Capítulo 32: Cementerio de animales

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—Pero ¿qué carajo?

La sorpresa y el horror inunda cada parte de su cuerpo, de su mente. ¿Quién en su sano juicio exhumaría un cuerpo y sin la autorización de su familia? Porque dudaba que Zero hubiera dado su consentimiento para algo así, en especial cuando las tumbas de sus padres permanecen intactas. Si Zero hubiera querido llevar los cuerpos de su familia donde estuvieran más cerca de él, ¿no hubiera sido mejor que se llevara a todos y no solo el cuerpo de su hermano? Pero, sobre todo, ¿no hubiera sido correcto que avisara que haría algo así?

Aquello no le gusta, aquello enciende miles de alertas en su cabeza, que sin pensarlo un minuto toma el celular que lleva en el bolsillo derecho de su pantalón y marca el número de su maestro. Debe de marcar más de dos veces, porque Yagari al otro lado de la línea, se niega a despegar sus labios de la tersa piel de su esposo. No es hasta que Shion, más preocupado por la insistencia que el propio Yagari, detiene las caricias y los besos propiciados a su cuerpo.

Frustrado por la abrupta interrupción, se separa de Shion, prometiéndose que, quien sea que haya interrumpido tan sublime momento, lo pagará muy caro después. Sin embargo, la conmoción se asienta en sus rasgos; Kaito no es de marcarle al menos que algo grave haya pasado en la asociación de cazadores de Japón.

—Sensei, el cuerpo de Ichiru ha sido robado.

Y aquellas simples palabras, deshacen el doloroso nudo formado en su entrepierna.

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—¿Ahora, si me vas a decir que significa eso? —pregunta Zero, que sentado en uno de los sofás que se encuentran en escorpio, mira con ojos entornados al perro de gran tamaño recostado a escasos pasos de ellos. El aura que despide, sin duda, es de Kuran Kaname, pero, para que lograra hacer ese tipo de cosas...

No lo negaba, aquello levantaba en él una creciente curiosidad. Si bien, sabía que los vampiros eran capaces de hacer cosas extraordinarias con sus poderes, el crear un guardián de ese tipo, era sin duda algo que solo los años, miles y miles de años, podrían lograr. El problema era que Kuran Kaname no era de tener miles de años de edad, Kaname solo era diez años mayor que Yuuki, así que hacer semejante cosa era, sin duda, la pregunta que no podía sacarse de la cabeza desde que lo vio por primera vez junto a la vampiresa. Al menos claro que Kaname fuera un verdadero prodigio, pero, aun así, el que pudiera crear semejante animal...

—Kaname lo envió poco después de que regresáramos del consejo vampírico.

—Eso quiere decir, ¿qué le darás una oportunidad? —pregunta volteando a verla. Yuuki sacude la cabeza, después voltea a donde el animal descansa plácidamente.

—No entiendo por qué es que lo envió, pero esto no remedia nada de lo que ha hecho. Esto, solo aviva el rencor que mi corazón siente hacia él. Si esto lo hubiera hecho cuando... —Yuuki lleva las manos a su vientre, y Zero al notar aquello vuelve a desviar la mirada hacia el animal que levanta la oreja, luego la cabeza ante los pasos que resuenan en el pasillo. Poco después, Kyoko junto a Milo entran a la estancia, ambos sonriendo de oreja a oreja y con la frente perlada de sudor por el extenuante clima.

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Legado de sangre y oro (Libro 2 de Dorado y vampírico amor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora