El sonido de risas infantiles llenaba la casa de Sergio mientras Pato correteaba por la sala, llevando consigo un oso de peluche casi tan grande como él. Carola, sentada en el sofá, observaba la escena con una sonrisa, pero no podía dejar de notar la tensión en el rostro de Sergio.
— Sergio, tenemos que hablar —dijo Carola finalmente, rompiendo el silencio que había entre ellos.
Sergio dejó de doblar la pequeña pila de ropa de Pato y se giró hacia su amiga.
— Si es sobre lo que creo, prefiero no hablar de eso ahora.
Carola cruzó los brazos, decidida a no dejar el tema de lado.
— ¿Y cuándo crees que será un buen momento? Max tiene derecho a saberlo, y tú lo sabes.
— No, no lo tiene —replicó Sergio, su voz más alta de lo habitual—. Él no estuvo ahí durante todo este tiempo. Ni cuando tuve que enfrentar el embarazo solo, ni cuando Pato dio sus primeros pasos, ni cuando se enfermó por primera vez.
Carola negó con la cabeza, suspirando.
— Sergio, no estuvo porque nunca le diste la oportunidad de estar. Lo alejaste.
— ¡Lo hice por él! —exclamó Sergio, sintiendo cómo su voz se quebraba. Bajó la mirada, tomando aire para calmarse—. Max estaba construyendo su carrera, su vida. No quería arruinarle eso.
— Pero lo hiciste de todos modos, ¿no? —dijo George, que acababa de entrar a la sala con una taza de té en las manos. Había escuchado la conversación desde la cocina y decidió intervenir.
Sergio lo miró, sorprendido.
— ¿De qué hablas?
George se sentó junto a Carola, colocando la taza en la mesa.
— ¿Crees que Max está bien? ¿Que no ha pasado estos últimos años buscándote, intentando entender qué pasó? Sergio, le rompiste el corazón.
Sergio sintió un nudo en la garganta.
— No quería hacerle daño.
— Pero lo hiciste, y lo sigues haciendo al ocultarle a su hijo —dijo George con suavidad, pero firmeza—. Pato no merece crecer sin saber quién es su padre.
— Tiene a una familia —replicó Sergio, mirando a su hijo, que ahora estaba sentado en el suelo jugando con sus bloques—. Me tiene a mí, los tiene a ustedes. Eso debería ser suficiente.
Carola se levantó del sofá y se acercó a Sergio, colocando una mano en su hombro.
— Te entiendo, Sergio. Sé que solo quieres protegerlo, pero la verdad siempre sale a la luz. ¿Qué harás cuando Pato crezca y comience a preguntar por su papá? ¿Qué le dirás?
Sergio no respondió. Las palabras de Carola y George lo golpeaban como una verdad ineludible.
— Piénsalo, Sergio —agregó George—. Decirle la verdad a Max no es solo por él, también es por Pato.
Sergio asintió lentamente, sin comprometerse del todo.
— Lo pensaré.
Pero incluso mientras decía esas palabras, sabía que el miedo y la culpa seguían siendo barreras difíciles de superar.
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Max estaba sentado en su sala de estar, su cabeza inclinada hacia atrás mientras sostenía un vaso de whisky a medio terminar. Kelly, sentada a su lado, lo observaba con preocupación.
— No puedo creer que te hayas quedado callado —dijo Kelly, rompiendo el silencio.
Max giró la cabeza para mirarla, su expresión cansada y abatida.
— ¿Qué querías que hiciera? ¿Insistir hasta que Sergio me echara a gritos?
Kelly rodó los ojos.
— Sí, si eso era necesario. Max, esto no se parece a ti. Siempre has sido alguien que lucha por lo que quiere. ¿Por qué te detienes ahora?
Max dejó escapar un suspiro profundo, dejando el vaso sobre la mesa frente a él.
— Porque me dijo que el bebé no es mío, Kelly. No puedo pelear contra eso.
Kelly negó con la cabeza, exasperada.
— ¿Y realmente crees que te dijo la verdad?
Max se quedó en silencio, mirando fijamente el vaso en la mesa.
— No lo sé. Quiero creerle, pero algo no encaja.
Kelly se inclinó hacia él, su mirada seria.
— Max, he visto cómo hablas de Sergio, cómo lo miras incluso en las fotos. ¿Realmente vas a dejar que una conversación termine con todo?
Max frunció el ceño, su frustración evidente.
— ¿Qué quieres que haga, Kelly? ¿Que lo acorrale y lo obligue a decirme lo que quiero oír?
Kelly suspiró, suavizando su tono.
— No, Max. Pero sí creo que deberías seguir buscando respuestas. Tal vez no ahora, pero no puedes rendirte.
Max apretó los puños, sintiendo la rabia y la impotencia burbujeando en su interior.
— Lo único que quería era una oportunidad, Kelly. Una oportunidad para demostrarle que podía ser parte de su vida. Pero parece que nunca me la dará.
Kelly se levantó y se acercó a él, colocando una mano en su hombro.
— Tal vez no ahora, pero la vida siempre encuentra formas de dar segundas oportunidades. Solo tienes que estar preparado para cuando llegue ese momento.
Max asintió, aunque no estaba seguro de creerlo.
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Esa noche, después de acostar a Pato, Sergio se sentó en la sala con una taza de té, perdido en sus pensamientos. Carola y George ya se habían ido, pero sus palabras seguían resonando en su mente.
Sabía que tenían razón. La verdad era como una sombra que lo seguía a todas partes, y tarde o temprano tendría que enfrentarla. Pero el miedo lo consumía.
Miró hacia el cuarto de Pato, donde su hijo dormía plácidamente. Pensar en Max lo llenaba de emociones encontradas: amor, culpa, rabia, y, sobre todo, miedo.
¿Cómo reaccionaría Max al saber la verdad? ¿Querría ser parte de la vida de Pato? ¿Y qué significaría eso para la estabilidad que había construido para su hijo?
Sergio dejó escapar un suspiro, apoyando la cabeza en sus manos.
— ¿Qué hago, mamá? —murmuró para sí mismo, recordando los consejos que su madre le había dado en el pasado. Pero esta vez, no había respuesta. Estaba solo en esto, y tendría que encontrar la forma de enfrentar la verdad, por difícil que fuera.
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Bajo las Luces de la Tentación
FanfictionEn una fiesta exclusiva, Checo Pérez, un joven doncel de 18 años con sueños de ser modelo, y Max Verstappen, un prometedor piloto de 20 años, se encuentran y se sienten atraídos de inmediato. Tras unas copas y una conversación ligera, deciden dejars...