Hace cuatro años.
Athena.
El día transcurre entre las sombras de lo que parece ser una rutina interminable. Junto con las demás empleadas, me esfuerzo por limpiar el club, recogiendo restos de lo que los hombres dejan atrás, como si fuéramos sombras, destinadas a desaparecer una vez que la música se apaga y las luces se apagan. No hay descanso, no hay tregua. Cada tarea me recuerda que no soy más que una parte de esta maquinaria grotesca, un engranaje en la rueda de un sistema que no tiene espacio para mi humanidad.Mi cuerpo aún está dolorido por los castigos, las noches sin dormir, las humillaciones. Mi mente está a punto de colapsar bajo el peso de la desesperación, pero aún sigo adelante, porque no tengo otra opción. Lo he aprendido, con cada golpe, con cada palabra cruel. Pero en lo más profundo de mi ser, una voz débil susurra que no debo rendirme, aunque cada vez me cueste más escucharla.
Entonces, de repente, siento la mano de Sacha agarrándome del brazo. La presión de sus dedos en mi piel me hace estremecer. Mi estómago se revuelca al instante, un presagio de lo que vendrá.
—Ven conmigo. —La voz de Sacha es fría, autoritaria, como siempre.
No hay preguntas, no hay espacio para la resistencia. No tengo elección, estoy atrapada en un laberinto del que nunca podré escapar. Sin palabras, me dejo arrastrar por él, alejándome de las otras chicas que se miran entre sí, sabiendo lo que está por suceder, pero sin poder hacer nada para evitarlo.
Sacha me lleva a una habitación aislada, más lujosa que las demás, una especie de refugio privado donde los clientes más poderosos tienen acceso a lo que desean. Es su dominio. Mi cuerpo tiembla mientras cruzamos la puerta. No hay vuelta atrás.
Una vez dentro, Sacha me empuja hacia el centro de la habitación, sus ojos llenos de arrogancia. La puerta se cierra detrás de nosotros con un ruido sordo, y el aire se vuelve espeso, pesado, como si la misma atmósfera me estuviera aplastando. Me siento pequeña, completamente vulnerable.
—Te dije que esto iba a ser diferente. —Su tono es frío y calculador, como si estuviera hablando de una mercancía en lugar de una persona.
Su risa suena como un eco lejano en mi cabeza. Cada palabra que dice me arrastra más hacia el abismo.
No hay escape.
Intento mantener la calma, pero mi respiración se acelera. Mi mente se pone en alerta, buscando alguna forma de luchar, algo que me permita defenderme, aunque sé que estoy derrotada antes de empezar. No hay forma de ganar. No cuando él tiene el poder, el control.
Sacha se acerca lentamente, y puedo ver en su mirada la satisfacción de saber que está por tener lo que quiere. Su cuerpo se mueve hacia mí como un depredador acercándose a su presa.
—No te hagas la difícil. Sabes lo que tienes que hacer. —Su voz es áspera, como un gruñido, y me estremezco ante su proximidad.
Me obliga a mirarlo, a enfrentarlo, y siento cómo la rabia comienza a burbujear dentro de mí. Quiero gritar, quiero golpearlo, quiero huir. Pero el miedo me paraliza, y el único sonido que escapa de mi boca es una respiración ahogada, un susurro quebrado que se ahoga antes de llegar a su destino.
—Eres una pieza valiosa, Athena. —Me susurra mientras se acerca. —Pero solo si sabes cómo hacer tu trabajo bien.
Intento dar un paso atrás, pero la pared me lo impide. Sacha me mira con una sonrisa torcida, como si mi resistencia fuera un juego para él, algo para disfrutar. Mis ojos se llenan de lágrimas, pero no puedo dejarlas salir. No puedo ser débil. No aquí. No frente a él.
La habitación, que antes parecía lujosa, ahora se siente como una celda. El aire está cargado de algo más que el olor del perfume barato y el alcohol. Está impregnado de desesperación, de una sensación de que mi alma está siendo arrastrada lentamente hacia un abismo sin fin.
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El rubí del Emperador [+18]
Romance-¡Lang lebe der Kaiser! -exclaman al unísono una vez abajo. Athena Harrison había vivido cuatro años terribles trabajando en el club nocturno Heaven's; había perdido toda esperanza de vivir otra vez, hasta que, en una noche inesperada, su destino ca...