Capítulo 12

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—Inspira hondo.

Ryo inspiró profundamente, cerrando los ojos, mientras el doctor le auscultaba. Llevaban ya un rato haciendo pruebas mientras el ordenador terminaba de analizar las muestras de sangre. Normalmente Aksel no solía tomarse tanta ceremonia para analizar su estado, pero tampoco lo vio preocupado. Más bien lo contrario.

—Tu pulso está más estable que otras veces y has subido de nuevo a tus 35º habituales. —Le hizo un gesto para que se bajara la camisa, que Ryo había aguantado a la altura del cuello para que le pasara el estetoscopio—. Incluso diría que has recuperado tejido cutáneo.

Ryo alzó las cejas con sorpresa. Aksel señaló el reflector holográfico que tenía en una de las paredes, indicándole que se mirase. El dragón no tardó ni dos segundos en saltar de la camilla, quitarse la camisa y observarse detenidamente los hombros y la espalda.

—... ¿Nani? —Murmuró con los ojos muy abiertos, dándose cuenta de que, efectivamente, tenía menos escamas visibles que la última vez que acudió. La piel había ganado terreno a ambos lados de su columna y había logrado recuperar parte de la superficie de los deltoides. Incluso en el cuello presentaba algunas calvas en las que las escamas habían dejado de crecer.

Aksel pulsó algunas teclas en su terminal y el proyector holográfico superpuso dos gráficas de lecturas una sobre la otra.

—Éstos eran tus resultados la última vez que viniste —señaló los gráficos en rojo—; y éstos son los de hoy —los nuevos datos se mostraban en una serie de curvas azules que habían descendido notoriamente dentro los baremos normales.

Ryo se acercó, aún con la camisa arrugada en la mano. Aksel tenía una cara de satisfacción que casi resultaba perversa. Mas el dragón no pudo menos que suspirar con alivio, sentándose en el borde del escritorio sin apartar la vista de la pantalla.

—Parece que has dado con la dosis correcta en las inyecciones. Enhorabuena.

Aksel alzó las cejas con cierta sorpresa y apartó la mirada a un lado.

—Sí, las inyecciones... —murmuró mientras se mordía el labio como un niño travieso.

Aquel gesto logró que Ryo frunciera el ceño. Conocía bien al cuervo, lo bastante como para saber que había vuelto a jugársela. Otra vez. Se levantó, casi de golpe, con los músculos tensos y la mirada endurecida.

—¿Qué me has hecho? —masculló.

—Nada. —Aksel se enderezó también y se movió a la vez que Ryo lo perseguía, acercándose a uno de los armarios refrigerados para sacar lo que el detective reconoció como una de las dosis que le había dado a él.

Sin miramientos el médico se remangó hasta que su antebrazo biológico quedó a la vista y se inyectó la dosis con total tranquilidad, para luego clavar sus ojos azules en Ryo. En ese momento el dragón comprendió:

—... Eran un placebo.

—Suero fisiológico con suplemento potásico. Eso es lo que te has estado inyectado. Literalmente: nada que pudiera afectar a sus hormonas —admitió sin ninguna culpabilidad en su voz.

Un estallido recorrió el pecho del dragón, como un fogonazo interno, logrando que sus pupilas se estrecharan hasta volverse verticales. Casi saltó las dos zancadas que le separaban de Aksel, lo agarró de la bata médica y lo estampó contra el armario. Al sujetarle el cuervo notó que sus pies perdían el contacto con el suelo.

—¿A qué cojones estás jugando? ¿Te crees que puedes jugar a ser Dios conmigo? —Al hablar los colmillos del dragón relucieron con un brillo amenazador.

BIO·FERAL | Red de EnigmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora