EL MONSTRUO CON PIJAMA DE DINOSAURIOS

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Mientras paseábamos por la tienda, no pude evitar sentirme un poco abrumada. Todo lo que veía era precioso, pero al mismo tiempo, la realidad de lo que se avecinaba me golpeaba poco a poco. Eros, como siempre, parecía estar disfrutando como un niño en una tienda de juguetes. Agarró un carrito en cuanto vio algunos muebles y juguetes que le gustaron, y empezó a llenarlo sin dudar.

-Mira esto, pequeña -me dijo, mostrándome un peluche suave-. Nuestra niña va a alucinar con esto.

No pude evitar sonreír. Verle tan emocionado me hacía sentir más tranquila... al menos un poco. Pero cuando llegamos a la sección de ropa para recién nacidos, algo en mí cambió.

Mis ojos se posaron en un pijamita rosa, diminuto, con una coronita dibujada en el pecho. Lo cogí con cuidado, como si fuera lo más frágil del mundo. Era tan pequeño...

-¿Qué miras, pequeña? -me preguntó Eros, acercándose con una sonrisa.

Levanté el pijama para enseñárselo, intentando que no se notase lo revuelta que me sentía por dentro.

-Te das cuenta de lo pequeña que será, ¿verdad? -dije, casi en un susurro.

Eros me miró con curiosidad, y en ese momento no pude contenerlo más. Las palabras simplemente salieron de mi boca, como si siempre hubieran estado esperando para ser dichas.

-Eros... tengo miedo -confesé, sintiendo que mi voz temblaba un poco-. Miedo de no saber qué hacer cuando llore, de que se quede con hambre... o de que no me quiera.

Nada más decirlo, sentí un nudo en el pecho. Había estado intentando ignorar esos pensamientos, pero ahora estaban ahí, a plena luz.

Eros no dijo nada al principio. En lugar de eso, se acercó y me acarició el brazo, haciendo que me sintiera un poco más tranquila al instante.

-Mia... -dijo con su voz calmada, esa que siempre logra que el mundo se detenga-. Vas a ser la mejor madre que nuestra hija pueda tener. Te lo prometo.

Levanté la mirada y le vi completamente seguro, como si no existiera ninguna duda en su mente.

-Vas a saber qué hacer, porque todo lo que necesitas ya está en ti. Tienes el corazón más grande que he conocido, y nuestra pequeña no va a tardar ni un segundo en enamorarse de ti, igual que yo.

Mis ojos comenzaron a picar, y sentí un pequeño temblor en mis labios. ¿Cómo hacía Eros para siempre encontrar las palabras exactas?

-Te amo, Mia -continuó, tomando mi mano entre las suyas-. No tienes que enfrentarte a esto sola. Estoy aquí contigo, en cada paso. Lo vamos a hacer juntos.

Una lágrima rebelde se escapó de mis ojos, pero no me importó. Sonreí, emocionada, y apreté su mano con fuerza.

-Gracias, Eros -le dije, mi voz algo rota por la emoción-. Yo también te amo... muchísimo.

En ese momento, toda la ansiedad que llevaba dentro pareció desvanecerse un poco. Eros tenía esa habilidad de hacerme sentir segura, como si, mientras estuviéramos juntos, no pudiera pasar nada malo.

Seguimos recorriendo la tienda, el carrito se iba llenando poco a poco, y yo me sentía más ilusionada con cada cosa que elegíamos. Pero sobre todo, me sentía tranquila porque sabía que no estaba sola. Eros siempre estaría ahí, conmigo.

Después de pasar la tarde en el centro comercial, no solo compramos cosas para la bebé, sino también para nosotros. Entre risas y miradas cómplices, la tarde había pasado volando. Mientras caminábamos hacia el aparcamiento donde estaba mi coche, sentí cómo el cansancio empezaba a hacerse presente.

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⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

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