Parto.

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Los meses trascurrieron y el parto de Priscilla llegó. Inesperadamente a las 2 am Amber recibió una llamada.

―Sé que no nos hemos visto en un tiempo, pero tu hermano esta en un viaje de trabajo y no sé a quien más llamar.  El bebé ya quiere nacer. Te necesito. – La voz de Priscilla trataba de soñar en calma, pero realmente estaba preocupada ―No puedo hacerlo sola. -Susurró suplicante

Amber dió un suspiro. Había prometido a Lúcian alejarse cuando naciera el bebé. Tomó las llaves de su moto y ordenó un taxi por aplicación en la dirección de Priscilla. Si se apresuraba llegaría a tiempo para acompañarla hasta el hospital en aquel taxi.

Manejó ingeniándoselas para llegar lo más pronto posible. Llevaba en el compartimiento de la moto aquella sonaja antigua para por fin obsequiársela.

Tenía que enterrar en lo más profundo de su ser aquellos sentimientos de amor.

Ayudó a Priscilla con sus equipaje y salieron hasta el hospital.

Priscilla respiraba con dificultad.

―Espero que no vaya a tener a su bebé en mi auto. – Se quejó el conductor

―Si se da prisa eso no pasará. – Respondió irritada Amber.

Apenas llegaron Priscilla fue trasladada a la sala de partos. Amber le deseó suerte y esperó afuera cualquier noticia positiva. Después de unas horas le permitieron entrar. Fue la primera en ver al pequeño bebé de Evan. Sonrió y le dió un beso en la mejilla. Era tan pequeño y adorable. Tocó sus pequeños deditos y el nene le apretó la mano

En otra vida… Las cosas habrían sido distintas para estas dos. Tal vez su amor no habría sido algo imposible.

―¡Felicidades!. -Sacó una pequeña caja negra de su chaqueta. Comenzaban a formarse lágrimas en sus ojos. ―Eres la primera en saber que Lúcian y yo nos vamos a separar así que me mudaré a otra ciudad para iniciar de cero.  Espero que cuando el bebé este inquieto o triste hagas sonar su pequeño presente y pienses un poco en mi. Porque yo siempre estaré pensando en ustedes… En aquella familia que no elegí, pero llegó. -Dijo al borde del llanto

Le dio un beso en la mejilla a Priscilla y le entregó la sonaja

Priscilla sonrió y asintió

―Gracias por estar para mi en mi momento más vulnerable. - Dijo la pelirroja y sin esperarlo Amber recibió un casto beso en los labios.

Aunque sus sentimientos no podían ser correspondidos de la forma que ella deseaba. Había recibido una muestra de afecto de la chica que le gustaba y eso era suficiente para ella.

Amber salió de la habitación y no miró atrás. Esa misma noche se alejó de Madrid e inició de cero en Colombia. Vió por la ventana del avión todo lo que dejaba en España y una pequeña lagrima se deslizó por sus mejillas. 

Su vida como humana y vampira era complicada, pero ahora podía darse el lujo de iniciar de cero las veces que fueran necesarias.

Fin

Susurros de sangre y asfalto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora