La noche que te conocí

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La noche que te conocí fue la noche en que llegué a Londres a la mitad del invierno, justo después de haber salido a hurtadillas de mi casa y haber tomado el primer tren que me sacara de Brighton; la noche en que había dejado toda mi vida atrás por motivos que no comprendía completamente bien.
Sabía que la forma en que me había ido había sido imprudente y egoísta, ni siquiera había dejado una nota en mi cuarto o algo que se le pareciera; pero también sabia que si me hubiera quedado a explicar porque me iba, o a escribir una carta, o incluso a dejar un mensaje en la contestadora, no habría reunido el valor suficiente para colgarme mi mochila al hombro, cruzar el umbral de la puerta y subirme a ese tren, así que sencillamente había respirado con fuerza, comprado un boleto de ida y obligado a mi misma a no mirar atrás.
Por otro lado, no era como que no hubiera tenido la idea de irme dándome vueltas en la cabeza por mucho tiempo. A decir verdad, había estado pensando en eso desde que mi abuelo había fallecido; y era que poco antes de morir, me había entregado un juego de llaves de un departamento que fue suyo alguna vez, cuando era joven y había vivido en Londres, antes de haber conocido a mi abuela. Al ser la hija mayor de mi padre, me había dicho que quería que yo me lo quedara, luego se había llevado un dedo a los labios y me había entregado un papel con la dirección. Jamás le había confesado a nadie que tenia un departamento esperando por mí en Londres y no lo haría ahora que pensaba utilizarlo.
Era de noche cuando llegué y estaba helando, así que decidí refugiarme en un Costa con bastante gente y comprarme un capuchino para entrar en calor, luego me instalé en una mesa ubicada en el fondo del establecimiento y me dediqué a observar a las personas que llegaban y se iban. Después de un rato abrí mi mochila, tomé unas cuantas hojas de carpeta que había traído conmigo, una pluma negra y las puse sobre la mesa; había una persona de la que tenia que despedirme y no me perdonaría a mí misma jamás si no lo hiciera, mi hermana. Ella era la principal razón por la que me había llevado tanto tiempo decidirme a irme y por la cual escapar había sido tan difícil. En su momento no había encontrado las palabras para decirle todo lo que debía y creí que sería mas sencillo escribirlas y enviárselas después, pero me equivoqué, aún después de 20 minutos con pluma en mano y la mirada fija en la hoja de papel, ésta permanecía tan blanca como al inicio, la única prueba de mis intentos de hacer algo con ella era una mancha de café. Fue entonces cuando te vi llegar, traías puesto un grueso abrigo negro y una bufanda gris, así que lo único que pude observar fueron tus ojos, y lo primero que pensé fue que eran los ojos más hermosos que jamás había visto jamás. Los miré fijamente sin que te dieras cuenta por un segundo y luego comencé a escribir rápidamente sobre el papel.
Te acercaste a mi unos minutos después, tras haber recibido tu café, te quedaste de pie frente a mí hasta que levanté la mirada, luego me preguntaste algo que no logré escuchar con el bullicio del lugar.
-¿Está ocupado este asiento? Lo siento, pero el lugar esta lleno -preguntaste de nuevo.
-Seguro, yo no tengo problema si a ti no te molesta compartir -respondí esbozando una tenue sonrisa.
Te sentaste frente a mí y bebiste tu café mientras yo continuaba escribiendo, unos minutos después sentí tu mirada sobre mí y levanté la vista, tus ojos eran color avellana, y parecían resplandecer como oro líquido dentro de tus pupilas.
-Lo siento si te molesté -te apresuraste a decir nervioso -.Solo observaba que hay muchas cosas dentro de ti que no te permites decir.
-¿Disculpa?
-Bueno, es obvio que no eres de aquí, y si no me equivoco extrañas a alguien.
-¿Cómo puedes decir que no soy de aquí?
-Porque yo siempre vengo a este lugar, nunca antes te había visto; además, tu mochila te delata.
-Claro, ¿y como puedes saber que extraño a alguien? -pregunté escéptica cruzándome de brazos.
-Se ve justo ahí -respondiste señalándome con un dedo -.Brillando sobre tus ojos. ¿Escapas de algo? ¿o de alguien? -replicaste con cortés curiosidad. Sentí una punzada de enojo ascender por la boca de mi estómago, no deberías estarme preguntando esto. Te lancé una mirada y me mordí el labio, de verdad eras muy guapo, tenías una desordenada barba de tres días y el cabello castaño perfectamente despeinado.
-Escucha... -respondí finalmente tratando de mantener un tono neutral en mi voz -no quiero ser grosera, pero la verdad es que no te conozco, y no creo que se sea...
Sin embargo sonreíste y me dejaste a la mitad de la frase.
-Te entiendo -replicaste sin dejar de sonreír -.Muy bien... mi nombre es Liam Payne, tengo 22 años, nací y crecí en Londres, amo el café... llevo tres años viniendo todos los días a esta cafetería, desde que mi novia me dejó por un repartidor de pizza... y soy músico -dijiste orgulloso y señalaste el estuche de guitarra que traías contigo y que no había visto hasta este momento.
-¿Por qué te interesa esto? -pregunté levemente molesta y desconcertada, tratando de ocultar lo rota que me sentía por dentro. Te encogiste de hombros.
-No lo sé... solo... necesito saber por qué te sientes triste... y hacer que dejes de sentirte así.
-¿Así que eliges una chica al azar cada noche y averiguas toda su vida personal?
Cuando las palabras salieron de mi boca supe que te había ofendido, pero cuando me respondiste, mantuviste el mismo tono despreocupado que habías utilizado hasta este momento.
-No... claro que no, eres tú. Es solo que... parece que tienes una historia que tratas de ocultar y de verdad necesitas dejarla salir.
-No necesito dejar salir nada ¿de acuerdo? -repliqué enojada cerrando mi mochila de golpe y poniéndome en pie. Sabía que no estabas haciendo nada malo, solo tratabas de ayudarme; pero no podía evitarlo, lo único que quería era que todo el mundo se mantuviera alejada mí y de mi vida -¿qué te hace creer que puedes aparecerte aquí y persuadirme de contarte toda mi vida?
-Disculpa, no era mi intención molestarte -respondiste levantándote también, parecías sinceramente arrepentido -Por favor no te vayas, llegaste aquí antes, yo me voy.
Una nota de culpa y pánico se instalaron en mi pecho, no quería que te fueras, no realmente.
-No... no te vayas -balbuceé débilmente hundiéndome una vez más en mi asiento -sé que nada de esto es culpa tuya, y es muy lindo de tu parte tratar de ayudar, pero... no es el mejor momento.
-No hay problema si quieres que me vaya, de todos modos ya dejó de nevar.
-Claro que no... en realidad... eres la primera persona con la que hablo, no lo quiero arruinar así -dije nerviosa.
-No lo haces -reparaste y me dedicaste una sonrisa, sentí un tenue rubor comenzando a extenderse por mis mejillas, así que decidí cambiar de tema.
-Entonces ¿Eres músico? Suena increíble, ¿de que clase?
-A decir verdad estoy en una banda, tocamos música de los setentas y ochentas -dijiste con un dejo de satisfacción en tu voz.
-La mejor música que jamás existió -repliqué cada vez más intrigada en ti.
Nos quedamos un momento en silencio, hasta que te aclaraste la garganta.
-Creo antes no me presenté propiamente -dijiste entonces lanzándome una mirada -Soy Liam Payne, es un placer conocerte.
-De acuerdo Liam, yo soy Julie Thompson, el placer es mío.
Estrechaste tu mano contra la mía y me arrancaste una sonrisa, el tacto de tu piel era suave y cálido comparado con el mío, no quería dejarte ir, pero tras un suave apretón me soltaste y yo hice lo mismo.
-Supongo que no debería preguntar qué estabas escribiendo antes de que llegara -dijiste esperanzado, pero yo negué con la cabeza.
-Tampoco debería preguntar por qué estás aquí.
-No sería buena idea.
-¡Vamos! ¿al menos puedo saber de donde vienes?
Te miré reflexiva por un segundo y luego esbocé una tenue sonrisa.
-Brighton -respondí finalmente.
-Brighton -repetiste sonriendo también -¿quieres hablar sobre eso? -insististe.
-En realidad no, preferiría escuchar más sobre ti.
-¿Sobre mí? No hay mucho que decir, mi vida es bastante aburrida -aseguraste.
-¿Por qué te convertiste en músico? -pregunté de todas formas. Te encogiste de hombros y dejaste escapar un suspiro que me provocó un escalofrío.
-No lo sé... un día pasaba frente a una tienda de música y le comenté a mi mamá que quería aprender a tocar la guitarra... ella me metió a lecciones de música... y... no he dejado de tocar desde entonces... apuesto que se arrepintió de las clases cuando le comenté que quería dedicar mi vida ser músico, pero no le quedaba mucha opción más que aceptarlo, creo que ya no tiene problema con eso.
-¿Cuántos años tenías, cuando las lecciones de guitarra?
-Siete, creo. En ese entonces ni siquiera creía tener el talento para tocar, ahora no me imagino a mi mismo sin mi estuche de guitarra a donde quiera que voy.
-Sé lo que se siente, yo tenia ocho años cuando comencé mis clases de ballet, y era un desastre -comenté riendo -ahora siento que el baile es toda mi vida, no sé que habría pasado conmigo si lo hubiera dejado.
-Deberías hacerlo más -reparaste mirándome fijamente.
-¿Disculpa? -pregunté confundida.
-Me refiero a tu risa, deberías hacerlo más, te ves muy hermosa cuando ríes.
Una vez más me sentí ruborizar y desvié la mirada.
-Estás coqueteando conmigo -dije divertida mordiéndome el labio. Luego solté un suspiro -Gracias por haberte acercado a mí, de verdad me hiciste sentir mejor.
-¿Eso significa que me dejarás acompañarte a casa? -preguntaste entonces, y tus ojos brillaron mientras hablabas, mis mejillas enrojecieron aún más.
-Pero no me voy aún -repliqué.
-Lo sé, pero yo no me iré hasta que tu no lo hagas, solo quiero saber si la espera valdrá la pena -no pude evitar reír ante tu comentario.
-Tal vez -respondí maliciosa.
-¡Por favor! No me hagas eso.
-De acuerdo, tu ganas, pero tienes que traerme otro capuchino antes.
Arqueaste una ceja y te cruzaste de brazos.
-Tal vez lo haga -respondiste entre risas.
-Anda Liam -supliqué.
Te levantaste de la mesa y fuiste a formarte una vez más.
Volviste unos minutos después con un vaso de cartón humeando en la mano, lo pusiste frente a mí y te sentaste de nuevo.
-Aquí tienes.
Me llevé el vaso a los labios y me di cuenta de que estaba preparado exactamente como me gustaba, levanté la vista y lo miré sorprendida.
-¿Lo pediste endulzado con canela? -pregunté.
-Sí, y le puse dos sobres más de azúcar después ¿Está muy dulce? Lo siento, esa es la forma en que usualmente lo tomo, pero puedo traerte otro si quieres.
-¡no! Está perfecto, me encanta el café así, es como navidad en un vaso -reparé sonriendo, me devolviste la sonrisa.
-Lo sé, creo que me acabo de ganar el derecho de acompañarte a casa.
-No estoy mu segura, hasta donde sé podrías ser Jack el destripador.
-Pero me llamo Liam.
-¿No existe un Liam el destripador?
-No, solamente un Liam Gallagher. Escucha si fuera un psicópata desquiciado, no me habría molestado en comprarte un café
-¿Por qué no?
-Porque esa no es la clase de cosa que un psicópata que se respete haría, sería muy vergonzoso si otros psicópatas se enteraran de alguien que le compra café a sus víctimas.
-De acuerdo, te tomaré la palabra.
Nos fuimos poco antes de que el Costa cerrara y mientras caminábamos junto al río Támesis, me di cuenta de ésta era la primera vez que le prestaba verdadera atención a la ciudad frente a mí desde que había llegado, y me di cuenta de que era una ciudad bellísima; y era aún más hermosa ahora que era de noche y estaba iluminada por las luces de los coches y los edificios. En un momento dado comenzó a nevar de nuevo y te apresuraste a ponerme tu abrigo sobre los hombros mientras yo estaba distraída, mirando la luna reflejada en el Támesis. Una sonrisa se escapó de mis labios.
-Te tomas muchas molestias para alguien que acabas de conocer.
-No me tomo molestias -replicaste encogiéndote de hombros -.Me gusta tu sonrisa, así que hago todo lo posible para poder verla, si lo piensas, es un poco egoísta.
No pude evitar reír y ruborizarme por enésima vez en la noche.
-También me gusta verte sonrojarte -confesaste riendo suavemente.
-No me sonrojé, es el frío -mentí.
