Capítulo 14: No Estábamos Solos

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El amanecer llegó lentamente, pintando de tonos cálidos las paredes desgastadas del piso de Daniel. Alex abrió los ojos y por un instante no supo dónde estaba. Luego, la sensación del sofá bajo su cuerpo y el sonido de la respiración tranquila de Daniel le devolvieron a la realidad.

Se levantó con cuidado, procurando no despertarlo, y se acercó a la ventana. La calle estaba casi desierta, con el sol apenas comenzando a asomarse entre los edificios. Era una calma engañosa, pensó, porque sabía que, tarde o temprano, tendría que enfrentarse a todo lo que había estado evitando.

El móvil vibró en su bolsillo, sacándolo de sus pensamientos. Era un mensaje de Eva:

"Sara no quiere hablar. Dice que tú ya has tomado tu decisión y que no hay nada más que decir. Ten cuidado."

Alex suspiró, sintiendo el peso de esas palabras. Sara no se rendiría fácilmente, eso estaba claro, pero no podía permitirse distraerse. Había algo más importante que resolver.

-¿Es Eva? -preguntó Daniel desde el sofá, con la voz aún somnolienta.

Alex se giró para mirarlo. Daniel estaba sentado, frotándose los ojos y con el cabello revuelto, pero había algo en su expresión que lo hacía parecer más vulnerable de lo habitual.

-Sí, me dijo que Sara sigue molesta -respondió Alex, guardando el móvil en el bolsillo-. Pero no te preocupes, puedo manejarlo.

Daniel asintió, pero no parecía convencido.

-Sara no es el único problema, Alex. Hay algo más, ¿verdad?

La pregunta lo tomó por sorpresa, pero supo de inmediato a qué se refería. Desde la muerte de su abuela, había estado evitando hablar del tema, incluso consigo mismo. Pero ahora, con Daniel mirándolo de esa manera, supo que ya no podía seguir callando.

-Es... complicado -dijo finalmente, volviendo a mirar por la ventana.

-Puedo escucharte, si quieres -ofreció Daniel, con una suavidad que hizo que Alex sintiera un nudo en la garganta.

Tomó aire profundamente antes de hablar.

-Cuando murió mi abuela, la policía me dio una nota que ella había dejado para mí. En ella decía que la gente que mató a mis padres también estaba detrás de ella. Que querían algo... algo que mi familia tenía.

Daniel lo miró en silencio, procesando lo que acababa de escuchar.

-¿Sabes qué es eso que buscan?

Alex negó con la cabeza.

-No tengo idea. Pero... creo que tiene que ver con mi padre. Él era abogado, trabajaba con mucha gente importante, pero siempre decía que había cosas que no podía contarme. Ahora entiendo por qué.

Hubo un largo silencio entre ellos antes de que Daniel hablara.

-¿Qué piensas hacer?

-Encontrarlos -respondió Alex sin dudar-. Encontrarlos y hacer que paguen por lo que hicieron.

Daniel lo observó con una mezcla de admiración y preocupación.

-No tienes que hacerlo solo, ¿sabes?

Alex lo miró, sorprendido por la sinceridad en su voz. Por un momento, pensó en rechazar la oferta, en decirle que era su problema y que no quería involucrarlo. Pero algo en la mirada de Daniel le hizo cambiar de opinión.

-Gracias, Daniel.

El chico asintió, como si esas dos palabras fueran suficientes para sellar un pacto entre ellos.

El día había comenzado con dudas y temores, pero ahora, mientras el sol iluminaba la habitación, Alex sintió algo que no había sentido en mucho tiempo: esperanza.

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