24. contigo

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— ¿Ahora sí terminamos... cierto? —preguntó Sakusa, un tanto aterrado por la respuesta de Atsumu.

En este momento, Sakusa llevaba en cada mano al menos cuatro bolsas de compras, mientras que Atsumu llevaba al menos cinco.

El reportero había insistido en comprarle ropa de más a Sakusa, incluso si no era blanca. Después de que el pelinegro le soltara la bomba de que solo usaba colores oscuros, Atsumu no pudo dejar que esto continuara bajo su guardia.

Dejar que un hombre tan guapo como Sakusa no usara más que prendas negras era simplemente ridículo y no dejaría que siguiera ocurriendo por mucho más tiempo.

— ¿Tienes hambre? ¿Qué tal si comemos algo? —le preguntó Atsumu.

— Muero de hambre —respondió Sakusa, de aún más mal humor que de costumbre.

— ¿Qué quieres comer?

— Lo que sea, solo quiero comer.

— ¿Qué tal sushi?

— No sé.

— ¿Hamburguesa?

— No sé.

— ¿Pizza? —Sakusa se encogió de hombros. — Uh... ¿comida china?

— ¡No sé! — Contestó Sakusa, harto.

— Okay, entonces un buffet será. — Atsumu comenzó a caminar, mientras que Sakusa lo seguía por atrás.

Los chicos comenzaron a caminar de vuelta al carro con paso apresurado, especialmente Atsumu, para que Sakusa no se pusiera de aún más mal humor; aunque, lo cierto era que Atsumu también comenzaba a fatigarse, al mismo tiempo y con la misma velocidad. Y como tenían tan mala suerte, el auto lo habían dejado del otro lado del centro comercial.

Ahora era de noche, y las rodillas de ninguno les daban para mucho más, así que, desde otra perspectiva, parecía que alguien los perseguía, dado lo rápido de su caminar. Pasaron más de cinco minutos caminando, cuando fueron detenidos por una joven adolescente:

— ¿Señor Atsumu Miya? —Atsumu tuvo que tomar una gran bocanada de aire para controlar su impaciencia por llegar al auto.

— Así es, ¿qué tal? —dijo sonriendo a la joven emocionada. Sakusa rodó los ojos detrás de él.

— ¿Podría tomarme una foto con usted? —preguntó nerviosamente la estudiante.

— ¡Por supuesto! —dijo Atsumu acercándose a ella para que la chica tomara la foto, mientras Sakusa salía en un rincón de esta, con su característica expresión sombría y seria, pues sus rodillas le dolían demasiado como para moverse y no salir en la foto.

— Muchas gracias —habló la joven agradecida.

— A ti. —le dedicó otra sonrisa. — Omi, vamos —se dirigió esta vez al pelinegro que esperaba a sus espaldas, quién rezaba no ser interrumpido por otro fan que los retrasara más. Ambos chicos siguieron con paso apresurado hasta el auto.

Diez minutos después, por fin llegaron a los estacionamientos. Sakusa se dejó caer en el asiento del carro en cuanto abrió la puerta de este, dejando salir al mismo tiempo un gran suspiro aliviado.

— ¡Ugh! Dios, me duele todo —comentó mientras echaba la cabeza para atrás y cerraba los ojos.

— Mis rodillitas... —se quejó Atsumu mientras las acariciaba.

La verdad es que Sakusa estaba demasiado cansado como para ir a otro lugar, quería ir a casa, quería acostarse en su cama con su cobijita de lana, en sus suaves pijamas.

— Oye, Atsumu. —El rubio se giró a verlo. — Estoy cansado, quiero ir a casa. — Manifestó Sakusa, con completa honestidad. — El corazón de Atsumu se pausó.

Atsumu se sorprendió ante su honestidad. Parecía ser que la cita había sido un completo desastre y Sakusa, no podía esperar para llegar a casa.

El rubio sintió su pecho achicarse, ante esta realización, pero no tuvo más opción más que aceptar la realidad rápidamente.

— ¡Oh! Uhm... Okay, entonces te llevo — Cedió de inmediato, a pesar de no querer hacerlo. Cabizbajo, encendió el auto y comenzó a manejar.

Atsumu, por supuesto, quería pasar más tiempo con Sakusa, pero si este estaba demasiado cansado como para seguir fuera, en vez de en su hogar, entonces no tenía sentido que lo forzara a quedarse con él.

Sakusa vio la decepción en el rostro de Atsumu y se dio cuenta de que no había entendido lo que le había querido decir.

— Contigo. — Soltó Sakusa de repente.

Atsumu demasiado fuera de sus pensamientos debido a la repentina decepción de que tendría que separarse demasiado Sakusa antes de lo previsto, no escuchaba realmente lo que el pelinegro le decía:

— ¿Uh? —emitió Atsumu fuera de sí mismo, demasiado distraído para ver el pez gordo frente a sus narices.

— Quiero ir a casa contigo. — Aclaró, mientras veía la mirada sin vida de Atsumu.

— Oh... —asintió estúpidamente, como si estuviera en automático.

Sakusa se cruzo de brazos mientras esperaba en silencio que la información fuera analizada por el cerebro de Atsumu.

— ¿¡OH!? — Exclamó girándose abruptamente hacía Sakusa con los ojos mucho más abiertos que de costumbre.



















Sakusa al fondo de la foto:

Sakusa al fondo de la foto:

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Dulce como Mocca - SakuatsuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora