Jason:
Después de dejar a Jules en su casa, me fui en silencio hacia la mía. Mis pensamientos iban y venían como olas golpeando una roca: dolor, frustración, incertidumbre. Al llegar, dejé las llaves sobre la mesa del comedor y me preparé algo simple para almorzar. Comí casi sin probar el sabor de la comida, absorto en el torbellino de emociones que no me daba tregua.
Al terminar de comer, me dejé caer en el sofá, agotado tanto física como mentalmente. Cerré los ojos, esperando que la quietud me ayudara a organizar mis pensamientos, pero el silencio de la casa se volvió ensordecedor, como si amplificara el eco de mis preocupaciones. Las imágenes de Jules seguían presentes, como un bucle interminable: su rostro bañado en lágrimas, la mirada perdida que me destrozaba, y el temblor en su voz que aún resonaba en mis oídos.
Abrí los ojos de golpe, incapaz de soportarlo más. No había descanso posible en ese estado. Me puse de pie, dando vueltas por la sala, buscando algo que me ayudara a encontrar claridad. Fue entonces cuando pensé en Fred.
Si alguien podía ofrecer una perspectiva distinta, era él. Su experiencia como rescatista de alto riesgo y perito en siniestros le daba una visión que iba más allá de lo superficial, capaz de analizar detalles que a otros se les escapaban con facilidad.
Lo encontré en su habitación, con Susan sentada a su lado. Él tenía la laptop abierta sobre sus piernas, y su mirada estaba fija en la pantalla. Cuando entré, levantó la vista y me saludó con un gesto breve, casi mecánico. Luego le pidió a Susan, con toda la amabilidad de la que era capaz, que nos dejara solos unos minutos.
—Estuve revisando tus fotografías... —empezó, sin preámbulos.
El cambio en su expresión fue sutil, pero evidente para quien lo conociera. Sus ojos, acostumbrados a buscar patrones y desentrañar enigmas, se entrecerraron con concentración. Su mandíbula se tensó ligeramente, y el ceño fruncido fue la primera señal de que algo no estaba bien.
—Esto no fue un accidente —declaró finalmente, con una firmeza que me dejó helado.
Mi corazón dio un vuelco, y el aire pareció hacerse más denso. Me acerqué rápidamente para mirar las imágenes junto a él, tratando de entender lo que veía. Fred señaló un punto específico en una de las fotografías, donde se apreciaban los soportes del cartel caído.
—Aquí, ¿ves esto? —dijo, trazando con su dedo el contorno de un corte limpio en el metal
— Este tipo de marcas no son normales. No es desgaste, ni corrosión. Esto fue hecho intencionalmente, probablemente con una herramienta específica —
—¿Estás seguro? —pregunté, aunque la respuesta ya era evidente en su tono y en su mirada.
Fred me miró directamente, sus ojos llenos de una seriedad que no dejaba espacio para la duda.
—Estoy seguro. Alguien manipuló esto para que cayera. Y no fue un improvisado. Esto fue planeado—
El peso de sus palabras cayó sobre mí como una losa. Había tenido mis sospechas desde el principio, pero escuchar la confirmación de Fred lo hacía mucho más real. No se trataba de un accidente ni de una desafortunada coincidencia. Era un acto deliberado.
Mientras mi mente intentaba procesar esa verdad, Fred continuó analizando las imágenes. Con su tono profesional, comenzó a explicarme más detalles técnicos. Me habló de los posibles métodos que podrían haber utilizado, las herramientas que habrían causado el daño, y los pasos necesarios para presentar una denuncia formal. Sin embargo, mientras él hablaba, mi mente vagaba en un torbellino de preguntas sin respuesta.
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Desearía...
RomanceEn un mundo donde los deseos son más poderosos de lo que imaginamos y los celos pueden desatar tormentas, surge una historia donde la búsqueda de un lugar perfecto se convierte en la clave para alcanzar todos los sueños. En este rincón especial, do...