EMPRESA DE ORLANDO CASSIEL.
Orlando: Por fin terminé todo... al fin podré ir a casa.
Me levanté de mi silla y miré por la ventana, contemplando la ciudad iluminada por las luces nocturnas. De pronto, esas mismas luces comenzaron a parpadear. Sonreí con amargura; sabía lo que significaba. Él estaba aquí. La habitación quedó en absoluto silencio, excepto por el sonido lejano del viento golpeando las ventanas. Las luces temblaron una vez más antes de apagarse por completo, dejando el espacio sumido en una oscuridad abrumadora. La energía en el aire se volvió pesada, opresiva, como si el mismo espacio estuviera conteniendo la respiración.
Entonces, la luz regresó de golpe, parpadeando débilmente, y allí estaba él. Gael. Pero no era el Gael que Orlando recordaba.
Vestido de negro, con un largo abrigo que apenas rozaba el suelo, sus alas rojas se extendían a lo largo, brillando con un resplandor carmesí que parecía latir con vida propia. Sus ojos... esos ojos antes llenos de calidez, ahora eran fríos y brillaban con una intensidad que helaba el alma. Su rostro, enmarcado por la penumbra, mostraba una calma peligrosa, como si estuviera a un paso de desatar algo imparable.
Gael: "Orlando."
Su voz era baja, casi un susurro, pero resonó como un trueno en el silencio, llenando cada rincón de la habitación.
Orlando: Sabía que vendrías. Bienvenido
Gael: No estoy de visita, Orlando. Quiero a mi hijo. Lo tienes. Dámelo, y me iré. Entrégamelo ahora."
Orlando: "¿Eso crees? ¿Qué puedes aparecer como un espectro de tus propias pesadillas y exigir algo de mí? Maximiliano está seguro conmigo. No voy a entregarlo a alguien... que apenas sé si sigue siendo humano."
Gael inclinó la cabeza ligeramente, su sonrisa era pequeña, apenas un gesto, pero estaba cargada de una amenaza silenciosa.
Gael: "No entiendes, ¿verdad? No vine a negociar. No vine a rogarte. Vine a tomar lo que es mío."
De repente, las ventanas de la habitación estallaron hacia adentro, el vidrio cayendo en mil pedazos que parecían suspenderse en el aire antes de golpear el suelo. Un viento helado se arremolinó en la habitación, apagando nuevamente las luces, dejando solo la tenue iluminación roja que emanaba de las alas de Gael.
Orlando: "¿Qué te pasó, Gael? Esto no es lo que eres. No eres esta sombra llena de odio."
Gael avanzó lentamente, cada paso resonando con un eco hueco, como si el suelo mismo temiera su presencia.
Gael: "Lo que soy ya no importa. Todo lo que hago, lo hago por él. Por mi hijo. Tú no puedes detenerme."
Orlando: "¿Y después qué? ¿Te lo llevarás y seguirás consumiéndote en esta oscuridad? ¿Crees que eso es lo mejor para él? Gael, mírate. No eres el omega que amé. Lo que hay frente a mí es alguien más, algo más."
Gael: "Amarme no te salvó antes, Orlando. No te salvará ahora. Dame a mi cachorro... o sufrirás las consecuencias."
Orlando: "Hazlo, entonces. Desata tu furia, rompe esta habitación en mil pedazos. Pero no me quitarás a mi hijo. No mientras yo viva.
Gael levantó una mano, y las sombras en la habitación parecieron moverse con vida propia, acercándose, envolviendo lentamente a Orlando. Pero incluso frente a eso, Orlando se mantuvo firme.
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TRAVESURAS DE MEDIANOCHE (VEGAS Y PETE)
De TodoTravesuras de Medianoche es una invitación a perderse en la oscuridad del deseo, donde los juegos de poder, control, y sumisión se vuelven protagonistas. Para mayores de 18 AÑOS , este relato te lleva al corazón del SADOMASOQUISMO , donde el placer...