CAPÍTULO OCHO

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Anastasia

—¿Ves esto? —sus dedos rozan los costados de mi vientre—Es grasa, Anastasia. Estás gorda y todo se te acumula en el vientre y los muslos.

El gesto de asco de Michael se me graba en la mente. Faltan tres meses para la presentación de final de año donde bailaré el lago de los cisnes por primera vez. Hace poco cumplí diecisiete y lo único que recibí por parte de él como regalo, fue una báscula.

Suelo esconderla debajo de mi cama para que papá o mamá no la encuentren. Michael dice que debo adelgazar y, me he esforzado. Simplemente no lo logro.

Mi madre dice que obtuve la genética de papá, pero cuánto daría por ser como ella. Delgada, delicada y femenina.

Soy todo lo contrario y cada vez que me miro al espejo me cuestiono el por qué no puedo verme bonita.

Quizá eso no es para mi. Quizá no nací para «ser bonita»

—¿Anastasia, estás lista? —la voz de Eric al otro lado de mi puerta me trae de vuelta a la realidad.

Lejos de Michael y toda la basura que se dedicó a meterme en el cerebro, la cual aún no logro eliminar por completo.

—¡Un minuto! —me doy un último vistazo en el espejo.

Casi nunca estaba conforme con mi reflejo, pero me prometí a mí misma que hoy trataría de divertirme. Es viernes por la noche, y después de la mudanza y de sobrevivir al amargado de Bastian, Eric creyó que necesitaba algo de diversión.

Así que ha optado por invitarme a una fiesta.

Me apresuro a salir de mi habitación, cojo mis llaves y salgo al jardín donde Eric me espera en su motocicleta.

—Te ves guapísima, princesa—dice con una sonrisa.

Se la devuelvo en forma de agradecimiento, no sin antes avisarle que ni en mil años me subiría a una motocicleta, por lo que terminamos caminando hasta llegar a la fiesta.

No tengo idea de lo que hago aquí.

De hecho, no sé en qué momento se me ocurrió aceptar la idea de Eric de venir a una fiesta.

Nunca había ido a una, y, siendo sumamente sincera, me siento como en un zoológico.

—¿Esto es divertido? —señalo a un grupo de chicos atascados en alcohol.

Esto es una locura. Hay gente tomando por todos lados, parejas enrollándose en cada esquina y comida tirada por todas partes.

—Lo es. Ahora, no seas amargada y búscate a un novio por allí —dice sonriendo.

Eric se acerca a sus amigos, sin olvidarse de llevarme con él.

—¡Hey, André!

Un chico moreno y alto se acerca a nosotros con una deslumbrante sonrisa. Se ve casi igual que Eric, así que supongo que, al igual que mi amigo, él también va al gimnasio.

—Ella es Anastasia —le dice con emoción, y luego se dirige a mí—. Anastasia, él es André, es como mi hermano. Tú eres mi mejor amiga ahora, así que necesito que se lleven bien.

—Anastasia —pronuncia su amigo—. Es un gusto poder conocerte.

De momento estoy bastante aturdida. La música está muy alta y hay demasiada gente donde quiera que vea.

Forgive UsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora