CAPÍTULO DIECISEIS

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Anastasia

Después de un rato, Bastian terminó con sus asuntos. Había olvidado unos papeles, así que mientras los buscaba en la oficina, yo me quedé en su coche. Aún con la cabeza llena de pensamientos sobre lo sucedido, no podía dejar de pensar en lo irreal que me parecía todo y, al mismo tiempo, en lo emocionada que me hacía sentir.

Por alguna razón, admito que cuando lo veo, es como si todo se desvaneciera a mi alrededor. Como si no existiera nada más y todo mi espacio se redujera a su presencia: a su aroma, a sus ojos. Todo él.

Nunca me había sentido así con nadie y, no es que me haya enamorado muchas veces, ni siquiera sé si llamar a lo que siento por Bastian "enamoramiento", pero sí sé que me gusta lo que provoca en mí. Y es cierto que no puedo evitar sonreír cada vez que está cerca.

—¿Lista? —su voz resuena a mi izquierda, sacándome de mis pensamientos. Al mirarlo, me encuentro con su sonrisa cálida.

Le devuelvo la sonrisa con la misma intensidad.

—Muy lista.

Se sube al auto, y antes de arrancar, se asegura de que me haya puesto el cinturón como siempre.

—¿A dónde iremos a cenar? —pregunto, mirando por la ventana y dejando que el viento nocturno acaricie mi rostro.

—Donde tú quieras —responde—. ¿Qué te apetece?

El coche da una vuelta que nos lleva al centro, y entonces, a lo lejos, diviso un pequeño puesto de hamburguesas callejeras. Es pequeño, pero la fila es enorme, hay algunas mesas alrededor y un letrero de neón con su nombre brillando. Algo en mi pecho se revuelca de nostalgia. Recuerdo que, hace muchos años, papá solía traerme a un sitio como ese cada sábado después de un largo entrenamiento. Era nuestro momento, lo amaba. Hace tiempo que no como en un lugar así.

—Si te apetece comer ahí, solo dilo.

—No creo que sea el tipo de lugar al que estés acostumbrado.

Una pequeña carcajada escapa de él, y siento un cosquilleo en el estómago.

—No me creas tan amargado, Anastasia —me lanza una mirada juguetona acompañada de una sutil sonrisa—. Te sorprendería lo mucho que te puedes divertir con un "amargado" como yo.

Gira hacia el estacionamiento del puesto y busca un lugar donde aparcar.

—Bien, ¿Sabías que las hamburguesas de lugares así eran mis favoritas? Hace mucho que no como en uno de estos.

—¿Eran? —pregunta él, con curiosidad.
Parece captar la nostalgia en mi tono.

—Sí. Lo eran. Hace mucho tiempo.

Cuando el coche se detiene, somos solo nosotros dos. Bastian se desabrocha el cinturón y se gira hacia mí.

—Si eran tus favoritas, ¿por qué dejaste de comerlas?

Un suspiro escapa de mis labios. Desvío la mirada, tratando de encontrar las palabras adecuadas. Algo en mi interior se tambalea cuando recuerdo por qué.

—Solía comerlas con mi papá cada fin de semana cuando era adolescente. Era nuestro "día de hamburguesas".

Él me escucha en silencio, su mirada parece más suave. Coloca su mano sobre mi muslo y acaricia mi piel con delicadeza.

—Suena como un momento agradable —añade él, con calma—. ¿Por qué lo dejaste de hacer? ¿Fue por Michael, verdad?

No me está acusando, solo me observa con empatía. Su tono es tan cuidadoso que me hace sentir segura al hablar.

Forgive UsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora