Emma los condujo a una sala iluminada con luces frías, llena de equipos científicos y monitores que parpadeaban con información. El ambiente era silencioso, pero la tensión se podía cortar con un cuchillo. Sofía y Bruno intercambiaron miradas, aún sin entender del todo qué estaban a punto de experimentar.
—Por favor, siéntense —les indicó Emma, señalando dos sillas metálicas que estaban ubicadas frente a un gran monitor y un dispositivo extraño que parecía diseñado para conectar a los sujetos con un sistema de monitoreo.
Sofía se sentó primero, con una mezcla de incomodidad y curiosidad. Bruno la siguió, más tenso de lo que habría querido admitir. Al instante, dos experimentadores entraron en la sala, con trajes blancos y máscaras que cubrían parcialmente sus rostros. Traían varios cables y dispositivos en las manos.
—Esto no tomará mucho tiempo —dijo uno de los experimentadores, una mujer de unos 30 años, mientras se acercaba a Bruno.
Sofía se quedó en silencio, observando mientras el otro experimentador comenzaba a colocarle unos parches en la cabeza. No parecía doloroso, pero la sensación de los cables sobre su piel era extraña. Luego, el experimentador le ató las manos a Bruno con una cinta suave pero firme, asegurándose de que no pudiera moverse.
—¿Qué están haciendo? —preguntó Sofía, mirando a Emma, que se mantenía observando desde un rincón.
—Es necesario —respondió Emma sin cambiar su tono. —Estos cables y parches permiten leer los impulsos cerebrales y las reacciones físicas a los estímulos. Necesitamos asegurarnos de que todo esté funcionando correctamente antes de proceder.
Sofía asintió, pero su mente estaba llena de dudas. El otro experimentador, un hombre de cabello corto, se acercó ahora a ella, repitiendo el proceso: ató sus muñecas y le colocó los parches en la cabeza. A pesar de la calma con la que todo se estaba realizando, una sensación de vulnerabilidad comenzó a apoderarse de ella.
—¿Esto es todo? —preguntó Bruno, notando su creciente incomodidad.
—Por ahora —dijo el experimentador con una ligera sonrisa—. Solo estamos recopilando datos para conocer más sobre su conexión con las tobilleras. Esto nos ayudará a comprender cómo funcionan en su sistema.
Ambos se quedaron en silencio mientras los monitores comenzaban a mostrar datos sobre sus cuerpos. Sofía observó los gráficos, notando que cada uno de sus movimientos, cada latido de su corazón, parecía ser analizado.
—Todo estará bien —dijo Emma, rompiendo el silencio. —Solo sigan el proceso y no intenten resistirse.
Sofía se sintió aún más expuesta, pero sabía que no tenía más opciones. Ambos se miraron nuevamente, comprendiendo que estaban a punto de formar parte de algo mucho más grande de lo que habían anticipado.
Sofía sintió una vibración leve pero constante en la cabeza, como si algo estuviera zumbando dentro de su cerebro. La sensación era extraña, como si su mente estuviera siendo tocada desde adentro. Bruno también pareció notar lo mismo, sus ojos se entrecerraron y su cuerpo se tensó un poco. La vibración no era dolorosa, pero sí incómoda, como si algo estuviera alterando el ritmo de sus pensamientos.
—¿Lo sientes también? —preguntó Sofía en voz baja, mirando a Bruno, quien asintió lentamente, sin apartar la vista de los cables que salían de su cabeza.
—Sí... es raro, ¿verdad? Como si algo estuviera pasando dentro de nuestra cabeza.
Los dos se quedaron en silencio, intentando comprender qué estaba sucediendo. De repente, el experimentador que había estado trabajando con ellos se levantó y salió de la sala sin decir una palabra. Sofía miró hacia la puerta mientras él se alejaba, dejando un vacío de silencio en la habitación.
YOU ARE READING
Caminos cruzados 1
Mystery / ThrillerEntre el tiempo, los desafíos y los sueños de una vida nueva, Sofía y Bruno se enfrentan a un destino que les ha dado más de lo que esperaban, pero también les ha quitado mucho más. En un mundo donde la realidad y el futuro se mezclan, estos jóvenes...