-Seguro -dijiste, pero no sonaste muy convencido.
Justo en ese momento, la tormenta se hizo más fuerte y vi como comenzabas a tiritar tratando de que yo no lo notara, agradecí que el edificio donde vivió mi abuelo estuviera doblando la esquina.
-Nunca había visto una tormenta de nieve antes -declaré mirando como un copo de nieve caía sobre mi mano y se derretía unos segundos después.
-¿De verdad? Lamento informarte que no habías vivido hasta este momento.
-Listo, es aquí -dije deteniéndome cuando nos encontramos frente al edificio.
-¿En serio? Porque yo vivo a dos cuadras de aquí
-No te creo.
-Lo juro, hacia esa dirección. Bien, eso es un alivio.
-¿Por qué debería ser un alivio?
-Porque voy a poder verte todos los días.
-Podríamos encontrarnos todos los días en Costa, tampoco está muy lejos de aquí.
-Eso encantaría, porque eso significa que quieres volver a verme también. -No supe que responder así que solamente me acomodé un mechón rebelde tras mi oreja y recé porque mis mejillas no estuvieran demasiado rojas -.Tal vez podría mostrarte la ciudad mañana, si tú quieres -sugeriste y no pude evitar notar que ahora tú también te habías ruborizado.
-Suena perfecto.
-Excelente, suena como una cita.
-Amm... no, no es una cita.
-De acuerdo, no suena como una cita.
Con una última sonrisa me di la vuelta y comencé a caminar hacia la entrada, pero a medio camino me llamaste de nuevo.
-Amm... ¿Julie?
-¿Si?
-Aún traes puesto mi abrigo.
-¡Oh! Lo siento... aquí está -dije nerviosa extendiéndotelo.
-No te lo pediría, pero en serio hace mucho frío. ¿Te veré mañana entonces?
-Claro.
-No puedo esperar -dijiste con sinceridad, y antes de que me diera cuenta de que lo que te proponías, te acercaste a mí y besaste mi mejilla con suavidad; me dedicaste una última sonrisa y te diste la vuelta para irte. Te miré mientras te alejabas cuando me di cuenta de que no me habías dicho donde debería encontrarte mañana.
-¡LIAM! ¡espera!
Te diste la vuelta desconcertado.
-¿Qué ocurre?
-¿Dónde se supone que voy a verte? -pregunté.
Esbozaste una amplia sonrisa -Pasaré a buscarte a tu casa ¿a la una está bien?
-Está excelente, vivo en el segundo piso.
-Ahí te buscaré entonces. Buenas noches Julie.
-Buenas noches Liam. -dije, pero ya te habías dado la vuelta de nuevo y dudo que me hayas escuchado.

Dejé la pluma sobre la mesa y me masajeé mi mano, había quedado entumecida de tanto escribir, contemplé satisfecha las hojas de carpeta que había sacado de mi mochila ahora llenas de tinta y me terminé mi café, desde hace un buen rato frío, de un solo trago.
​Te miré buscar con la mirada una mesa vacía y observar el local decepcionado cuando no encontraste ninguna.
​-¿Quieres sentarte aquí? -te pregunté haciéndote una seña con la mano -.Ya tengo que irme.
Me dedicaste una sonrisa agradecida y avanzaste hacia mi mesa mientras yo me levantaba y guardaba mis cosas dentro de mi mochila.
-Hasta luego -dije devolviéndote la sonrisa y comenzando a alejarme.
-¡Hey! ¡Espera! -me llamaste tomando las hojas que había dejado a propósito sobre la mesa -.Olvidaste esto.
Negué con la cabeza y te sonreí una vez más.
-Deberías conservarla, tal vez te interese -dije encogiéndome de hombros y apresurándome a dejar el Costa.
Afuera estaba nevando, aunque no con tanta fuerza como me habría esperado. Mientras caminaba mis pensamientos volvieron una y otra vez al muchacho que había dejado con mis hojas de carpeta y no pude evitar preguntarme si las habría leído, o si las estaría leyendo en este momento. Me pregunté si su nombre sería Liam y si compraría café de Costa todos los días y si solo lo había hecho hoy, me pregunté si su pasión sería la música o si el estuche de guitarra que traía con él era solamente una forma de llamar la atención.
Por lo pronto, aún le debía una muy detallada carta a mi hermana, que para este momento ya debería haber notado que no estaba en Brighton.

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