La vida de una mujer, Anna, perdida entre sombras de incertidumbre y miedo, revela un mundo donde nada es lo que parece. A cada paso, el velo de lo desconocido se vuelve más delgado, y aunque el presente la ahogue, el tiempo susurra secretos a su al...
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¡Hola, querido lector y querida lectora! Me encantaría saber si esta historia ha sido de tu agrado. Un comentario o un voto tuyo me motiva enormemente a seguir desarrollándola. Sin más, te invito a disfrutar de este nuevo fragmento. ¡Espero que lo disfrutes tanto como yo al escribirlo!
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Después de contarle todo a Cassian, sus ojos me escrutaron con asombro, reflejando su incredulidad ante la actitud de Azriel. Suspiró y negó suavemente con la cabeza, como si intentara procesar algo demasiado absurdo.
—Parecen más que un par de bebés ilyrios —murmuró con ironía—. Aunque, honestamente, creo que incluso los bebés ilyrios resuelven mejor sus problemas.
Fruncí el ceño, cruzando los brazos con indignación.
—Perdón, pero él fue quien me dejó sola en la biblioteca, y después tuvo el descaro de molestarse porque otro chico me habló. ¡Ah! Y ni hablemos de cómo quiso tirarme al vacío solo porque estaba enojado.
Mi voz sonaba como un látigo, pero Cassian no se inmutó. En lugar de responder con dureza, se sentó más cómodo, como si estuviera a punto de darme una lección que sabía que no quería escuchar.
—Mira, Anna —comenzó, su tono más grave—. Sé que Azriel puede ser difícil. Pero tienes que entender algo; su vida y la de ninguna de nosotros, no ha sido nada sencilla. Solo... tenle paciencia.
El silencio se instaló entre nosotros. Me mordí el labio inferior, incómoda. Sus palabras encendieron en mí una punzada de culpa. Había hablado con tanta indignación, olvidando que tal vez Azriel cargaba más de lo que mostraba. Avergonzada, desvié la mirada hacia el fuego que chisporroteaba en la chimenea, recordando cómo, en mi mundo, siempre me había esforzado por ser una mujer sofisticada y dueña de mí misma. Aquí, en cambio, parecía rebajarme una y otra vez.
—¿Dónde crees que esté? —pregunté en voz baja, apenas logrando ocultar mi vergüenza.
Cassian se levantó con la elegancia de un guerrero, apoyándose en sus rodillas antes de alzarse completamente.
