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La noche cae y a Jeongin le gustaría caer con ella, sin embargo no puede. La casa cuenta con tantos recuerdos en las manchas de la pared, en los zócalos caídos, en la pintura desgastada. Jeongin había pasado allí los mejores años de su vida y le hubiese encantado saber eso antes. 

Saber que la vida en la ciudad, los trajes y un hombre que jamás lo quiso, no podían compararse ni de cerca con la satisfacción que significaba estar en la casa de su infancia junto a su papá y a su abuelo. Ahora no le quedaba nada. Y había pasado los últimos años de la vida de sus únicos familiares, tratanto de convencerse de que la vida en la ciudad era su sueño. 

Qué equivocado estaba. 

Le costaba cerrar los ojos si en cada esquina un recuerdo venía a su mente, y quería traer todos los posibles antes de que los arreglos borrasen las pruebas de que esos momentos existieron. 

Su abuelo solía leerle en esa esquina, en esa otra pared estaban las marcas de su crecimiento, ese zócalo roto fue su culpa y en vez de retarlo, su papá y su abuelo intentaron enseñarle cómo arreglarlo, esa mancha de pintura en el techo la hizo su papá cuando intentó hacerse el impresionista abstracto y esa mancha negra en la pared de la cocina fue un intento de budín por parte de su abuelo. 

¿Cómo iba a borrar tantas cosas? ¿Tantos años?

Papá, abuelo, ¿está mal lo que estoy haciendo? ¿Está mal que quiera empezar otra vez, darle vida a la casa y construír aquí mi futuro? Prometo recordar cada mancha y cada huella, prometo no olvidar ninguna de esas memorias, prometo construír nuevas. Prometo hacerlos sentirse orgullosos. 

De seguro, Hyunjin iba a molestarse con él, ese hombre entrometido que en sólo dos días se había adentrado de lleno en su vida, porque ya eran las siete de la mañana y Jeongin no había logrado dormir entre promesas al cielo y llanto desconsolado. 

Hyunjin le había pedido explícitamente antes de irse, que tuviese una buena noche de sueño porque la mañana siguiente iba a comenzar con los arreglos. Y por alguna razón, Jeongin sentía que le había fallado a él también. 

Ya estaba esperándolo en la entrada con un café en la mano cuando Hyunjin llegó. Ni siquiera tuvo que hacer el esfuerzo de mentirle, porque a ese hombre parecía que no se le escapaba nada. 

—¿No te pedí que durmieras bien?

—Fue difícil hacerlo...

Ni siquiera se esforzó en lavarse la cara o al menos fingir una sonrisa, estaba en uno de esos días donde ni el sol parece aclarar un poco la oscuridad, esos días donde rememora cada uno de sus errores y sus bajezas, uno de esos días donde recuerda a Eunseung, y lamentablemente, lo extraña. 

—Empezaré a arreglar tu habitación, ¿Está bien?

Un asentimiento y Hyunjin ya había desaparecido de su vista. Y estaba bien, así debían ser las cosas, por mucho que le gustaría que fuesen diferentes.

En unos días debería comenzar a trabajar otra vez, ésta vez desde su casa, pero haciendo el mismo trabajo aburrido que venía haciendo hace años. No estaba preparado, para nada. No lo estaba para volver al ruedo ni para enfrentarse a su jefe y a sus compañeros de la editorial, especialmente a Eunseung, quien malditamente estaba un rango por encima de él y por ende, Jeongin le rendía cuentas.

Pero si no trabajaba, ¿Qué le quedaba?

Necesitaba enfocar sus pocas energías en algo que no fuese revolcarse en su miseria y llorar por un corazón roto.

Amaba a Eunseung, lo hacía tanto. Fue casi un amor a primera vista, recuerda haber hablado con él por primera vez en la editorial, aunque lo había visto varias veces en su universidad. Eunseung era un graduado de su misma carrera, y apenas logró verlo unos meses antes de que terminara la misma. Él era tan brillante, Jeongin lo miraba desde lejos, con adoración.

Mr. Handyman                       [  hyunin  ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora