Los lunes en el instituto eran un experimento social en toda regla. Nadie, ni los profesores ni los alumnos, parecía haber dormido lo suficiente, y todo parecía salir al revés. Carla llegó temprano, como casi siempre, con su portátil bajo el brazo y un café que ya empezaba a enfriarse.
Para cuando la primera clase comenzó, ya estaba lidiando con una lista interminable de problemas: un proyector que no funcionaba, una alumna que había olvidado su cámara y un ordenador que decidió apagarse justo cuando intentaba guardar un archivo.
—¿Qué le pasa a esta cosa? —masculló, golpeando suavemente el teclado mientras los alumnos esperaban.
A mitad de su pelea con la tecnología, Viki apareció en la puerta del aula.
—¿Todo bien por aquí? —preguntó con su tono calmado, observando la escena.
—¿Te parece que todo está bien? —respondió Carla, alzando una ceja con una mezcla de frustración y diversión.Viki entró y se cruzó de brazos, mirando el ordenador como si estuviera frente a una obra abstracta que no entendía del todo.
—No tengo ni idea, pero... ¿has probado apagarlo y encenderlo?Carla la miró con una mezcla de incredulidad y risa.
—¿De verdad? Esa es tu gran solución.
—Funcionó cuando mi móvil dejó de sonar... por dos semanas.Aunque el comentario no ayudó mucho con el problema, sí arrancó una risa a Carla, que se dio cuenta de que estaba apretando los dientes más de lo que debería. Al final, consiguió resolverlo, y Viki salió del aula con un gesto despreocupado, como si no hubiera hecho nada.
Más tarde, en la sala de profesores, Carla la encontró mirando la fotocopiadora con expresión de derrota.
—Déjame adivinar: no funciona. —Carla se acercó, con los brazos cruzados.
—No entiendo estas cosas. Antes era más fácil, ¿no? Un botón y listo. Ahora parece que tengo que hacer un máster solo para sacar una copia.Carla tomó el control. En unos segundos, la máquina comenzó a funcionar, y Viki la miró como si acabara de realizar un truco de magia.
—Deberías abrir un taller de tecnología para inútiles como yo. —El comentario de Viki era tan seco que Carla no supo si estaba bromeando o no.—Si me pagas con café, lo consideraría. —Carla le guiñó un ojo, dejando que la conversación quedara en el aire.
El resto del día fue igual de caótico, pero, de alguna forma, las interacciones con Viki le dieron un poco de ligereza. Carla empezaba a acostumbrarse a sus comentarios cortantes y a su forma directa de ser, y Viki, aunque no lo demostraba, parecía buscarla más a menudo de lo que lo hacía con otros profesores.
Cuando llegó el final del día, Carla estaba recogiendo sus cosas cuando Viki apareció de nuevo en su puerta.
—¿Sobreviviste al lunes? —preguntó, apoyándose contra el marco con su habitual postura relajada.
—Milagrosamente, sí. ¿Y tú?
—Ni lo sé. Solo quiero llegar a casa, ponerme el pijama y olvidarme de todo.Carla sonrió, porque, por primera vez, Viki no parecía la mujer inquebrantable que todos creían. Solo alguien que también estaba agotada y, de alguna manera, conectaba con ella en esa fatiga compartida.
—Bueno, al menos sobrevivimos juntas. Eso ya es algo.
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Entre Líneas
Teen FictionCarla y Victoria nunca imaginaron que sus caminos cruzados en el instituto se convertirían en una conexión tan intensa como compleja. Una fotógrafa apasionada y una ilustradora que renació tras un divorcio se encuentran enseñando arte a nuevas gener...