Entre Vuelos y Corazones

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Max Verstappen había encontrado una nueva rutina en su vida: cada vez que no había carrera, tomaba su jet privado y volaba a Londres. Sin importar los compromisos que tuviera, estar cerca de Sergio y Pato se había convertido en su prioridad. Ya no le importaban las horas en el aire ni lo agotador del constante ir y venir. Para él, valía la pena. 

El piloto tenía un objetivo claro: seguir fortaleciendo su relación con Pato y, de paso, conquistar a Sergio. Aunque Sergio intentaba mantenerse firme y difícil, Max sentía que, poco a poco, estaba rompiendo las barreras que el mexicano había levantado. 

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Cada vez que Max llegaba, Pato corría a sus brazos con una alegría desbordante que iluminaba el rostro del holandés. Para Max, esos momentos eran más valiosos que cualquier trofeo que hubiera ganado. 

—¡Papá Max! —gritaba el niño mientras se lanzaba a abrazarlo. 

—¿Cómo está mi campeón? —respondía Max, levantándolo y girándolo en el aire. 

Los días en la casa de Sergio se llenaban de risas infantiles y juegos. Max dedicaba horas a jugar con Pato, construyendo castillos de bloques, dibujando caricaturas y, por supuesto, organizando pequeñas carreras en miniatura por toda la sala. 

Mientras tanto, Sergio observaba desde la cocina, a menudo fingiendo que estaba ocupado. Aunque intentaba mantenerse distante, su corazón se derretía cada vez que veía a Max con Pato. El holandés no solo era un buen padre, sino que había traído una alegría a su hogar que hacía tiempo no experimentaban. 

Carola también era parte de esta dinámica. Siempre ayudaba con Pato, y en ocasiones se unía a los juegos, permitiendo que Sergio se concentrara en su trabajo. 

—Max, necesitas relajarte un poco —le dijo en broma un día mientras él intentaba ganar un juego de mesa contra Pato. 

—Relajarme no es mi estilo, Carola —respondió Max con una sonrisa—. Especialmente cuando tengo un oponente tan competitivo como Pato. 

Sergio, desde la otra habitación, negó con la cabeza con una sonrisa. Por mucho que quisiera mantenerse al margen, era imposible ignorar la chispa que Max traía a su hogar. 

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Aunque Max aprovechaba cada segundo con Pato, Sergio seguía con su trabajo. Junto a George, asistía a sesiones de fotos, eventos promocionales y compromisos laborales. 

En una de esas sesiones, mientras los fotógrafos ajustaban las luces, George se acercó con su característico tono curioso. 

—Checo, no quiero meterme en lo que no me importa, pero… ¿qué está pasando con Max? —preguntó con una ceja levantada. 

Sergio dejó escapar un suspiro. 

—Es complicado, George. Max está haciendo todo lo posible por estar cerca de Pato, y no puedo negarle eso. Es un excelente padre. 

—¿Y tú? —interrumpió George, con una sonrisa traviesa—. ¿Qué sientes tú? 

Sergio se quedó en silencio unos segundos antes de responder. 
—Lo quiero. Pero no sé si debería. 

—¿Por qué no? —George cruzó los brazos—. Mira, Checo, no soy un experto en el amor, pero si Max está haciendo todo esto por ustedes, es porque realmente quiere estar contigo. ¿Por qué no darle una oportunidad? 

Sergio lo miró, considerando sus palabras. 

—No quiero complicar las cosas, George. Lo último que quiero es que Pato salga lastimado si algo no funciona. 

Bajo las Luces de la TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora