en ese momento le costara creerlo.

Mientras acariciaba distraídamente su vientre, un recuerdo del funeral se coló en su mente. Había sido un evento discreto, casi indiferente, donde las pocas caras familiares que asistieron parecían más incómodas que realmente dolidas por la pérdida de Sam. La ausencia de su primo y otros parientes había sido un recordatorio de lo frágiles que eran los lazos familiares cuando no había intereses claros de por medio.

Lady Danbury le había tomado la mano al final del servicio, un gesto firme que pretendía ser consuelo. "Eres más fuerte de lo que crees, querida", le había dicho con su voz grave, pero Penélope apenas pudo asentir.

Lady Bridgerton había estado presente, al igual que sus hijos que estaban en Londres, su madre y sus hermanas también estaban a su lado en una silenciosa compañía. Pero, mientras el ataúd descendía en la tierra fría, Penélope sintió que el vacío a su alrededor se hacía más profundo, como si la falta de una despedida adecuada de aquellos que más deberían haber estado allí le confirmara que estaba verdaderamente sola.

Frente a ella, James Adsen permanecía en silencio, inclinado hacia adelante con las manos entrelazadas, su mirada perdida en el suelo. Su rostro estaba demacrado, con sombras marcadas bajo los ojos y una tensión evidente en la mandíbula. Había sido el mejor amigo de Sam, su confidente y compañero en tantas aventuras, y ahora parecía apenas capaz de sostener el peso de la pérdida.

Romacing Lady DeblingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora