-𝐀 𝐦𝐞𝐭𝐫𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐯𝐨𝐬
La puerta de casa estaba ahí, igual que siempre, con ese timbre que hacía un ruido horrible cuando lo apretabas, pero que nunca nos molestamos en arreglar. Era como si el tiempo se hubiera detenido en este lugar. El mismo portón, el mismo árbol del frente que mi vieja siempre decía que había que podar pero nunca lo hacía. Todo estaba igual, pero yo no.
Puse la llave en la cerradura y giré despacio, como si de repente no estuviera lista para entrar. ¿Qué me esperaba ahí adentro? ¿Mi vieja con sus sermones? ¿Mi cuarto exactamente como lo dejé? Me imaginaba los muebles cubiertos de polvo, los libros desordenados en la biblioteca, y quizás alguna prenda vieja tirada en la silla que siempre usaba como perchero.
—¿Valen? ¡Llegaste! —La voz de mi vieja resonó desde la cocina, con esa mezcla de entusiasmo y preocupación que siempre tiene cuando vuelvo después de mucho tiempo.
Me asomé al marco de la puerta y ahí estaba, secándose las manos con un repasador, con una sonrisa enorme que se le marcaba hasta en los ojos. Dejé la valija en el pasillo y me acerqué para darle un abrazo. Aunque a veces me cansen sus preguntas, siempre es un alivio tenerla cerca, como si su abrazo pudiera protegerme de todo lo que anda dando vueltas en mi cabeza.
—¿Todo bien, ma? —pregunté, intentando sonar relajada, pero sabía que no me iba a salir tan fácil.
—Todo bien, mi amor, ¿vos? Estás más flaca, ¿comiste algo en el viaje? —Soltó las preguntas como si fueran una ráfaga, típica de ella.
Sonreí un poco y le respondí lo básico. "Sí, ma, todo bien. Sí, comí algo." Pero no tenía ganas de charlar mucho, no ahora. Todo lo que quería era tirarme en mi cama y no pensar en nada.
—Andá a descansar un rato, seguro estás cansada del viaje. Dejame a mí la valija, después la subo a tu cuarto.
—No, ma, tranqui. Yo me encargo.
Agarré la valija y subí las escaleras despacio, con el peso del cansancio encima, pero también con esa sensación extraña en el pecho que no me dejaba tranquila. Cuando llegué a mi cuarto, empujé la puerta con el pie y dejé la valija en una esquina. Todo estaba tal cual lo recordaba. La cama hecha, la biblioteca con los mismos libros y esa foto vieja con Gio que tenía en el escritorio. Mi lugar, pero al mismo tiempo, sentía que ya no era del todo mío.
Me tiré en la cama y agarré el celular, y por fin tenia Internet, Busque algo para distraerme. Abrí Instagram casi por inercia, como siempre. Un par de publicaciones de gente que ni recordaba haber seguido, memes, fotos de vacaciones... y ahí, en la parte de arriba, donde están las notificaciones, vi su nombre.
Hace 9 horas; Instagram @RodriCarreraaa ha subido una historia nueva.
Me quedé congelada por un segundo. Mis dedos dudaron, pero al final terminé tocando el círculo. Y ahí estaba él.
La foto era tan simple, tan casual, pero me descolocó por completo. Estaba sentado en algún banco, con un café en la mano, se veia la mitad de su cara, y esa mirada que siempre me había derretido. Había algo en la forma en la que se veía, en cómo todo parecía tan tranquilo a su alrededor, que me llenó de emociones.
Pasé la historia rápido, como si así pudiera sacármelo de la mente, pero no funcionó. Me quedé mirando el techo, intentando procesar lo que acababa de ver. ¿Por qué siempre terminaba volviendo a él, aunque fuera a través de una pantalla?
Rodrigo tenía ese poder. Con un gesto, una palabra, una foto, lograba desarmarme por completo. Y ahí estaba yo, otra vez atrapada en su órbita, incapaz de escapar.
-Rodrigo
Eran casi las 2 A.m. cuando el micro frenó en la terminal de Bahía Blanca. Bajé del colectivo con una mezcla de cansancio y ansiedad que me quemaba por dentro. El aire frío de la madrugada me pegó en la cara, pero apenas lo sentí. Lo único que tenía en la cabeza era a Valen. Sabía que estaba en su casa, lo había deducido después de dar mil vueltas, pero ahora que estaba acá, no tenía ni idea de cómo iba a encararla.
