XVII.

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Su cabeza pesaba por la indiferencia de su amigo, ¿por qué se sentía así? No lo sabía, quería que no le importara, no podía comprender con exactitud porque su cuerpo parecía estar en un modo destructivo en el que su cabeza le ordenara recordar una y otra vez las palabras duras que le dijo a Jungkook.

¿Podría ser por eso? Se preguntaba. Pero me ha perdonado. Se respondía.

Pensaba que su falta de tacto podía ser comprendida y olvidado tan fácilmente, Jimin no estaba acostumbrado a lidiar con personas distintas a él; no sabía cómo tratar con humanos diferentes a él, llenos de pecado y perdición.

Si me perdono, ¿por qué me trata así? No es justo, debería hablar conmigo, ¿por qué me querría castigar? Si el pecador es él. Trata de razonar, dar una razón válida para el comportamiento de su amigo.

¿Por qué un pecador como Jungkook quería castigar a un fiel cordero de Jesús como Jimin? Y tal vez ahí estaba el problema, Jimin no aceptaba su crueldad, su pecado en juzgar a alguien atribuyéndose el papel de Dios.

Pero claro, en la cabeza llena de superioridad celestial de Jimin no podía evitar pensar que Jungkook estaba mal y él bien, así que, fue a buscarlo. A mitad del camino se detuvo en seco, no sabía dónde vivía y mucho menos sus rutas habituales, no sabía mucho de Jungkook como él sabía de su vida, hizo una mueca y pensó, tal vez podría estar en la iglesia.

Acertó en su idea, al entrar al templo vio su cabeza desde lejos, lo reconoció al instante; podría hacerlo entre miles de devotos. Sonrió caminando hacia él, apresurando su paso como si fuera a evaporarse si no se apresuraba.

“Jungkook, hola.” Sonrío mientras susurraba, aunque la sonrisa se le borró cuando no recibió ningún gesto por parte de su amigo.

“Hola.” Le dijo seco y hasta parecía molesto, como si Jimin hubiera interrumpido algo.

“Te busqué por todas partes, me di cuenta que ni siquiera sé dónde vives.” Dijo mirando al perfil de Jungkook, tratando de encontrar algo de emoción en aquel lienzo sin muecas. Frunció el ceño cuando creyó ver una lágrima seca sobre su mejilla.

“Nunca preguntaste, ¿cómo ibas a saber dónde vivo si no preguntas?” Dijo frotando su cara, como si tratara de despertar. “¿Qué pasa? ¿Por qué me buscabas?”

“¿Podemos hablar afuera?”

“No.” Negó con la cabeza. “Hablemos aquí, estoy cómodo aquí, si no quieres hacerlo, puedes irte.”

La frialdad de Jungkook era algo nuevo, nunca le había hablado con tantas espinas en su lengua, se sentía muy pequeño al lado de su amigo.

“Bien…” Suspiro, quería que las cosas con él estuvieran bien, quería librarse del peso de su indiferencia. “¿Por qué me estás evitando?”

“¿Lo hago?” Soltó una corta risa y sonrió de lado. Burlándose de Jimin.

“Si, desde ese día…tú me evitas, las cosas no son iguales entre tú y yo. Yo-yo solo quiero que las cosas entre tu y yo vuelvan a ser iguales, quiero que dejes tu indiferencia de lado. Y si… y si te herí mucho aquella vez lo siento mucho, no medí mis palabras y te lastime, no te juzgo por tu estilo de vida, pero la biblia—” Fue hasta donde pudo llegar, un enojado Jungkook irrumpió su charla sin sentido y sin corazón.

“¿Dime quién eres tú, para juzgar y apuntar mi vida? Solo Dios puede hacer eso, no te atribuyas papeles que no son tuyos, ¿quién eres tú para poner un pero a mi vida y a mi sexualidad, Jimin? Dime.” Por fin le miró de frente, lo enfrentó con sus grandes ojos enojados, le apuntó hasta el alma con sus cuestionamientos, Jimin no era nadie para juzgarlo. “Por lo menos yo tengo los huevos para enfrentarme a toda esta mierda, por lo menos soy quien quiero ser y lo enfrentó con la cabeza en alto, no me escondo tras una fachada de fe y celestialidad que nunca me pertenecerá. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra.”

Sus palabras habían logrado revolver la conciencia de Jimin, la pregunta ¿quién eres para juzgar? le había acorralado. Sobre todo las insinuaciones por parte de Jungkook. Que, sinceramente, no supo porque las dijo, solo quería molestarlo y atormentarlo como él había hecho en el pasado.

Y funcionó.

“¿Que insinuas?” Se levantó indignado. Cómo Jimin había mordido el anzuelo no había otro camino que el que tenía enfrente, atormentar al cordero con aquella duda a lo que era y a su falta de valentía en esa fachada de angelito catolico.

Jungkook se levantó a su lado y lo miró de frente, muy cerca, tanto que respiraban el mismo aire y sus pulmones guardaban el suspiro del otro.

“Que yo si tengo la valentía para vivir y enfrentarme a todo lo que me han enseñado, no como tú.”

“No te entiendo.”

“¿No? O, ¿no quieres entenderme? Porque tú y yo sabemos…sabemos que tú quieres esto desde el primer momento en que nos vimos.” No dijo nada más y tomó de la barbilla a Jimin para juntar sus labios.

Se trago la pregunta que su cordero le iba a hacer, se tragó los suspiros y el aire que compartieron. Se tragó a Jimin y lo tomó para no soltarlo. Frente al altar lo reclamaba como suyo arrebatandoselo de las manos a Dios, quitándole al cordero más fiel y devoto.

Era suyo, suyo para caminar juntos en las llamas de su perdición.

Padre consuelame en tus brazos ; km auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora