La noche estaba cargada de emociones mientras Malhun Hatun y Bala Hatun me rodeaban, ambas con expresiones de cariño y solemnidad. En una tienda decorados con telas rojas y doradas, el ambiente era cálido y vibrante. El cuenco de henna, colocado sobre una bandeja de plata, reflejaba la luz de las lámparas de aceite que llenaban el espacio. Mi vestido rojo simbolizaba el fuego y la pasión de este nuevo comienzo, mientras el velo del mismo color esperaba ser colocado para cubrir mi rostro.
Malhun Hatun, siempre práctica y segura,tomó mi mano primero. Sus movimientos eran precisos mientras aplicaba la henna, formando patrones intrincados que simbolizaban bendiciones y protección. A su lado, Bala Hatun trabajaba con la misma devoción, dibujando líneas y figuras que hablaban de amor, fuerza y unión. Ambas me miraban con ternura, como si quisieran transmitirme su fortaleza y sabiduría para los días venideros.
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Mientras trabajaban, las demás mujeres de la tribu cantaban una melodía que resonaba profundamente en mi corazón. La canción hablaba de despedidas, pero también de esperanza y nuevos comienzos. El recuerdo de Ayça Hatun llenaba el aire, su ausencia era un peso compartido para mi, pero también un recordatorio de seguir adelante con valentía.
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-Este es un momento especial, querida -dijo Bala Hatun, su voz suave pero firme-. Estas líneas no solo son adornos; llevan nuestros mejores deseos y oraciones para ti.
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