Capítulo 40: El Juramento de Fuego y Sangre

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El anuncio del compromiso de Lucenya y Aegon fue una sorpresa que resonó en todos los rincones de Desembarco del Rey. Aunque el consejo verde no estaba completamente unido en su opinión sobre la unión, muchos lo vieron como una estrategia para consolidar la legitimidad del rey Aegon y socavar las reclamaciones de Rhaenyra al Trono de Hierro. Sin embargo, para Lucenya, aquello no era un simple movimiento político; era una decisión que había tomado después de muchas noches de reflexión, guiada por la necesidad de asegurar un futuro estable para su hijo, si es que realmente estaba embarazada.

La ceremonia fue planeada con la pompa que correspondía a los Targaryen. Alicent Hightower, aunque inicialmente desconcertada por la idea, rápidamente tomó el control de los preparativos. Quería asegurarse de que este compromiso reforzara la imagen de su hijo como un rey fuerte y legítimo, y de que Lucenya aceptara su lugar en esta nueva familia.

La víspera del compromiso
Lucenya estaba en sus aposentos, observando el vestido que las criadas habían colocado sobre su cama. Era una prenda magnífica, de un rojo profundo con detalles bordados en hilo dorado, representando los dragones de su linaje. Mientras deslizaba los dedos por la tela, su mente vagaba entre el pasado y el futuro.

— No pareces emocionada por lo que viene — dijo una voz desde la puerta.

Lucenya se giró rápidamente para encontrarse con Aemond, quien estaba apoyado en el marco, con una pequeña sonrisa en su rostro. Desde que había llegado a Desembarco del Rey, Aemond había asumido el papel de un hermano protector. Aunque su relación nunca volvería a ser tan inocente como en su infancia, habían encontrado una forma de convivir sin rencores.

— No sé si "emocionada" sea la palabra correcta — respondió Lucenya con honestidad. — Esto no es un cuento de amor, Aemond. Es una alianza, un sacrificio.

Aemond caminó hacia ella, su parche negro destacando contra su cabello plateado.

— Tal vez. Pero eso no significa que no puedas encontrar algo real en medio de todo esto.

Lucenya suspiró.

— ¿Real? ¿Con Aegon? — Su voz tenía un toque de escepticismo. — Él me trajo aquí contra mi voluntad, Aemond. Me quitó todo lo que conocía.

Aemond inclinó la cabeza, como si considerara sus palabras.

— Tal vez lo hizo, pero ahora parece dispuesto a darte algo a cambio. No soy quien para defenderlo, pero he visto cómo te mira, Lucenya. Quiere más que tu alianza.

Ella no respondió, pero las palabras de Aemond quedaron grabadas en su mente mientras la noche avanzaba.

El día del compromiso
El salón principal de la Fortaleza Roja estaba decorado con los colores de los Hightower: verde y dorado. La luz de los candelabros iluminaba los rostros de los nobles que se habían reunido para presenciar la ceremonia. Lucenya entró al salón escoltada por Aemond, quien, por decisión propia, había tomado el lugar de su protector en este momento crucial.

Aegon ya estaba en el centro del salón, esperándola. Vestía una capa negra con bordados dorados que reflejaban el dragón tricéfalo, y su postura parecía más serena de lo habitual. Cuando sus ojos se encontraron, Lucenya sintió una mezcla de emociones: resentimiento, duda, pero también una chispa de curiosidad por el hombre que había jurado cambiar por ella.

La ceremonia fue breve pero solemne. Alicent supervisaba todo con una sonrisa contenida, mientras los nobles observaban con atención. Cuando llegó el momento de intercambiar las promesas, Aegon dio un paso adelante.

— Lucenya, sé que no soy el hombre que imaginaste cuando soñabas con tu futuro. — Su voz resonó en el salón, firme pero con un toque de vulnerabilidad. — Pero estoy aquí, dispuesto a serlo, no solo por ti, sino por lo que podamos construir juntos. Te juro lealtad, respeto y… — hizo una pausa, como si la siguiente palabra le costara pronunciarla — amor, si me permites demostrarte que puedo ofrecerlo.

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