Caminé por la terminal medio en automático, esquivando gente que estaba en la suya, algunos abrazándose, otros esperando el próximo micro. Metí las manos en los bolsillos de la campera y miré para todos lados, como si esperara que de repente ella apareciera ahí, como si el destino me quisiera hacer ese favor. Pero no, todo estaba igual que siempre.
Terminé sentándome en uno de los bancos de la sala de espera. La mochila que llevaba colgando me pesaba un montón, aunque no era nada comparado con la carga que tenía adentro mío. Saqué el celular y abrí Instagram, como si no hubiera revisado su perfil mil veces ya. Su última historia seguía ahí, esa foto en el micro. La dirección era clarísima, pero ahora que estaba tan cerca, me sentía paralizado.
¿Qué carajos iba a decirle? ¿Cómo se supone que uno arregla años de cagadas con una sola charla?
Respiré hondo, tratando de no pensar demasiado, porque sabía que si lo hacía, me iba a quedar clavado en ese banco como un boludo hasta que salga el sol. Me levanté de golpe, agarré la mochila y salí al frío de la madrugada.
—Taxi —dije con la mano levantada cuando vi uno frenado en la esquina.
Me subí rápido, cerrando la puerta detrás de mí, y le di la dirección al chofer.
—A esta hora no hay mucho tráfico, llegamos en un toque —dijo el tipo, arrancando el auto mientras yo asentía en silencio.
Apoyé la cabeza contra la ventanilla mientras el paisaje empezaba a pasar. Las calles estaban casi desiertas, iluminadas apenas por las luces naranjas de los faroles. Miraba todo con una mezcla de nostalgia y nervios. Hacía tanto que no venía a Bahía, pero cada rincón me recordaba a ella. A nosotros.
Cerré los ojos un segundo y me acordé de la última vez que estuve en esta ciudad, de la última vez que la vi en la terminal, con su valija y esa sonrisa que siempre me desarmaba. Yo estaba ahí parado, como un pelotudo, queriendo decirle tantas cosas pero sin animarme. Ahora me daba cuenta de que la había dejado ir, y de que ese error me había perseguido todo este tiempo.
El taxi frenó de golpe, sacándome de mis pensamientos.
—Llegamos, flaco —dijo el chofer.
Miré por la ventana y vi la casa. La casa de Valen. Las luces estaban apagadas, salvo por una en la planta alta. Era su habitación, lo sabía de memoria. Me bajé del taxi, pagándole rápido al chofer antes de quedarme ahí parado, mirando esa ventana como si fuera la respuesta a todas mis preguntas.
—Dale, Rodrigo, movete —me dije a mí mismo en voz baja.
Empecé a caminar hacia la entrada, con el corazón latiéndome como si me estuviera por explotar el pecho. Cada paso se sentía como una eternidad. Cuando llegué a la puerta, levanté la mano para tocar el timbre, pero la bajé enseguida. No podía despertarla a esta hora, menos después de lo que había pasado.
Me senté en el cordón de la vereda, mirando la casa en silencio. No iba a irme. No esta vez. Iba a esperar todo lo que hiciera falta, porque sabía que, aunque me estuviera muriendo de miedo, ya no había vuelta atrás.
El frío de la madrugada no me importaba. No me iba a mover de ahí. Ella tenía que saber que vine, que esta vez no la iba a dejar ir.
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Eso Tilin
Buen juevess, por fiin se termina noviembree
Espero que anden bien,
Disfruten del capituloo
Voten coomenten y nos vemos mañana, Y el Domingoo....
El domingo les subo el ultimo capitulo de esta tremenda historia
Los quiero.
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𝐂𝐞𝐫𝐜𝐚 𝐝𝐞 𝐓𝐢 - 𝐑𝐨𝐝𝐫𝐢𝐠𝐨 𝐂𝐚𝐫𝐫𝐞𝐫𝐚-
Fanfiction-𝘗𝘦𝘳𝘰 𝘵𝘦𝘯𝘨𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘥𝘦𝘫𝘢𝘳𝘵𝘦 𝘷𝘰𝘭𝘢𝘳-- Valentina Riccardi, estudiante universitaria, ha estado enamorada de Rodrigo, su compañero de clase, desde el secundario. Aunque él parece ajeno a sus sentimientos, el primer día de la faculta...