Una Conversación Inevitable

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El caos que rodeaba el Gran Premio de Monza comenzaba a calmarse. El bullicio en el paddock se transformó en un murmullo constante de periodistas, mecánicos y fanáticos, todos sumidos en sus tareas tras el fin de semana de carrera. Sin embargo, para Sergio Pérez, la calma era solo aparente. 

Había logrado evitar a Max Verstappen durante toda la semana, a pesar de las oportunidades en las que casi se cruzaban. Pero ese día, su suerte se agotó. 

Sergio estaba terminando una reunión con los representantes de su agencia en una pequeña sala de conferencias del circuito. Cuando salió, encontró a Kelly Piquet esperando en el pasillo, con una sonrisa que no prometía nada bueno. 

— Sergio, me alegra encontrarte. 

— Hola, Kelly —respondió él, tratando de sonar amable pero neutral. 

— ¿Tienes un momento? Max necesita hablar contigo. 

Sergio sintió que su corazón se detenía por un instante. 

— No creo que sea necesario, Kelly. Ya hablamos en la fiesta. 

Ella negó con la cabeza, su sonrisa desapareciendo. 

— No, Sergio. No hablaron de lo que realmente importa. Por favor, solo dale unos minutos. 

Sergio quiso negarse nuevamente, pero la expresión decidida de Kelly y el agotamiento de seguir huyendo lo hicieron ceder. 

— Está bien, pero no prometo nada. 

Kelly lo guio hasta un área privada en el paddock donde Max estaba esperando. Al verlo, Max se levantó de inmediato, su expresión mezcla de alivio y ansiedad. 

— Gracias, Kelly —dijo Max, sin apartar la mirada de Sergio. 

Kelly asintió y salió de la sala, cerrando la puerta tras de sí. 

Sergio permaneció de pie cerca de la entrada, cruzándose de brazos como una barrera protectora. 

— ¿Qué quieres, Max? 

Max dio un paso hacia él, pero se detuvo al notar la postura defensiva de Sergio. 

— Necesito entender, Sergio. Necesito que me expliques por qué desapareciste, por qué nunca supe nada de ti. 

Sergio suspiró, su mirada desviándose hacia un punto indeterminado en la pared. 

— Max, no desaparecí. Simplemente seguí con mi vida, igual que tú. 

— Eso no es cierto —replicó Max, su voz firme—. Te busqué por todas partes. Hablé con agencias, amigos, incluso revisé viejas fotos tratando de encontrar una pista. Y cada vez que pensaba que estaba cerca, desaparecías de nuevo. 

— No era mi intención que me buscaras —respondió Sergio, con un tono más frío del que pretendía. 

Max se quedó en silencio por un momento, estudiando el rostro de Sergio. 

— ¿Es por lo del bebé? —preguntó finalmente, sus ojos azules buscando una reacción. 

Sergio sintió un escalofrío recorrerle la espalda, pero mantuvo su expresión neutral. 

— No sé a qué te refieres. 

— Sergio, por favor. Todos saben que tuviste un bebé. No estoy aquí para juzgarte, solo quiero entender por qué creíste que no podía ser parte de tu vida. 

La sinceridad en la voz de Max lo desarmó, aunque solo un poco. 

— Porque no había nada que entender, Max. No teníamos nada más que una noche. Fue especial, sí, pero no significaba que tuvieras que estar involucrado en todo lo que pasara después. 

Max frunció el ceño, su frustración evidente. 

— ¿Cómo puedes decir eso? Para mí significó mucho más que una noche, Sergio. 

— Tal vez para ti, pero para mí fue suficiente para seguir adelante —mintió Sergio, su voz temblando ligeramente. 

Max notó el temblor y dio otro paso hacia él. 

— ¿De verdad fue así? Porque no parece que estés siendo honesto contigo mismo. 

Sergio retrocedió instintivamente, chocando contra la puerta. 

— Esto no tiene sentido, Max. Tú tienes tu vida y yo tengo la mía. ¿Por qué no puedes dejarlo así? 

Max se detuvo, dejando espacio entre ambos, pero su voz adquirió un tono más suave. 

— Porque no puedo olvidarte, Sergio. No pude entonces y no puedo ahora. Cada vez que veo tus fotos, cada vez que escucho tu nombre, siento que algo me falta. 

Sergio sintió un nudo formándose en su garganta, pero lo reprimió. 

— Lo siento, Max, pero no puedo darte lo que estás buscando. 

Max se llevó una mano al cabello, frustrado. 

— No estoy pidiendo nada, Sergio. Solo quiero la verdad. ¿Es mío? 

Sergio sintió que el aire se volvía pesado. 

— ¿Qué es tuyo? —preguntó, aunque sabía exactamente a qué se refería. 

— El bebé. 

La pregunta directa lo desarmó, pero Sergio mantuvo su fachada firme. 

— No tienes nada que ver con mi hijo, Max. 

Las palabras salieron con más dureza de la que pretendía, y Max dio un paso atrás como si lo hubieran golpeado. 

— ¿Estás seguro? —preguntó con un hilo de voz. 

Sergio asintió, aunque evitó su mirada. 

— Estoy seguro. 

El silencio que siguió fue insoportable. Max parecía estar procesando las palabras, su rostro reflejando una mezcla de dolor y decepción. Finalmente, asintió lentamente. 

— Está bien —dijo, su voz apenas un susurro—. Si eso es lo que quieres que crea, lo aceptaré. 

Sergio quiso responder, pero no encontró las palabras. Max lo miró una última vez antes de girar y salir de la sala, dejando a Sergio con el corazón latiendo desbocado y una sensación de vacío que no podía ignorar. 

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De vuelta en el hotel, Sergio encontró a Carola jugando con Pato, que reía mientras intentaba armar una torre con sus bloques de colores. La escena debería haberlo llenado de paz, pero el encuentro con Max seguía pesando en su mente. 

— ¿Cómo te fue? —preguntó Carola, levantando la vista. 

Sergio se dejó caer en el sofá, pasándose una mano por el rostro. 

— Me preguntó si Pato era suyo. 

Carola lo miró sorprendida. 

— ¿Y qué le dijiste? 

— Le mentí. Le dije que no. 

Carola frunció el ceño, pero no dijo nada al principio. 

— ¿Estás seguro de que fue lo correcto? 

Sergio suspiró, mirando a su hijo, que ahora estaba concentrado en morder uno de los bloques. 

— No lo sé, Carola. Solo sé que no quiero complicarle la vida a Max. 

Carola asintió lentamente, aunque su expresión mostraba que no estaba del todo convencida. 

— Bueno, es tu decisión, Sergio. Pero ten cuidado. Las mentiras tienen una forma de salir a la luz en el peor momento. 

Sergio no respondió, pero las palabras de Carola se quedaron grabadas en su mente, acompañándolo mientras abrazaba a Pato y se prometía a sí mismo que haría todo lo posible por protegerlo, sin importar lo que costara. 

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Bajo las Luces de la TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora