Calum
Le di una última repasada al pequeño sobrecito, con la mente desbordada de pensamientos y la duda carcomiéndome. Todavía me parecía increíble aceptar que esta droga perteneciera a Mawi. Sabía que debía hablar primero con él, antes de seguir acusándolo, pero mi instinto me decía que mi idea no podía estar más cercana a la realidad.
Me hallaba en mi habitación, esperando que él llegara a casa. La sobriedad permitió que mi madre se percatara de que actuaba extraño, pero no quise darle detalles, simplemente fingí estar un poco enfermo. Afortunadamente papá no estaba porque sabía que engañarlo a él no era tan sencillo. Era tan perspicaz que para mentirle debías empezar por creerte la mentira tú mismo.
Escuché unos leves toques en la puerta y me levanté de manera perezosa. Al abrir me encontré con la mirada cálida de mamá, quien sostenía una bandeja de charol, con un vaso de agua y unas pastillas. Era encantador ver a Yvonne en su faceta de madre y esposa dedicada. Lastimosamente, no era algo de lo que pudiera deleitarme todo el tiempo.
—Te traje una pastilla para el dolor de cabeza —me avisó, esperando que tomara la capsula.
—Gracias, mamá. Comeré algo primero y luego la tomo —dije, intentando distraerla—. ¿Mawi ya llegó?
—Sí, está en su habitación.
Tomé la bandeja y le di un beso en la frente.
—Entonces iré a la cocina. De nuevo gracias, mamá —hablé, alejándome con paso presuroso hacia la primera planta.
Al dejar la bandeja sobre la encimera, me serví un poco de jugo de naranja, tratando de calmar los nervios. "Sé directo, pero no agresivo", me repetía. Cuando subí de nuevo, oí ruidos familiares provenientes de la habitación de Mawi: los sonidos de su videojuego, seguidos de un grito de frustración.
—¡Maldito juego! —exclamó, lanzando el control sobre la cama.
Toqué ligeramente la puerta antes de empujarla.
—¿Puedo pasar?
—Claro —respondió, encogiéndose de hombros—. ¿Acaso vienes por más consejos?
—Sabes que si necesitara un consejo con la última persona a la que acudiría eres tú —mencioné con obviedad.
Me senté en el borde de su cama, notando el desorden habitual: ropa tirada por doquier, una caja de pizza vacía sobre la alfombra y una lata de refresco sobre la mesa de noche.
—Eso no parecía esta tarde que estabas hablándome sobre tu chica —se jactó, lanzándome un cojín.
—Te hablé de ella porque tú mismo lo preguntaste.
—Patrañas —bufó, haciéndose el indignado.
Ambos nos quedamos en silencio por un momento que se sintió eterno.
—Y bueno, ¿Qué quieres? Tu cara me dice que no estás aquí solamente porque sí —preguntó, cortando con el mutismo.
—¿Quién te llamó esta tarde?
—consulté, conservando un timbre de voz calmado, que le permitiera sentirse en confianza para hablarme.—Un amigo del instituto, teníamos que estudiar para un examen —respondió con simpleza; no obstante, la sensación de que me seguía mintiendo no se apartaba de mí.
—Claro —musité, empuñando mis manos repetidas veces—. Sucedió algo bastante curioso cuando te fuiste.
Sus ojos se posaron con atención sobre mí, mostrándose interesado por lo que estaba contando.
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Calum
Roman d'amourEn las calles de Burdoff, la abundancia de la corrupción y la existencia de la mafia, son afirmaciones irrefutables. Aquel mundo hermético sabía camuflarse demasiado bien, pasando casi que desapercibido para aquellos que no formaran parte de el, y d...