Oliver
Había dado ya un par de vueltas a la zona donde había dejado a Catalina y no había rastro de esos chuchos mal olientes. Decidí volver porque Catalina suelta era un gran peligro para la mayoría de los habitantes de este mundo, aunque ellos no eran conscientes.
Mientras regresaba, empecé a notar cómo mis extremidades cada vez pesaban más. Esto me dio mala espina y decidí apresurar el paso. Cuando visualicé el río, empecé a buscarla con la mirada pero no había ni rastro de ella. Estaba seguro de que la había dejado ahí pero resultaba obvio que no. Si la hubiese dejado ahí seguiría ahí ¿verdad? O, tal vez había aprovechado para huir. Claro, ¿cómo no había caído en eso? ¿Hacia dónde habrá ido? ¿La habrá matado ya, alguna criatura ya?
Mientras me comía la cabeza, mi mirada seguía buscando alguna señal que me indicase por dónde se hubiera podido marchar hasta que lo vi. El vestido que le había prestado Samina estaba muy cerca de la orilla del río. Me acerqué con dificultad, pues mis músculos cada vez se sentían más dormidos, hacia el vestido. Me agaché para cogerlos y cuando levanté la cabeza mis ojos se chocaron con su belleza.
Estaba flotando en mitad del río. Su rostro expresaba una paz que envidié muy adentro de mí. Sus ojos estaban cerrados y sus labios formaban una fina sonrisa perfecta. La poca ropa que le quedaba se encontraba pegada a su cuerpo. Ella en sí desprendía la belleza tan peculiar de los humanos, unos rasgos que la hacían radiante y que pude apreciar desde el primer día que la vi.
¿Pero qué hacía dormida en el agua? Metí la mano en el agua y me di cuenta de que estaba templada. Eso solo podía significar una cosa, hadas de la despedida. Sin pensarlo dos veces me metí al agua con el fin de sacarla de ese embrujamiento. Pero al igual que yo me percate de la presencia de Lina, las condenadas haditas se percataron de la mía y pude ver como poco a poco despertaban y se me iban acercando. Yo intentaba adormecerlas con mi poder y empujarlas lejos de mí, pero eran demasiadas.
Me centré en sacar a la humana e ignoré los bichitos que empezaban a invadir mi cuerpo. Cada vez era más costoso llegar a la orilla, los ojos se me cerraban y mis brazos y piernas luchaban por seguir obedeciendo mis órdenes, aun así no paré hasta que conseguí sacarla. Con las pocas fuerzas que me quedaban salí y me deje caer en la hierba, a su lado.
Poco a poco los efectos de las pequeñas criaturas fueron desapareciendo y pude volver a sentir mi cuerpo al completo y esa sensación humana de sueño fue desapareciendo. Cuando me recuperé del todo, ella seguía bajo los efectos de las hadas, así que decidí ir a buscar algo de alimento.
-Has tardado mucho- dijo al despertarse, unos minutos después de que yo hubiese vuelto de mi búsqueda.
-Vaya cervatillo, yo también me alegro de verte.
-Sentía como estaba en mitad del río y no podía salir, ni moverme.
-Eso es lo que pasa cuando metes las narices donde no toca. Hubieras estado quietecita...
-Me hubiera muerto de sed.
-Exageras.
-¿Exagero? Que seamos gemelos de yo que se, no implica que yo sea inmortal como tú.- dijo mientras se levantaba y se ponía el vestido
-¿Vas a seguir quejándote o tienes hambre?
-Las dos.- esta chica no tiene solución.
Le ofrecí las hierbas que había recolectado.
-Con esto tendrás más que suficiente para saciar tu hambre. Si tienes más hambre, todas las hierbas que sean iguales a estas son comestibles.
-¿Pretendes que coma hierba? ¿Cómo un conejo?
-Aquí no encontrarás otro alimento que no implique matar a una criatura y me temo, querida, que ya tenemos suficientes problemas como para agregar otro a la lista.
Volvió a fijar la vista en las hierbas y, después de dudarlo, empezó a masticarlas.
-Están horrorosa, parece que coma tierra.- comentó.
A desgana, se las terminó. Me lo tomé como una señal para seguir el camino así que me levanté. Catalina soltó un bostezo.
-¿No has dormido suficiente en el lago?- si las miradas mataran, yo ahora estaría más que enterado.
-Necesito dormir, de veras.
-Está bien- dije y andé hasta un árbol para poder sentarme con un respaldo.
Ella se acercó y se sentó a mi lado, después de dudarlo, apoyó su cabeza en mis piernas y se tumbó. No supe cómo reaccionar. Miré al cielo y pude ver cómo Hémera intentaba escapar de una nube que la perseguía.
-La luna está preciosa.- dijo ella.
-Se llama Hémera, es la diosa de la luz. - dije sin quitarle el ojo- Es el único ser nocturno que tiene un corazón noble. Dicen que quien la admira recibe su protección.
-¿Crees que recibes su protección?
-Siempre que la he necesitado me la ha ofrecido, nunca me ha fallado.- deje de mirar a la Diosa para ver a Lina. Esta miraba al cielo con un brillo en los ojos.
A los pocos minutos ella se encontraba durmiendo y yo estaba entretenido enredando su cabello entre mis manos.
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El Secreto De Las Flores
Narrativa StoricaEl reino de Palidia no se plantan flores, y mucho menos flores pálidas. Todos las relacionan con la muerte, hasta las temen. Una vez al año, cuando el sol ya se ha marchado y las calles quedan alumbradas únicamente por los pequeños faroles, una flor...