Athena.
El amanecer se colaba por las cortinas cuando abrí los ojos. Me giré instintivamente en la cama, buscando el calor familiar de Dorian, pero todo lo que encontré fue la ausencia. Mi corazón dio un pequeño salto de alarma hasta que mi mirada se posó en mi teléfono en la mesita de noche. Un mensaje de él:"Volveré pronto, preciosa. Un asunto que resolver. No te preocupes."
Intenté tranquilizarme. Era Dorian, el hombre con más enemigos que estrellas en el cielo. Los asuntos eran su día a día, ¿no? Pero algo en mi pecho se apretaba. Era más que preocupación; era ese viejo miedo, el que se había instalado en mí desde hace años.
Me senté en la cama, abrazando mis piernas. Quería distraerme, pero los recuerdos se filtraron sin permiso. Heaven’s. Ese nombre era suficiente para ensuciar cualquier mañana.
Lo recordé como si aún estuviera allí, bajo esas luces que prometían glamour y felicidad, pero que escondían sombras y cadenas. Y él, Sacha Castelo, la peor de esas sombras, siempre observándome con esa mirada depredadora y esa sonrisa repugnante.
—Ma petite souris —susurraba mientras pasaba sus dedos por mi cabello, ignorando mis intentos de apartarme.
"Mi pequeño ratón."
Odiaba ese apodo, tanto como lo odiaba a él. Pero en esos momentos, atrapada, sin salida, no tenía fuerzas para enfrentarlo. Solo podía fingir que no lo escuchaba, rezar porque terminara rápido.
No podía evitar sentirme sucia al recordarlo. No importaba cuántas veces Dorian me abrazara, cuántas veces me mirara como si fuera lo más precioso del mundo. Esa parte de mí, esa Athena rota y temerosa, seguía allí, como una sombra que nunca desaparecería.
Me levanté de la cama y caminé hacia el espejo. Me miré a los ojos, buscando algo, cualquier cosa que me recordara quién era ahora. Ya no era su ratón. Era Athena Harrison, la Sovrana, el Rubí del Emperador, la mujer que destruyó a Giovanni y escapó de su infierno.
Pero entonces, ¿por qué seguía sintiendo esas cadenas invisibles? ¿Por qué todavía escuchaba su voz en mi mente?
Respiré hondo, intentando calmarme.
—No eres esa niña, Athena. No más.
Una tormenta se gestaba dentro de mí. Sabía que necesitaba respuestas, pero también sabía que esas respuestas podían no gustarme.
Bajé las escaleras lentamente, todavía con la mente nublada por la tormenta de pensamientos que rondaban mi cabeza. Ana, con su siempre cálida sonrisa, me esperaba en la cocina. La luz suave de la mañana se colaba por las ventanas, iluminando su rostro y haciendo que la estancia se sintiera más acogedora de lo que había estado en mucho tiempo.
—Buenos días, querida —dijo Ana, sirviendo el desayuno con una tranquilidad que contrastaba con mis pensamientos acelerados.
Me senté en la mesa, agradeciendo el gesto, pero mi mente seguía atrapada en las sombras del pasado. Tomé un sorbo de café, intentando encontrar algo de consuelo en la calidez del líquido. Mientras lo hacía, saqué mi teléfono, el sonido de la pantalla tocando la mesa resonando en la quietud de la habitación.
Deslicé el dedo por la pantalla, sin esperar nada fuera de lo común, hasta que una noticia emergió en la pantalla con un titular que me heló la sangre:
"Club nocturno Heaven's reducido a cenizas. Su gerente, Sacha Castelo, encontrado muerto. ¿Posible ajuste de cuentas?"
El mundo pareció desmoronarse alrededor de mí, el café cayendo de mis manos, casi con una lentitud deliberada, mientras mi mente comenzaba a procesar lo que acababa de leer. Mi pulso se aceleró, mi respiración se volvió errática. No podía ser... ¿Era posible?
ESTÁS LEYENDO
El rubí del Emperador [+18]
Romance-¡Lang lebe der Kaiser! -clamaron, sus voces reverberando como un decreto inquebrantable de poder. Athena Harrison llevaba cuatro años sobreviviendo en el club nocturno Heaven's, un lugar donde los sueños morían y las almas eran consumidas. Había ol...