CAP 36

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Celos/ propuesta

NADIA

El aire cálido del mar y el suave murmullo de las olas acompañaban nuestra tarde perfecta en el restaurante junto a la playa. La luz del sol, ya baja, bañaba la mesa con una suavidad dorada mientras yo me recostaba sobre el respaldo de la silla, disfrutando de la compañía de Christopher. Los dos habíamos decidido tomarnos un tiempo para nosotros, para disfrutar sin preocupaciones.

Pero había algo en el aire, algo que se volvió incómodo cuando una mesera joven se acercó a nuestra mesa. Ella sonrió con esa confianza tan descarada que solo las personas que se saben atractivas tienen. Era imposible no notar cómo sus ojos brillaron al ver a Christopher, y cómo su sonrisa se ensanchó al reconocerlo.

—¡Christopher! Qué sorpresa verte aquí, después de tanto tiempo —dijo, su voz coqueta, como si realmente le interesara lo que le pasaba.

Christopher la miró con indiferencia, respondiendo con un simple saludo.

—Hola —respondió él, sin muchos detalles, casi sin animarse a mirar demasiado.

Pero la mesera no parecía querer que la conversación terminara ahí. Sus ojos, siempre sobre él, comenzaron a delatar una intención que no me gustaba nada. Cuando se inclinó hacia él para tomar su pedido, sus dedos rozaron la muñeca de Christopher de manera tan intencionada que no pude evitar fruncir el ceño.

—Hace tanto que no nos veíamos —dijo ella, con una sonrisa cargada de significado, sus palabras pesadas en el aire. —Creo que deberíamos ponernos al día, ¿no?

Lo que antes había sido una sonrisa cálida se había convertido en algo mucho más provocador. Mi estómago se retorció. Podía ver lo que estaba pasando, y no me gustaba ni un poco. No me importaba que se conocieran desde niños. Había algo en su actitud que me molestaba profundamente, algo que me hacía sentir como si me estuviera despojando de algo que me pertenecía.

Christopher, como siempre, mantuvo su compostura. Pero la mirada que le lanzó a la chica, aunque cortés, no era amistosa. Se notaba que no tenía intención de seguirle el juego, pero la mesera no parecía darse por vencida tan fácilmente.

—¿Seguro que no quieres pedir algo más? —siguió, con ese tono de voz en el que la provocación era palpable. —Tal vez una bebida. No recuerdo la última vez que te vi fuera de la oficina.

Cuando ella se fue a acercar para entregarnos el pedido, no pude soportarlo más. Sentí una oleada de celos apoderarse de mí, recorriéndome como una corriente caliente. No podía dejar que me tratara de esa forma. No iba a permitir que siguiera coqueteando tan descaradamente con Christopher frente a mí, especialmente después de cómo había hablado.

Sin pensarlo, me levanté de mi silla, llamándola de nuevo mientras ella se alejaba hacia la barra.

—¡Oye! —le grité, mi voz firme y autoritaria. Cuando se dio vuelta, la miré fijamente, sin esconder el enojo en mis ojos. —Ese hombre que acaba de levantarse para ir al baño es mío. ¿Lo entiendes? M-I-Ó. Y ni tú, ni ninguna otra mujer, va a venir a verme la cara de estúpida.

La mesera, sorprendida por mi actitud, intentó dar un paso atrás, pero yo no iba a dejar que eso se quedara ahí. Me acerqué a ella con paso firme, asegurándome de que lo escuchara bien.

—Está bien que lo conozcas desde niños, pero yo soy su novia. Así que te refieres a mí como Señora Hartmann, o señorita Nadia. Nada de "Nadia", ¿me escuchas bien? —mi voz era baja, pero tan fría que estaba claro que no había espacio para más juegos.

La chica se quedó callada, sin atreverse a responder. Podía ver cómo su rostro se transformaba de la seguridad a la incomodidad. La dejé allí, sin una palabra más, volviendo a mi asiento, justo en el momento en que Christopher regresaba.

VENGANZA DESEADA [#1 MUJERES INFERNALES: SAGA]  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora