· 𝟶𝟶.𝟺﹕INVITACIÓN.

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En el capítulo anterior, Finnegan se encontraba ocupado reteniendo a los invitados en el castillo, buscando extender el tiempo de su estancia para analizar con detenimiento a cada uno de ellos. Su objetivo era descubrir la identidad del misterioso escritor que había enviado la carta entregada la noche anterior, una misiva que le había robado el sueño y lo mantenía inquieto. Mientras recorría los pasillos, los cuales solo eran ocupados por algunos de los visitantes de otros reinos, su mente estaba tan absorta en sus pensamientos que no notó la presencia de alguien frente a él.

El choque fue inevitable. Finnegan salió de su ensimismamiento cuando su cuerpo impactó contra el de otra persona en el pasillo. Incapaz de esquivar a tiempo, ambos cayeron al suelo. Desorientado, Finnegan se levantó lentamente, sacudiendo su ropa para eliminar las arrugas provocadas por la caída.

« Mierda, lo siento mucho. », se disculpó con rapidez, su tono cargado de vergüenza.

Sin embargo, su disculpa quedó en el aire cuando levantó la mirada y se encontró con una figura imponente: el Rey Zagros. Su corazón dio un vuelco. Era el hombre mencionado en la carta, el mismo que había sido señalado como el causante de las desgracias que lo atormentaban. La caída de su reino, la muerte de su hermano menor, todo parecía vincularse a él. Finnegan lo miró con los ojos abiertos de par en par, incapaz de reaccionar.

La tensión en su mente se interrumpió por la mano extendida del rey frente a él.

« ¿Un apretón de manos...? », murmuró para sí mismo, su voz apenas audible.

Con una mezcla de confusión y cautela, Finnegan aceptó el gesto y estrechó la mano de Zagros, esbozando una sonrisa tensa que no podía disimular su incomodidad. Una vez terminado el apretón, Zagros rompió el silencio con una propuesta inesperada.

« ¿Te gustaría acompañarme a tomar unas copas en el patio? », dijo, señalando la parte contraria del castillo, lejos de donde se encontraban los demás invitados.

Finnegan dudó. Su instinto le gritaba que no debía confiar en aquel hombre, menos aún quedarse a solas con él. Pero al mismo tiempo, una curiosidad ardiente se encendió en su interior. Tal vez esta era su oportunidad de obtener respuestas. Quizás Zagros revelaría por qué había atacado su reino y por qué su familia había sido destruida.

Con una leve inclinación de cabeza y un tono precavido, Finnegan aceptó la invitación.

« Está bien. Unas copas no estarán mal. »

Mientras caminaba junto al rey hacia el patio, una sensación extraña lo invadía. ¿Era esta una oportunidad o una trampa? Finnegan sabía que debía estar alerta; su vida y sus respuestas dependían de ello.

Mientras Finnegan y Zagros recorrían los pasillos cada vez más desiertos y solitarios del castillo, Finnegan no podía evitar dirigir furtivas miradas a su acompañante. Zagros era un hombre imponente, de una estatura que sobrepasaba la media, lo que le confería una presencia casi intimidante. Su cabello negro y ondulado caía con gracia sobre sus hombros, enmarcando su rostro de rasgos marcados y bien definidos. Los ojos de Zagros, de un penetrante color azul grisáceo, parecían observarlo con una calma perturbadora, mientras su sonrisa, que siempre parecía ser sincera, se mantenía en sus labios. Los hoyuelos que aparecían en sus mejillas al sonreír no hacían más que realzar la suavidad de su rostro, pero lo que era aún más notable era la manera en que irradiaba una confianza que podría hacer que cualquiera se sintiera atraído por él.

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⏰ Última actualización: Feb 01 ⏰

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Father of Dragons: The Hero RebornDonde viven las historias. Descúbrelo ahora