Hace cuatro años.
Athena.
La puerta se cerró con un estrépito sordo, y el sonido de la cerradura girando fue como el latido de un reloj que marcaba el final de todo lo que alguna vez fui. Me quedé allí, tendida en la cama, sin fuerzas para moverme, sin motivos para nada más. La habitación estaba oscura, el aire pesado, y el olor a él, aún se colaba en mis poros, impregnando mi piel, mi ropa, mi alma.No pude contenerme más. Mis manos, temblorosas y frías, me cubrieron el rostro mientras las lágrimas comenzaban a caer en silencio, como una corriente oscura que arrastraba todo a su paso. El peso de lo que acababa de suceder se hundió en mí con una fuerza brutal. Asco. Esa era la única palabra que rondaba en mi mente. Me sentía sucia, asquerosa, como si mi piel ya no me perteneciera, como si cada rincón de mi ser estuviera marcado por él, por lo que me había obligado a hacer.
¿Cómo llegué aquí? Pensé. Todo lo que había sido, mi vida, mi dignidad, mi inocencia…se estaba desmoronando ante mis ojos, como un castillo de arena arrasado por las olas. Lo que antes me definía, lo que antes creía que era lo que valía la pena en mí, estaba siendo arrancado, pedazo a pedazo, de manera tan tortuosa que me sentía incapaz de seguir luchando.
El colchón se hundía bajo mi peso, pero el dolor físico era nada comparado con el dolor que sentía en mi interior. No podía dejar de pensar en lo que había pasado. En lo que él me había hecho. Pero aún más, en lo que yo había permitido que me hicieran. Mi mente trataba de encontrar una salida, una excusa, algo que pudiera justificarme, que me dijera que aún había esperanza. Pero la verdad era más brutal que cualquier mentira que me pudiera contar a mí misma. Mi dignidad se estaba desmoronando, y no había manera de detenerlo.
Las lágrimas caían como una tormenta, incontrolables, y por un instante me dejé llevar por la desesperación. ¿Dónde está mi valor? ¿Dónde quedó la chica que alguna vez soñó con un futuro mejor?
Pero lo peor no era solo el dolor físico, lo peor era el vacío que sentía en mi interior. Algo dentro de mí estaba muriendo, y con cada lágrima, con cada suspiro entrecortado, sentía que ese algo se desvanecía un poco más. Estaba perdiendo mi esencia, mi humanidad, y no podía hacer nada para detenerlo.
Mi cuerpo entero estaba rígido, pero mi mente se desbordaba. No, no podía permitir que esto fuera todo para mí. No podía. Pero la realidad era que cada vez que me decía eso, mi alma se quebraba un poco más. Las paredes de esta prisión se cerraban alrededor de mí, y no había nadie que me ayudara. Nadie para detener todo esto. Nadie que me viera y me sacara de aquí. Estaba completamente sola.
Mi respiración se volvía más irregular, y las lágrimas se mezclaban con el dolor, el asco y la impotencia. ¿Por qué no pude luchar? me preguntaba una y otra vez, mientras el peso de la culpa me aplastaba. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Cómo había permitido que me convirtieran en esto?
Me acurruqué en la cama, abrazándome a mí misma como si eso pudiera protegerme de la violencia que había sufrido. La frialdad del colchón, el vacío de la habitación, todo me recordaba que este era mi nuevo mundo. El lugar al que ahora pertenecía.
No sabía cuánto tiempo había pasado, ni cuántas veces me había dejado arrastrar por el llanto, pero la oscuridad de la habitación parecía apropiada para el vacío que sentía en mi interior. De alguna manera, ese frío y esa oscuridad se sentían más cercanos a la realidad que había comenzado a aceptar: este era mi infierno, y no sabía si alguna vez podría escapar de él.
Mi corazón late con fuerza en mi pecho, como si quisiera salirse, como si pudiera librarme de lo que está a punto de ocurrir. Miro el reflejo en el espejo y apenas reconozco a la chica que me devuelve la mirada. Los ojos aún son los mismos, pero hay algo diferente en ellos. Algo apagado, como si la luz que una vez los llenó se hubiera desvanecido. Mis mejillas siguen siendo suaves, pero ya no son tan jóvenes. Hay algo roto en mi mirada. Algo que nunca va a volver a ser igual.
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El rubí del Emperador [+18]
Romance-¡Lang lebe der Kaiser! -exclaman al unísono una vez abajo. Athena Harrison había vivido cuatro años terribles trabajando en el club nocturno Heaven's; había perdido toda esperanza de vivir otra vez, hasta que, en una noche inesperada, su destino ca...