Los días en Rocadragón se tornaban largos y pesados. Mientras el conflicto en Poniente avanzaba, los tambores de guerra resonaban cada vez más cerca. Lucenya, sin embargo, encontraba algo de refugio en la rutina que había creado para sí misma. Pasaba las mañanas en compañía de Joffrey, Aegon y Viserys, enseñándoles sobre la historia de su linaje, ayudándolos a practicar la lengua valyria y, a veces, llevándolos a los establos donde los dragones descansaban.Pero incluso en esos momentos de aparente calma, las palabras de Rhaenyra y la presencia constante de Jacaerys rondaban su mente. A pesar de su arrepentimiento, Jacaerys había sido cuidadoso en no presionarla. Sin embargo, su dolor era evidente; cada mirada que le lanzaba estaba cargada de pesar y deseo de reconciliación.
Esa tarde, mientras supervisaba a Aegon en sus ejercicios con la espada de madera, llegó un mensajero. Lucenya recibió el pergamino con las manos firmes pero el corazón inquieto. El sello de Rhaenyra estaba impreso en cera roja.
"Lucenya,
Esta noche te convoco al salón principal. Es necesario discutir un asunto de suma importancia relacionado con nuestra causa. No tardes.Rhaenyra Targaryen."
Lucenya suspiró. Sabía que cualquier reunión convocada por la reina implicaba decisiones difíciles.
Esa noche, el salón principal de Rocadragón estaba más iluminado de lo habitual. Las velas parecían arder con más intensidad, y el aire estaba cargado con el aroma de incienso. Rhaenyra se encontraba al final de la sala, junto a Daemon, quien permanecía silencioso pero imponente. Jacaerys estaba también presente, al igual que Baela y Rhaena, quienes observaban desde un rincón, con expresiones serias.
Cuando Lucenya entró, todos giraron hacia ella. Había algo en la atmósfera que la puso en alerta.
—Gracias por venir, Lucenya —dijo Rhaenyra, su tono más conciliador que autoritario—. Hay algo que debemos discutir como familia.
Lucenya avanzó con cautela, deteniéndose a unos pasos de la mesa central.
—¿De qué se trata? —preguntó, mirando a su alrededor, notando que todos parecían tensos.
Rhaenyra respiró hondo antes de hablar.
—La guerra avanza, y la amenaza de Aegon y sus aliados crece. Hemos perdido más aliados de los que esperábamos, y el Consejo Negro comienza a preocuparse por la estabilidad de nuestra causa. Es imperativo que reforcemos nuestro reclamo al trono.
Lucenya apretó los puños.
—¿Y cómo planeas hacerlo?
Daemon fue quien respondió, su voz profunda y cortante como un filo de acero.
—Con dragones... y descendientes.
El silencio que siguió fue como un golpe. Lucenya entendió de inmediato lo que implicaban esas palabras. Su mirada voló hacia Jacaerys, que la observaba con una mezcla de vergüenza y súplica.
—¿Así que estamos de vuelta al mismo punto? —dijo Lucenya, enfrentando a Rhaenyra con una firmeza que sorprendió incluso a la reina—. ¿Crees que la solución es que Jacaerys y yo tengamos un hijo?
Rhaenyra se levantó de su asiento, caminando hacia ella con un semblante grave pero contenido.
—No es solo lo que creo, Lucenya. Es lo que necesitamos. Sé que esta situación es compleja, pero nuestros enemigos no esperan. Cada día que pasamos sin asegurar nuestro linaje es un día que Aegon y sus aliados utilizan para reforzar sus propios derechos.
Lucenya sintió que el peso de la sala recaía sobre ella. Su mente estaba dividida: por un lado, entendía la lógica implacable de Rhaenyra; por otro, su corazón aún no podía perdonar.
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Crowns Of Fire
Ciencia FicciónUna historia de dolor, redención y el futuro de la Casa Targaryen. En medio de la guerra y la traición, Lucenya debe encontrar la paz para su corazón dividido, mientras el destino de su familia y su legado penden de un hilo.