capitulo 10

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Capítulo 10: Entre secretos y promesas

Yuji, sentado en el sofá, todavía tenía la taza de café en sus manos, pero ya estaba fría. No podía evitar sentirse enredado en la presencia de Makima, como si cada palabra suya lo atrapara más profundamente en algo que no alcanzaba a comprender del todo.

— ¿Ayudarme? —repitió Yuji, tratando de desentrañar las verdaderas intenciones de Makima—. ¿Cómo podrías ayudarme? ¿Qué tienes en mente?

Makima, en lugar de responder inmediatamente, se levantó de su asiento. Su movimiento fue elegante, como si cada paso estuviera planeado. Caminó lentamente hacia Yuji, deteniéndose justo frente a él. Yuji sintió su corazón acelerarse, aunque no sabía si era por nerviosismo o por la atmósfera pesada que la rodeaba.

De repente, Makima se inclinó hacia él, acercándose tanto que su rostro quedó a escasos centímetros del suyo. Yuji se congeló, incapaz de apartar la mirada de esos ojos amarillos con los anillos rojos girando lentamente en ellos.

— ¿En qué quiero ayudarte? —susurró Makima, con un tono que era a la vez suave y cargado de intención.

Yuji apenas pudo respirar. La forma en que lo miraba era desconcertante, como si estuviera a punto de revelar algo importante. Makima inclinó un poco más su rostro, y por un breve momento, Yuji pensó que iba a besarlo. Su corazón dio un salto, pero en lugar de eso, ella se inclinó hacia su oído.

— Quiero ayudarte a entender quién eres realmente, Yuji Itadori, —le dijo con una voz baja, casi seductora, pero cargada de un peso que hizo que Yuji se tensara—. Eres mucho más que un chico tratando de redimirse. Dentro de ti hay algo... único. Algo que ni siquiera tú comprendes todavía. Pero yo sí lo comprendo. Y puedo mostrarte cómo usarlo.

Yuji se apartó ligeramente, su rostro lleno de confusión y una pizca de desconfianza.

— ¿Qué estás diciendo? —preguntó, tratando de calmar el torbellino de emociones que sentía—. ¿A qué te refieres con “algo único”? No soy más que un chico normal que tuvo la mala suerte de... de...

— De ser el recipiente de Sukuna, —terminó Makima por él, su tono era calmado, como si fuera un hecho trivial—. Eso no es “mala suerte”, Yuji. Es un don, una oportunidad que pocos en este mundo tienen. Pero lo estás desperdiciando, luchando contra algo que podrías controlar, si supieras cómo.

El nombre de Sukuna hizo que Yuji sintiera un escalofrío recorrer su espalda. Apretó los puños, tratando de mantener la calma.

— No quiero controlar a Sukuna, —dijo con firmeza—. Quiero deshacerme de él. No soy un monstruo, y no quiero convertirme en uno.

Makima sonrió ligeramente, pero esta vez había algo oscuro en su expresión. Se volvió a enderezar y comenzó a caminar alrededor del sofá, como si estuviera evaluándolo.

— Un monstruo... —repitió, como si probara la palabra—. ¿Es eso lo que temes? Yuji, el mundo está lleno de monstruos. Algunos son visibles, como los demonios que enfrentamos. Otros... están escondidos en los corazones de las personas. Pero tú no eres uno de ellos. Tú eres algo más. Eres un puente entre lo humano y lo divino. Un equilibrio. Eso te hace especial.

Yuji la observó, intentando encontrar sinceridad en sus palabras. Había algo en ella que lo hacía querer confiar, pero al mismo tiempo, cada instinto le gritaba que tuviera cuidado.

— ¿Por qué te interesa tanto lo que soy o no soy? —preguntó finalmente—. No me conoces, y no entiendo qué es lo que ganas con esto.

Makima se detuvo detrás de él, inclinándose ligeramente hacia su oído una vez más.

— Gano porque me gusta tener aliados valiosos, Yuji. Y tú eres invaluable. En este mundo, el poder es lo único que importa. Pero ese poder no significa nada si no sabes usarlo. Déjame enseñarte cómo. Déjame guiarte hacia un propósito que realmente importe.

Yuji se levantó de golpe, alejándose de ella.

— ¡No quiero tu poder ni tu guía! No sé qué buscas, pero no voy a ser parte de tus planes, sea lo que sea que estés tramando.

Makima no mostró ninguna reacción ante su rechazo. En cambio, lo observó con una mirada tranquila, casi divertida.

— Tienes razón en ser cauteloso, Yuji. Es lo que te mantiene vivo. Pero tarde o temprano, entenderás que no todos los enemigos son claros, y no todos los aliados son desinteresados. Cuando llegue ese momento, espero que recuerdes esta conversación.

Yuji la miró fijamente, su mente dividida entre querer irse y quedarse para entender más. Finalmente, dio un paso hacia la puerta.

— Gracias por el café, pero creo que es hora de que me vaya.

Makima lo dejó ir, pero mientras salía, su voz resonó detrás de él, suave pero cargada de significado.

— La próxima vez que necesites respuestas, Yuji, recuerda que siempre estaré dispuesta a hablar. Solo tienes que buscarme.

Yuji salió al pasillo, sintiendo que algo había cambiado en él. Había algo en Makima que no podía ignorar, algo que lo atraía tanto como lo aterraba. Y aunque intentó apartar esos pensamientos, sabía que esa noche y esa mujer permanecerían en su mente por mucho tiempo.




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