CAP 32

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El último latido de amor

NADIA

Mis ojos se abren lentamente, luchando contra la oscuridad que los rodea. El dolor en mi costado es intenso, como una corriente eléctrica que recorre todo mi cuerpo, pero algo en mí se niega a caer. El mundo sigue girando, aunque mi mente apenas lo alcanza. Todo lo que puedo ver es un resplandor débil, el reflejo de la luz que se cuela entre los árboles, el sonido de mi respiración entrecortada.

En medio de la confusión, escucho el estrépito de un disparo, seguido de una voz que apenas reconozco. Es Alejandro, su cuerpo desplomándose al suelo ante mis ojos, con una herida que se extiende rápidamente por su torso. Un disparo limpio, directo al corazón. La escena se congela en mi mente por un instante, pero el dolor en mi pecho me arrastra de nuevo a la realidad. Se que no murió y si lo hace no podría importarme menos.

El hombre que disparó no está lejos. Puedo verlo claramente ahora, parado sobre Alejandro, con los ojos grises como una tormenta a punto de estallar. Es un rostro que jamás pude olvidar, a pesar del tiempo y la distancia. Christopher.

El mundo parece desmoronarse a mi alrededor, pero me niego a dejarme llevar por el miedo o el llanto. No hay tiempo para eso. No hay tiempo para nada. Estoy aquí, herida, pero aún con fuerza para resistir, aunque mis sentidos estén borrosos.

Entonces, el hombre se mueve rápidamente hacia mí, y antes de que pueda hacer algo, sus brazos me rodean. Es firme, seguro. Me levanta con una rapidez que me sorprende, como si mi vida no fuera más que un peso ligero. Mi cabeza se apoya en su pecho, y por un segundo, todo parece calmarse. Siento su respiración, su calor. Está ahí, pero ¿por qué? La duda se apodera de mí, pero no tengo respuestas. No las necesito ahora.

A través de mi visión borrosa, puedo ver a Verónica y Alexa, también en brazos de otros hombres, desmayadas y fuera de combate. Adrián y Giovanni. Las reconozco al instante, y con la misma rapidez, me doy cuenta de lo que está sucediendo. Están evacuando, todos nosotros, y estamos siendo sacados del campo de batalla.

—Christopher… —mi voz sale apenas como un susurro, rota y desgarrada.

Él me mira, pero no dice nada. No hay palabras entre nosotros. Solo un silencio denso, denso como el aire alrededor de nosotros. Y lo comprendo. No necesito más explicaciones. Sé que las cosas nunca fueron lo que parecían. En mi mente, el escenario se vuelve claro: no era el enemigo que pensaba, ni el hombre que creí conocer.

No me dio tiempo para arrepentirme. No me dio tiempo para regresar. De alguna manera, abandoné a todo lo que alguna vez conocí, todo lo que creí importante. Y ahora, en sus brazos, me siento como si hubiera dado un paso irreversible hacia un futuro que no puedo ni imaginar.

A medida que me lleva a la zona segura, siento cómo la adrenalina se desploma, y el cansancio me consume por completo. Pero mi mente no deja de correr, buscando respuestas, cuestionando mis decisiones. Abandoné a Alejandro. Abandoné a la tropa. Y sin embargo, aquí estoy, entre los brazos de Christopher, el hombre que nunca pensé que pudiera salvarme.

Mientras me transporta, mi visión se apaga una vez más, pero antes de que todo se vuelva oscuro, escucho sus palabras, suaves pero claras:

—Esto no ha terminado, Nadia. Tú lo sabes. Estás conmigo ahora. Y no volverás atrás.

Esas palabras, cargadas de promesas y sombras, se quedan conmigo. Sin importar lo que haya sucedido, lo que quede por venir, mi destino ahora está sellado entre sus manos.

 Sin importar lo que haya sucedido, lo que quede por venir, mi destino ahora está sellado entre sus manos

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VENGANZA DESEADA [#1 MUJERES INFERNALES: SAGA]  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora