Capítulo 7: La profecía

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La mañana siguiente llegó con un silencio inesperado. Los primeros rayos del sol se filtraban por las cortinas, dibujando sombras cálidas en la habitación. Alina abrió los ojos lentamente, sintiendo el peso de un brazo rodeándola con suavidad. Su respiración se detuvo un instante al notar que Kevin estaba junto a ella, aún dormido, en la misma cama.

Él estaba recostado de lado, con el rostro relajado y tranquilo. Su brazo descansaba protectoramente sobre el espacio entre ambos, como si, incluso en sueños, hubiera querido asegurarse de que estuviera a salvo. Alina no pudo evitar que un rubor subiera por sus mejillas y que su corazón comenzara a latir con fuerza.

"¿Se quedó aquí toda la noche... conmigo?" pensó, incapaz de apartar la vista de él. La mezcla de vergüenza y una sensación reconfortante hizo que apenas se atreviera a moverse, temiendo despertarlo.

Intentó girar lentamente para levantarse, pero el leve movimiento hizo que Kevin se despertara. Sus ojos color miel se abrieron despacio, aún somnolientos, y en cuanto vio a Alina, un destello de preocupación apareció en su mirada.

—¿Cómo te sientes? —preguntó con voz baja y ronca, mientras se sentaba un poco, aún sin retirar del todo su brazo.

Alina apartó la mirada, sintiendo el calor en su rostro intensificarse.
—Estoy mejor... Gracias por quedarte conmigo —murmuró.

Kevin la observó por un momento antes de responder, pasando una mano por su cabello despeinado.
—No podía dejarte sola después de lo que pasó anoche. No sabía si estarías bien, y no quería arriesgarme.

Alina apretó las sábanas entre sus dedos, sintiendo una mezcla de gratitud y nerviosismo.
—No tienes que preocuparte tanto por mí...

—Sí, tengo que hacerlo —respondió Kevin con firmeza, interrumpiéndola. Sus palabras eran simples, pero la determinación en su voz era innegable.

Alina levantó la mirada hacia él, encontrando algo reconfortante en sus ojos. Sin embargo, el recuerdo de lo sucedido la noche anterior regresó como un golpe: las luces verdes, las chispas, las imágenes en su mente. La tranquilidad que sentía se mezcló con el miedo.

—Kevin... Lo que ocurrió anoche... No entiendo qué me está pasando.

Kevin se inclinó ligeramente hacia ella, con una expresión seria pero tranquila.
—No importa lo que sea, lo resolveremos juntos. No estás sola en esto, Alina.

Justo cuando Kevin terminaba de hablar, la puerta de la habitación se abrió de golpe, y Helen entró apresurada. Alina, sobresaltada, se incorporó de golpe en la cama, su corazón latiendo con fuerza.

—¡Por fin despiertas! —exclamó Helen, mirando a Alina con un tono de urgencia—. ¿Cómo te sientes?

Alina, todavía algo aturdida, intentó calmarse. Su mirada se desvió rápidamente hacia Kevin, quien permanecía sentado junto a ella, aunque claramente incómodo por la interrupción.

—Estoy... mejor —murmuró Alina, sin poder ocultar su nerviosismo—. Solo fue... algo extraño anoche.

Helen entrecerró los ojos, evaluándola con detenimiento.
—¿Algo extraño? Kevin, ¿qué pasó aquí? La habitación apestaba a energía residual cuando pasé por el pasillo.

Kevin enderezó los hombros y mantuvo una expresión seria.
—No estoy seguro de qué fue exactamente. Pero Alina... —hizo una pausa, como si buscara las palabras correctas—. Creo que sus poderes se están manifestando.

Helen abrió los ojos, sorprendida, y luego frunció el ceño.
—¿Poderes? ¿Estás diciendo que ella es...?

—¡No lo sé! —interrumpió Alina, alzando un poco la voz. Aún sentía el miedo y la confusión arremolinándose en su interior—. No sé qué me está pasando. Todo empezó cuando vinimos aquí. No sabía que podía... hacer eso.

EL DRAGÓN DE FUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora