capítulo único

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   La tormenta había pasado. Ho Seok sintió que era momento de regresar. Repitiéndose como un mantra eso de que "el tiempo lo cura todo...", caminó hacia el final de la calle y se detuvo tembloroso en el lugar exacto donde, hasta hacía un mes atrás, había estado su casa. Ahora no quedaban más que montañas de cenizas oscuras, hierros retorcidos y cimientos hundidos por el agua.

   El incendio se lo había devorado todo, en lo que tarda un parpadeo. Ho Seok se había quedado sin casa, sin la sonrisa de su hermanita y sin los abrazos de su mamá. Los primeros días caminaba, comía, respiraba como si fuera un zombi. Creyó que ya no le quedaba nada, hasta que esa noche supo que aún tenía una familia; aprendió que los verdaderos lazos pueden unir corazones aunque no compartan la misma sangre.

   Ho Seok se preguntó por enésima vez, mientras miraba los restos quemados, qué hubiese sido de él sin Tae Hyung. Tae, su mejor amigo desde los seis años, su pareja inamovible en los torneos del club, su defensor inclaudicable en la escuela cuando alguien le hacía bullying, su compañero en las noches de insomnio en la terraza, contando estrellas, el mismo que hablaba y hablaba sin parar y el mismo al que Ho Seok quería más que a cualquier otro, en silencio.

   — ¡Aquí estás!— Tae se le había acercado por detrás con sigilo, cuando vio que su amigo había empezado a llorar.

  Y lo abrazó. Como lo hacía siempre. Y como lo venía haciendo especialmente en aquellos últimos días. Lo abrazó y esperó a que su corazón se calmara. Luego que Ho Seok esbozara una sonrisa tímida, Tae no perdió tiempo y estiró sus brazos mostrándole una caja.

   —Feliz cumpleaños.— le susurró.

   Ho Seok rompió en llanto otra vez y otra vez Tae Hyung lo abrazó. Unos minutos después, sentados los dos en donde antes del incendio florecía un jardín, Ho Seok miró a Tae a los ojos:

   —Yo...vine...a buscar mi caja...pero no quedó nada...

   — Me lo imaginé...Por eso yo vine a traerte la mía.

   —No sabía que tenías una caja de tesoros igual que yo...— dijo Ho Seok sorprendido.

   —Tenía...Ya no la tengo...Ahora es tuya...

   Ho Seok sonrió con timidez. Miró a su amigo de toda la vida; casi quince años compartiendo sus vidas.

   — No puedo quedarme con tu tesoro. Es tuyo...Son cosas tuyas...Son tus recuerdos...

   — Son nuestros recuerdos...—le susurró Tae Hyung mientras abría la caja— ¿Recuerdas esta pelota de goma? Estabas jugando con ella, se la arrojabas a tu perrito, aquí mismo en este jardín, y yo pasé con mi bicicleta y...

   —...y sin querer te golpeé en la cabeza...— Ho Seok se puso colorado de la vergüenza al recordarlo — Te dieron cinco puntos en la frente aquel día por caerte de la bicicleta...¡¿Y todavía la guardas?!—Ho Seok señaló la pequeña pelota descolorida.

   — Teníamos seis años. Recién te habías mudado aquí. Yo pasaba todos los días, en mi bicicleta con la idea de hablarte pero nunca me animaba. Esperaba que me hablaras tú, pero ni siquiera me mirabas. Te la pasabas jugando con ese cachorro. Pero ese día que me golpeaste accidentalmente con la pelota no sólo logré que me hablaras, sino que además corriste hacia mí cuando me viste tirado y me cuidaste toda la noche. Te acostaste a mis pies, en mi cama, y a cada rato te acercabas y te fijabas si...

   — ...si seguías respirando...— dijo Ho Seok— Tenía miedo de que te murieras por mi culpa.

   Tae rió a carcajadas. Ho Seok miró adentro de la caja y se mordió el labio al ver una libreta de tapas negras.

   — Siempre quise saber qué dibujabas en esta libreta.— dijo Ho Seok— Te la pasabas dibujando y dibujando pero jamás me dejabas ver...

   Tae Hyung lo animó con una sonrisa. Ho Seok tomó la libreta con manos temblorosas y la abrió. Y no fue capaz de articular palabra hasta llegar al último dibujo. Era él, en cada dibujo, sentado, durmiendo, sonriendo, leyendo un libro, jugando con su perro, abrazando a su hermanita, caminando de la mano con su mamá... Ho Seok lloraba en silencio, sin poder quitar su vista de las imágenes.

    Tae tomó el último objeto que estaba arrugado en el fondo de la caja y al desdoblarlo, Ho Seok rió entre lágrimas.

   — ¡No puedo creer que guardaras eso!

   Ho Seok tomó entre sus manos el trapo viejo y arrugado que alguna vez había sido la remera favorita de Tae. Una mancha oscura y reseca hizo que Ho Seok arrugara la nariz.

   — ¡¿Por qué guardas esto?!

   Tae Hyung volvió a reír.

   — Porque...fue la única vez que te vi borracho. Me llevaste de la mano a caminar lejos del campamento. Me hiciste sentarme contigo en el tronco de un viejo naranjo, cerca del río y dijiste...que tenías un secreto que contarme...

   Ho Seok se puso serio de repente. Aquella borrachera había sido fingida. Porque era la única manera de hablarle a Tae sobre sus sentimientos, sin sentirse un cobarde. Y si todo terminaba mal, como estaba seguro de que terminaría, tenía la excusa del alcohol para asegurarle al día siguiente que nada de aquella confesión había sido cierta.

   Pero nada había salido como lo planeó. Apenas abrió la boca para decirle a Tae que lo amaba de una manera romántica, el poco alcohol que había tomado, para simular aliento de borracho, lo traicionó y terminó vomitando sobre la remera de un Tae Hyung que no paraba de reírse.

   — Nunca acabaste de contarme ese secreto...— dijo Tae de repente.

   Se miraron fijamente por varios segundos.

  — ¿Cuál es ese secreto, Ho Seok?

   Ho Seok miró a su alrededor. Todo lo que tenía ya no existía. ¿Cuáles hubieran sido sus últimas palabras a su mamá y a su hermanita...si hubiese sabido que ya no las vería nunca más?

   Por eso supo que ya no guardaría secretos nunca más.

   — Amarte...es y siempre ha sido mi secreto... Amarte de forma romántica y no como a un hermano... Desearte... Celarte....Poseerte... Ese es el secreto que he guardado siempre...

   Tae tomó de la mano a Ho Seok y lo llevó en silencio hacia un viejo naranjo que reverdecía en el patio trasero de la casa, lo único que había quedado en pie después del incendio. Sin soltarle la mano a Ho Seok, Tae quitó un pedazo de corteza que sobresalía cerca de las raíces y sonrió. Ho Seok leyó varias veces las palabras porque creía que sólo eran producto de su imaginación.

   Kim Tae Hyung ama a Jung Ho Seok...

  ...se leía en letras grandes talladas en el tronco junto a una fecha que Ho Seok reconoció en seguida.

   — ¡El día de tu cumpleaños número siete!

   — Yo también he guardado un secreto toda mi vida...— le susurró Tae— Amarte...ha sido siempre mi secreto...

   Ho Seok no aguantó más y sus labios buscaron la boca de Tae Hyung con desesperación. Luego de un primer beso apasionado, Tae alcanzó a balbucear:

   — No más secretos...

   — Secretos...¡nunca más!

  

Ese secreto que guardamos...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora