01

117 22 1
                                    

RECUERDO QUE GRAN parte de mi vida estuvo marcada por el peso del juicio ajeno. Desde que tengo memoria, he sido señalado por quién soy y cómo soy. Mi familia, una de buen estatus social, nunca dejó de recordarme que, para ellos, soy una vergüenza para el apellido que llevo. Nunca fui un alumno sobresaliente, ni el hijo ejemplar, ni el hermano que mi familia deseaba. Mientras mi hermano mayor brillaba en todo lo que hacía, yo vivía a su sombra, sintiéndome como un borrón en un lienzo que debía ser perfecto. Mi relación con mis padres siempre fue distante, casi inexistente, y los amigos, esos eran un lujo que nunca pude permitirme. Con los años, me convencí de que no merecía más que soledad, que nadie podría entender lo que era ser yo.

Y sin embargo, aquí estoy, sentado en la orilla del mar, esperando a aquel chico rubio que apareció en mi vida como un destello inesperado. Walker. Todavía no entiendo cómo fue posible que alguien como él pudiera conectar conmigo de una forma tan natural, tan inmediata. Había algo en él que desafiaba todas mis creencias sobre mí mismo, algo que hacía que, por primera vez, me sintiera visto, no juzgado.

Mi mano izquierda se hunde en la arena húmeda, fría pero reconfortante. A mi lado está mi sudadera  y, en mi mano derecha, sostengo mi libro favorito, el único que ha sido mi refugio en los momentos más oscuros. Leo una página tras otra, pero no puedo concentrarme. Mi mente está demasiado ocupada pensando en Walker, en sus ojos azules y en la forma en que su risa parece disolver cualquier peso que llevo sobre los hombros. Aunque no habíamos confirmado encontrarnos aquí, una parte de mí deseaba, incluso necesitaba, volver a verlo.

Miro el reloj en mi muñeca. Los minutos pasan, y con ellos, mi esperanza comienza a desvanecerse. Suspiro, cierro el libro y lo dejo a un lado, resignándome a que quizá esta vez el destino no quiso conspirar a mi favor. Justo cuando apoyo una mano en la arena para levantarme, escucho el sonido de unas pisadas suaves detrás de mí. Mi corazón se detiene por un instante, y al girar la cabeza, ahí está él. Walker.

Caminaba hacia mí con una calma casi irreal, las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta, y una sonrisa radiante que parecía iluminar todo a su alrededor. Se detuvo a pocos pasos de donde estaba, y sin decir nada más, se sentó junto a mí. Sus ojos brillaban con esa chispa de complicidad que hizo que todo pareciera más fácil.

—Tenía la esperanza de volver a encontrarte aquí —dijo con esa voz suave y sincera que tanto me había cautivado.

No pude evitar sonreír. Una sonrisa tímida, pero sincera, se asomó en mis labios mientras lo miraba.

—Me alegra que me hayas encontrado —respondí, y por primera vez en mucho tiempo, esas palabras salieron de lo más profundo de mi corazón.

La conversación comenzó más rápido de lo que esperaba. Apenas se sentó, Walker empezó a contarme cosas con una sinceridad y una energía que me desarmaron. Me habló desde cómo terminó cayéndose de cara frente a una plaza llena de gente, hasta cómo había llorado al ver La La Land por enésima vez. Lo escuchaba atentamente, capturando cada palabra, aunque había momentos en los que mi mente se distraía viéndolo. Su forma de hablar, sus gestos, la luz tenue de la luna reflejándose en su piel… No sabía cómo sentirme. La conexión que estábamos desarrollando era, por decirlo de alguna manera, rara. Rara, pero increíble. Nunca había conectado así con nadie, excepto quizá con...

—Ey, Polo. ¿Estás bien? No me respondías.

Fue entonces cuando noté lo cerca que estaba. Su rostro apenas a unos centímetros del mío, con una expresión preocupada y su mano descansando sobre mi brazo. Ese contacto, aunque breve, fue como una chispa recorriéndome el cuerpo, dejándome inmóvil por unos segundos. Sentí mi respiración atrapada en mi pecho.

—Estoy bien, solo... me disocié un momento —respondí, intentando reír para disimular el nerviosismo que claramente no podía ocultar.

Walker permaneció en silencio unos segundos. Su rostro pasó de preocupado a neutro, como si pudiera leer cada pensamiento que atravesaba mi mente en ese instante. Después, volvió a sentarse donde estaba antes, dirigiendo su mirada al mar. Su tranquilidad contrastaba con el torbellino que sentía dentro de mí.

—Siento que conectamos muy bien. Me alegra haber encontrado a alguien que piense como tú —dijo finalmente, con una sonrisa leve que apenas curvó sus labios, pero que parecía iluminar todo a su alrededor.

Mi pecho se llenó de una calidez inexplicable. Sentí un ligero rubor invadiendo mis mejillas, pero rápidamente dirigí la vista al mar, esperando que la brisa fría de la noche lo disimulara. Apenas pude devolverle la sonrisa, aunque dentro de mí no podía dejar de sonreír.

Por unos momentos, el único sonido fue el de las olas rompiendo contra la orilla, pero rompí el silencio con mi propia voz. Sentí que era mi turno de compartir, así que le conté mi día. Intenté ponerle algo de entusiasmo, aunque una parte de mí temía aburrirlo. Sin embargo, para mi sorpresa, Walker me escuchó con una atención casi desconcertante. Era la primera vez que alguien me miraba así, como si realmente importara lo que estaba diciendo. Mis padres siempre parecían distraídos y mis pocos amigos, cuando los tenía cerca, rara vez tenían tiempo para escucharme.

Mi corazón latía tan rápido que temí que pudiera salirse de mi pecho.

—¿Qué te parece si nos reunimos mañana en la plaza cerca de aquí? —preguntó Walker cuando terminé de hablar.

Por un instante, dudé. Mi tía Christi siempre me insistía en que hiciera amigos, pero yo solía evitar cualquier tipo de compromiso social. Sin embargo, con Walker era distinto. Con él, las cosas parecían fluir de una manera natural, así que acepté.

—Claro. ¿Qué te parece a las dos? —respondí, tratando de sonar casual.

Su sonrisa se amplió, y de inmediato se puso de pie, sacudiendo la arena de su ropa con cuidado. Luego extendió su mano hacia mí. La tomé sin pensarlo mucho, y con un poco de esfuerzo me ayudó a levantarme. Fue entonces cuando noté lo pequeño que era en comparación conmigo, casi una cabeza más bajo. Al parecer, él también lo notó.

—Sí que eres alto —rió, mirándome con cierta diversión.

—Tal vez tú eres demasiado bajo —respondí con una sonrisa burlona, enderezándome aún más para exagerar nuestra diferencia de altura.

Me lanzó una mirada juguetona y empezó a caminar. No tenía idea de hacia dónde iba, pero lo seguí casi por instinto, incluso sabiendo que era en la dirección contraria a la casa de mi tía. No importaba. El sol ya se había escondido por completo, y la luna brillaba majestuosa en el cielo despejado. Caminamos a la par, debatiendo temas aparentemente simples, como si preferíamos los amaneceres o los atardeceres, o nuestra posición respecto a las aceitunas. Descubrí que no le gustaban, lo que me sorprendió, porque a mí sí.

Con la luz de la luna iluminando su rostro, pude notar detalles que antes habían pasado desapercibidos: pequeños lunares repartidos por su cara, el brillo de su cabello que parecía tan suave que sentí una extraña curiosidad por tocarlo. ¿Qué me estaba pasando?

Finalmente, nos detuvimos frente al patio de una casa que aún tocaba la arena. Walker subió unos escalones y se giró hacia mí, con una sonrisa que parecía más brillante que la misma luna.

—Te espero mañana en las mesas afuera de una pastelería. Es fácil de encontrar, está justo en el centro de la plaza.

Asentí, sin poder decir mucho más. Lo observé mientras se giraba hacia la puerta y entraba en la casa. Solo entonces me di la vuelta y comencé a caminar en dirección al que ahora llamaba mi nuevo hogar.

Mientras avanzaba, con la brisa fría acariciando mi rostro, pensé en todo lo que había pasado en esos momentos. Quizás, después de todo, que mis padres me hubieran enviado aquí no fue tan mala idea.

...

no me convenció 😞
- sunnyqh

𝐒𝐔𝐌𝐌𝐄𝐑 𝐋𝐎𝐕𝐄, walker scobellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora